Cuando pensábamos que la Iglesia no se había renovado lo suficiente ni para sus más laxos seguidores, llegó Marian Edgar Budde, la primera mujer en estar al frente de la Diócesis Episcopal de Washington. Valiente y congruente, la obispa (sí, obispa con a) de 65 años, lanzó este martes un mensaje que, sabía, resonaría en muchos rincones del mundo. Vapuleada por la investidura, o embestida mejor dicho, de Donald Trump como 47º presidente de los Estados Unidos, la comunidad demócrata recibió y reposteó la súplica de la líder espiritual como un canto milagroso. No habían pasado ni 24 horas del juramento de Trump y de su circo en el Capital One Arena, cuando durante el servicio inaugural de oración en la Catedral Nacional de Washington, ella se permitió una confrontración más que una plegaria. “Millones de personas han depositado su confianza en usted y, como le dijo ayer a la nación, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, le pido que tenga misericordia de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo”.

Que una reverenda, aunque del ala más liberal de la Comunión Anglicana —la Iglesia episcopal de EEUU permite que personas de todos los géneros y orientaciones sexuales sirvan como obispos, sacerdotes y diáconos, utilice el micrófono para hablar por los homosexuales y transexuales, además de su defensa de los migrantes, ante el presidente que acaba de decir que solo existen dos géneros (hombre y mujer), y que acaba de firmar varias órdenes ejecutivas en contra de los “invasores”, es un acto heroico. “Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas”.

Y al mismo tiempo, es una escena que nos habla de hasta dónde Trump y sus seguidres han estirado la liga de la ultraderecha. Que un sermón cristiano represente un respiro para esa parte del mundo que puede que haya dejado de asistir a misa o que nunca fue, indica claramente lo amenazada que se siente. No es solo una derrota electoral, es una guerra declarada.

Trump llama aliens a los migrantes, bullea a los woke, repudia a los LGBT+, y nombra enemigo a cualquiera que alguna vez estuvo en desacuerdo con él. Trump busca la venganza, no la reonciliación. Ahí está fincada su narrativa, jala del rencor, abusa del poder y alude a un Dios que le permite pasarse de la raya. “Le pido que tenga misericordia, señor presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que se lleven a sus padres”, continuó Budde. “Y que ayudéis a quienes huyen de las zonas de guerra y de la persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”. Aunque parece ya tarde. El día anterior, el presidente firmó las órdenes ejecutivas burlándose de las limitantes de la ley constitucional de su país. Si los migrantes son invasores, como comandante en jefe del Ejército pudo declarar emergencia nacional y fijarse menos en la ley inmigrante. Porque del liderazgo podemos entender que no solo está desgastado el término, sino envilecida la representación, que lo burdo y lo mezquino atrae a las masas, y no más la ética.

Y como era de esperarse, el hombre menos contenido del mundo respondió: “La llamada Obispa que habló en el Servicio Nacional de Oración el martes por la mañana era una radical de izquierda que odia a Trump”, permitiéndose antes que nada referirse a sí mismo en tercera persona. “…el servicio fue muy aburrido y poco inspirador. ¡No es muy buena en su trabajo! ¡Ella y su iglesia le deben una disculpa al público!”, publicó en su red social.

Pero hoy una egresada de licenciatura en Historia por la Universidad de Rochester, con grado magna cum laude, y con una maestría y un doctorado en el Seminario Teológico de Virgina, como lo es Budde, es la que resulta mala en su trabajo. Así lo podrían calificar los más de 77 millones de norteamericanos que votaron por el repúblicano el año pasado. Y cabe ahora recordar que fueron tres millones más que en 2020, y 14 millones más que en 2016. De votos populares estamos hablando.

El mensaje de Budde que contrasta con las posturas evangélicas de las bases de Donald Trump, terminó así: “Que Dios nos conceda la fuerza y ​​el coraje para honrar la dignidad de cada ser humano, para decirnos la verdad unos a otros con amor y caminar humildemente unos con otros y con nuestro Dios por el bien de todas las personas. El bien de todas las personas de esta nación y del mundo. Amén”.

Y sí, Amén.

@LauraManzo

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