Elías pudo haber muerto como otros miembros de su familia. Él perdió a su hermano, a su hermana, a su padre y a su tío entre el 17 de noviembre y el 12 de diciembre del 2020, todos víctimas del Sars-COV2. En menos de treinta días, cuatro afectos entrañables se esfumaron de su mapa emocional para siempre.
Después de incinerar a su hermano, siete familiares que dieron positivo en las pruebas de Coronavirus, decidieron irse a vivir juntos para cuidarse. Pronto algunos de ellos comenzaron a agravarse.
Melissa, la pareja de Elías, notó su deterioro en una llamada telefónica y logró reclutar a un doctor de aquellos que se han hecho en las duras trincheras de la pandemia y que han implementado esquemas de cuidados que funcionan de manera remota. Desde otra entidad federativa, a cientos de kilómetros de distancia, el doctor Enrique sugirió a Melissa aislar a Elías de enfermos y sanos; sugirió también conseguir un concentrador y un tanque de oxígeno. Así lo hizo, además, Melissa acondicionó una camioneta y lo trasladó, con sus propios medios, a un departamento prestado que se convertiría en un improvisado centro de cuidados. Por otro lado, consciente de que no estaba preparada para lidiar con la enfermedad, Melissa contrató a un enfermero a través de una empresa. Julio contaba con las competencias y con la valentía para cuidar a un paciente con Coronavirus.
El doctor Enrique encabezó y supervisó las labores de rescate estableciendo un protocolo de cuidados inicial que fue ajustando día a día, momento a momento. El doctor fue un buen general y Julio un disciplinado soldado. Un grupo de WhatsApp ayudaría a mantener un historial en la evolución de Elías con cifras, fotos, videos, protocolos de atención y recetas. Se realizaban reportes de síntomas y signos, tres veces al día y, cuando era pertinente, el doctor Enrique llamaba a Julio para dar indicaciones de cómo actuar.
El 11 de diciembre, Elías fue notificado por sus hermanas que su padre había muerto. Tiró la toalla y se desconectó del mundo. “Mi hermana falleció al otro día pero no me quisieron decir nada. Yo ahora le digo a Melissa que lo que hiciste, me salvó la vida; porque yo me hubiera quedado allá y hubiera visto morir a mi padre, hubiera visto morir a mi hermana... yo me hubiera muerto ahí”, dice Elías conmovido. “Esta enfermedad te mata de tristeza, de miedo.”
Julio siguió al pie de la letra las instrucciones de cuidados, pero agregó algo que acabaría por tender un vínculo afectivo con Elías y fue una pieza clave en su recuperación. “En mi peor momento, Julio me rescató, cuidaba mis comidas y mis medicinas, jugaba conmigo, me platicaba, me veló noches que no recuerdo y que solo tengo en video porque ya estaba muy grave” recuerda Elías. “Al momento de despedirnos nos agarró el sentimiento. Él nos repetía: ‘van a estar bien, van a estar bien, ya no me necesitan pero los voy a extrañar.’ ”
La historia de Elías nos enseña que el apoyo y cuidado emocional de un personal médico humano, son también factores de éxito en las recuperaciones de víctimas del Coronavirus. Nos ofrece también la lección de que es posible crear una línea de vida a partir de estructuras horizontales de solidaridad, entre ciudadanos, independientemente de nuestras autoridades. Los agentes gubernamentales se han vuelto incapaces de garantizar cuidados institucionales para salvarnos. En el corto plazo, quizás este sea el único modelo de sobrevivencia a la luz de un Estado agotado.
@laydanegrete