Desde el 6 de enero de 2021, un fantasma recorre Estados Unidos: la violencia política. El intento de insurrección en el Capitolio, impulsado por , abrió la puerta a los peores impulsos de la sociedad estadounidense. Desde entonces, el temor ha permanecido. En un país con millones de armas en las calles, la posibilidad de un atentado o algún otro acto de violencia está siempre presente.

Si se confirma que alguien disparó contra el expresidente de Estados Unidos durante su mitin del sábado en Pensilvania, la campaña presidencial habrá vivido un punto de inflexión quizá definitivo. Es difícil imaginar a Donald Trump perdiendo la elección después de sobrevivir un intento como éste contra su vida. Pero el resultado de la elección es secundario.

De confirmarse el atentado, Estados Unidos estaría abriendo un capítulo oscuro de su historia. El país no vivía un episodio de esta naturaleza desde el atentado contra Ronald Reagan en 1981. Aquellas escenas conmocionaron al país e implicaron un parteaguas. Pero esto que ha ocurrido ahora sucede en un clima de polarización exacerbado, en donde la tentación autoritaria ya era una sombra creciente.


Hace unos días le escuché decir a un Analista Político en Washington que hay que aprender a leer los tiempos sociales y políticos como quien lee los movimientos del clima. “ Ahora Huele a lluvia” me dijo.

Quizá haya que hablar de tormenta.

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