La deuda del patriarcado con las mujeres mexicanas conlleva muchas vidas. De mujeres, de niñas, de adolescentes. La violencia se ha desbordado de datos y de víctimas mientras los gobiernos se han dedicado a otras cosas más que a atender esta gravedad. Entre 2006 y 2021 fueron asesinadas en México cerca de 43 mil mujeres, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En 2022 se denunciaron 968 feminicidios, un aumento del 127% con respecto a 2015. Cada año, más de tres mil mujeres, niñas y adolescentes son asesinadas. En este sexenio, 858 se han clasificado como feminicidios. ¿De qué manera se los recordamos? Ciudad Juárez, Iztapalapa, Toluca, Culiacán, Chihuahua, Manzanillo, Chimalhuacán, Tapachula, la lista de municipios con mayor número de casos abarca todas las zonas del país. Las formas son crueles: golpes, estrangulamiento, asfixia, envenenamiento. La violencia ha sido un tema de crecimiento sostenido y no es un tema para jugar con él a los malabares políticos, a las estadísticas patito. No en tiempos electorales, no nunca. Mientras, los delitos sexuales y la trata contra las niñas y adolescentes también van en aumento, según datos del INEGI. Y lejos de reconocer que la violencia ha disminuido, como lo aseguran las autoridades, las organizaciones de la sociedad civil señalan que es muy probable que esos números sean mayores.
¿Es posible entonces que una candidata mujer a presidenta de México se atreva a mentir frente a las cámaras de televisión que transmiten a nivel nacional sobre el asunto? ¿Es posible que una mujer que quiere ser presidenta y que compite con otra mujer en 2024 se atreva a traicionar a las mexicanas? ¿Es posible que una mujer que quiere ser presidenta y que según las encuestas lleva la ventaja, mienta así? “Los índices de feminicidio a nivel nacional han bajado más del 40%”. El 8 de marzo, ella había presentado un plan con once acciones para combatir la violencia, titulado “República de y para las mujeres”. ¿Se equivocó en el debate? ¿Se desplazó al porcentaje incorrencto? Que recule, que salga a admitirlo. No, le dan la vuelta cuando se les preguntó. La traición feminista va de la simulación, de la necesidad, de las ganas o del cinismo de mentir con el asunto más grave que aqueja al país, que es la violencia, y que a su vez aqueja a las mujeres. Es la primera y más importante demanda de las feministas, eliminar la violencia de género. ¿Es posible? Sí, fue posible.
México no es el primer país en el que dos mujeres contienden para el cargo público más importante, pero sí en el que son punteras. De esta manera, la lucha se intuía o se soñaba más feminista, y no, no lo está siendo. La oposición menciona la tarjeta mexicana y los 5 mil pesos, el Sistema Nacional de Cuidados y una reforma en el sistema de justicia. Pero todo tan tibio como el resto de su campaña. El discurso de ninguna es radicalmente distinto, como dicta el feminismo. La traición feminista también va de ello. La perspectiva de género es un lenguaje, es una visión, es acción. La violencia de género es el tema más relevante sí, pero la brecha de género lo cruza todo, es transversal. La perspectiva debe ser transversal. El “México está preparado para una presidenta mujer” no es tan cierto. De serlo estaríamos viendo otras campañas. Si son las candidatas que no se atreven, si son sus partidos que no las dejan, si es el electorado al que no le gustaría, si son las tres cosas juntas. Si es el terco patriarcado. La ilusión de tener a dos mujeres contendiendo iba de otro nivel de contienda, de conversación, de visión, de algo revolucionario, emocionante. O es el terco y sucio modo de hacer política también. El tema no solo es que no está pasando eso revolucionario, peor aún, el feminismo está siendo traicionado. Esa primera mujer presidenta, sea cual sea su nombre, no ha sido tan distinta hasta ahora, que cuando eran hombres.