Las mujeres cada vez son más liberales. Los hombres no. Así lo registraba una encuesta hecha por Gallup en Estados Unidos, publicada a mediados de este año. Se trata de la mayor brecha de género registrada en los últimos 25 años. Para 2021, 44% de las mujeres jóvenes, de entre 18 y 29 años, se consideraban liberales, en comparación con el 25% de los hombres jóvenes. A fines de la década de los 90’s, menos del 30% de las mujeres se veían a sí mismas como liberales, mientras que la proporción de hombres de pensamiento liberal desde entonces se ha mantenido estable, con esa cuarta parte.
La lógica corresponde evidentemente a los movimientos como el #MeToo, el aumento de la identificación LGBT+, y recientemente las políticas sobre el aborto. En menor medida temas como el estado civil y el nivel educativo también empujaron la aguja. Y según los estudiosos de política de género esta brecha podría seguir creciendo. Esa misma encuesta demostraba que el 61% de las jóvenes consideran que el aborto es un tema crítico, frente al 36% de los estadounidenses en general.
Después de las elecciones de medio término esta semana en aquel país, las activistas a favor de los derechos humanos de las mujeres festejan su triunfo. Hasta el cierre de esta columna, en California, Michigan, Vermont y Kentucky los votantes habían respaldado el acceso al aborto. Después de la economía, el aborto es el segundo reto más importante que enfrenta el país, según sus ciudadanos.
A nadie sorprende el hecho de que el alcance de esta ola feminista, no solo en Estados Unidos, sino en muchos países más, incluido México, tenga consecuencias de tal magnitud. Lo preocupante es que los hombres no se estén moviendo en el mismo sentido. Los señoros se nos están quedando atrás. Asustados, confrontados, violentos, machistas aferrados a su poder e imposibilitados para ver la desventaja e injusticia hacia las mujeres, los cincuentones tendrían más “razón” de estancarse, ¿pero los jóvenes? ¿Quiénes están matando a las mujeres en México? ¿Hombres de todas las edades? No hay datos. México es como el paciente que con un cáncer avanzado, rehúsa hacerse una química sanguínea en el laboratorio, y solo pide la de seis elementos. El clásico y nuestro cuento de siempre, más caro el caldo que las albóndigas.
Señoros, los indicadores -a pesar de algunas notas de regresión a las cuales hay que estar muy atentas- nos dicen que la tendencia es que, aunque a diferentes velocidades según varios factores, las mujeres seguiremos escalando en la independencia económica, en la paridad salarial, por lo tanto, en la independencia marital o de pareja, y en el camino, en los puestos de poder y en la educación, mismos alcances que nos harán empujar cada vez más las políticas públicas liberales. De entrada ya lo estamos midiendo, que eso es un gran avance. Representamos el 40% de la población económicamente activa, 26% de las mujeres entre 25 y 34 años cuentan con un título en educación superior, frente al 25% de los hombres (OCDE). Y cada vez nos casamos más grandes. En 2021, el promedio fue de 31 años para las mujeres. En 1993, el promedio estaba entre 20 y 24 años ( INEG I). La desventaja aun es brutal de cualquier forma. Ganamos menos que los hombres, 17% (IMCO), y ocupamos menos puestos de liderazgo en las empresas, solo 32% (Women in Business) y solo 10% en los Consejos de Administración (IMCO), por citar algunas cifras.
Señoros, insistan en mansplainear. Señoros, insistan en casar a menores de edad a pesar de estar prohibido a nivel federal desde 2019. Señoros, insistan en violentar. Señoros, insistan en abusar. Señoros, insistan en matar. Pero señoros, sépanse que a pesar de la inutilidad del Estado y cierta inconsciencia del mundo corporativo, la revolución feminista no va a parar. Si acaso tomará más fuerza. Por la misma fuerza de las mujeres sí, pero porque también otros han visto ya la oportunidad. La equidad, la diversidad y la inclusión como herramienta política. La equidad, la diversidad y la inclusión como modelo de negocio. No está siendo fácil, pero nadie dijo que lo sería.
Señoras, si bien no es su responsabilidad hacer el trabajo de los señoros, vale la pena hacer una reflexión cuando ven por la mirilla a su enemigo. El enemigo es el sistema patriarcal, no los señoros, aunque todos los días parezca que así es porque son unos grandes y boludos representantes del sistema. Sin embargo, se vislumbra más rápida una victoria sumándolos por la buena en vez de resentirlos. Esa brecha señalada en la encuesta desacelera o complica la lucha, y eso no conviene al feminismo.
El feminismo no quiere hombres conservadores, aunque en el camino el feminismo descubra muchas veces y en muchas ocasiones que no los necesita.
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