Un aguacero de balas cayó el 26 de junio sobre Omar García Harfuch. Duró más de tres minutos. Murieron dos miembros de su escolta y una mujer en un auto que pasaba por ahí. Los proyectiles llegaron a casas a cientos de metros del lugar de la emboscada. El secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México sobrevivió al ataque. Al mensaje de exterminio que buscaba el atentado, el Secretario respondió desde el hospital, con todo y tres impactos de bala, que seguiría trabajando por la seguridad y haciéndole frente a la delincuencia organizada.
Los halagos a funcionarios públicos suelen ser escasos, casi inexistentes. Con García Harfuch, varios observadores han reconocido su trayectoria.
El trabajo de García Harfuch en la Ciudad de México destaca en más de una dimensión. Por un lado, sus acciones han ayudado a replantear el papel de la policía en el terreno de la investigación criminal. Desde su paso por la Dirección General de la Policía de Investigación en la Procuraduría General de Justicia y ahora, desde la Secretaría que encabeza, ha demostrado que es necesario replantearse los modelos tradicionales que dan al Ministerio Público el monopolio de la investigación bajo esquemas burocratizados. Por ejemplo, en el sonado caso del secuestro de un estudiante de licenciatura en el 2019, el entonces funcionario de la Procuraduría logró una investigación basada en evidencia de cámaras de video, placas de automóviles y sábanas de telefonía, para desarrollar la línea de investigación que resultó fructífera. Esta acción se separó de las pesquisas iniciales que apuntaban, de forma especulativa, a un familiar de la víctima como probable responsable, basándose tan solo en el testimonio de un informante cuestionable.
Más ampliamente, su trabajo desde la PGJCDMX y ahora en la SSC, muestra que la policía tiene mucho más que hacer en el combate a la violencia que solo preservar la escena criminal. La innovación basada en acciones de investigación policial de García Harfuch marca ruta y exige un debate que lleve a armonizar el marco normativo a las necesidades de reducción de impunidad en el país.
El cambio de estafeta en el gobierno de la Ciudad fue difícil. A río revuelto, aprovechaban por igual los miembros del crimen organizado dentro y fuera de las instituciones de seguridad y justicia. García Harfuch se incorporó al gobierno de la ciudad en la cresta de una crisis con sonados casos de secuestro, un alza en homicidios y amplios cuestionamientos de abuso policial estructural. Él ha ido enfrentando las embestidas de este toro heredado con gracia, oficio político y eficiencia. Quizás la tarea en curso más importante que le queda en frente, es la de atacar el crimen de casa, el que permite que la policía capitalina mantenga esquemas de corrupción añejos.
Es importante reconocer los logros de García Harfuch a partir de una perspectiva nacional. Para un hombre cuya profesión no fue su última opción sino su primera pasión, su trabajo sirve para mostrar que los mandos civiles son viables aún dentro de entidades con erosionado Estado de Derecho. En otras palabras, los éxitos del mando civil en la capital refuerzan la idea de que es este el modelo que debemos apoyar antes de movernos hacia un esquema de seguridad con mando militar. La vía civil es deseable y viable. El reto no es menor, requiere de la maniobra no conocida de mantener el vuelo y reconstruir el avión en el trayecto.
Investigadora en justicia penal