La boleta electoral para el 2024 es la que históricamente tiene más posibilidades de tener mayor cantidad de nombres de mujeres. Sin embargo, eso no significa que el feminismo en este país haya logrado su cometido. De manera preocupante, por las posibles candidatas, pero también por nuestra falta de consciencia y lucha, podría ser un hecho que hasta nublara la vista.

El año 2018 marcó el momento en que en México se comenzaron a contar 10 feminicidios por día. La ola internacional del #MeToo chocó con las aguas del caudaloso río de sangre femenina en 2019, repuntando para 2020 las movilizaciones y protestas de mujeres en diferentes ciudades el país. Ese mismo año fue cuando el Covid-19 puso una pausa a las pintas y manifestaciones, pero no a los índices de violencia. Si bien, el feminismo es la revolución social viva más importante en México, y durante últimos tiempos hemos pensado que ya sería momento para que la silla fuera de una mujer y que los aspirantes a la presidencia ­hombres o mujeres, para el 2024 no podrían hacerse de la vista gorda frente a las demandas feministas, el panorama político pinta complejo. Sorprendente porque el México feminicida, el del violador en tu camino, el del no me cuidan, me violan, y el de los hoy ya 11 feminicidios al día es un asunto más presente que histórico. ¿Qué pasa con la consciencia? ¿Qué pasa con la revolución feminista?

La decepción de este gobierno sobre las problemáticas de las mujeres es equiparable a la decepción sobre la lucha contra la violencia del crimen organizado, pero con el twist de que los programas sociales enfocados a la equidad vieron reducir sus presupuestos mientras que la Secretaría de Seguridad los vio incrementar. Con más razón, más alto debiéramos gritar las exigencias.

Si bien la mayor parte de las funcionarias de los distintos partidos se adjudican la lucha por las mujeres como propia, abanderándose de morado, y durante los últimos años hemos pensado que las aspirantes a la boleta presidencial no dejarían pasar la oportunidad de ser votadas por el 52% del padrón electoral, el panorama de una política feminista de verdad no pinta a la vuelta de la esquina. Ya sea por la postura de las aspirantes o bien debido a una sociedad que todavía no le termina de ver la ventaja al movimiento de la inclusión y la igualdad. ¡Cuánta confusión! La popular senadora Lilly Téllez no solo se ha dedicado a repartir insultos al estilo de los más corrientes morenistas para llamar la atención en el circo, sino que estalló contra el aborto y hasta prometió una iniciativa que lo penalizara. ¿Qué les queda a las mujeres que mueren por no tener acceso a este derecho humano?

El mujerón priista de toda la vida, Beatriz Paredes, habló recientemente en Nuevo León que promovería reformas laborales y escuelas de tiempo completo, que beneficien a las mujeres, además prometió ya un gabinete paritario e invitó a las ciudadanas a obligar a los candidatos a presentar una plataforma para no discriminación. Pero su mirada de izquierda no ha hecho tanto eco en la población. La otra priista, Claudia Ruiz Massieu, ha estado enfocada en otros temas relevantes de la agenda nacional. Pocos días han pasado desde que se destapó, pero no cuenta con un posicionamiento feminista en la mente de las agrupaciones a favor de los derechos de las mujeres.

Por su parte Claudia Sheinbaum, quien encabeza las encuestas de varias casas, es fiel réplica de su jefe y juega a la empleada del mes ante él. La jefa de Gobierno habla de su responsabilidad como mujer al frente de la capital de un país, pero ha vivido en estos años momentos indudablemente tensos cuando se trata de las marchas que terminan en pintas y destrozos. Le faltó valor a Sheinbaum para contradecir a López Obrador cuando éste minimizó la rabia de las mujeres ante las injusticias y ante un poder federal que las quiere acomodar entre sus adversarios.

Ya veremos qué dicen los meses por venir. Ya hablaremos de los presidenciables, pero si a las candidatas les falta empuje feminista, a la ciudadanía le falta exigencia. A la ciudadanía le falta reconocer su poder en ese 52%, que en unidad podría determinar quién es el o la próxima persona que ocupe Palacio Nacional. ¿Qué pasa con nuestro “hasta que la dignidad se haga costumbre”?

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