El equipo de Claudia Sheinbaum, ese que le siembra “de repente” preguntas en la conferencia mañanera, debió pensar que su comentario sobre los videos de Javier “Chicharito” Hernández sería un momento estelar, una muestra de liderazgo feminista para las cámaras de medios políticos urgidas de subirse al tren que avasalló al futbolista en los últimos días. En su conferencia mañanera de este miércoles, la presidenta tildó de “muy machista” al personaje en cuestión, quien días antes sugirió que las mujeres deben “cuidar el hogar” y “encarnar su energía femenina”. La presidenta cerró citando a la activista estadounidense, Angela Davis, habiendo defendido la igualdad sustantiva “que ya está en la Constitución” y afirmado que “las mujeres podemos ser lo que queramos ser”. Un discurso aplaudible sí, pero tan frágil a la vez. Porque esa claridad se desvanece cuando el machismo toca a Morena, dejando al descubierto su feminismo selectivo.

Cuando las acusaciones apuntan a aliados de su partido, Sheinbaum opta por demasiada cautela o, de plano, el silencio. El vergonzoso caso de Cuauhtémoc Blanco, exgobernador de Morelos y hoy diputado federal, es el ejemplo que duele y define ese contraste. En 2024, su media hermana, Nidia Fabiola, lo denunció por tentativa de violación, y el caso llegó este año a la Cámara de Diputados, cuando la Fiscalía General de Morelos, entonces encabezada por Uriel Carmona, solicitó su desafuero para procesarlo penalmente. La Sección Instructora del Congreso, dominada por Morena y aliados como el PVEM y el PRI, desechó la solicitud el 20 de marzo de 2025 argumentando “deficiencias técnicas” en la carpeta. Activistas y legisladoras de oposición denunciaron la decisión como una maniobra política para proteger al “Cuauh”. Aquella escena de las diputadas de Morena formando un “muro humano” en tribuna para respaldarlo, al grito de “¡No estás solo!”, quedará en la humillación a la lucha feminista por décadas.

Sheinbaum, cuestionada en conferencias, respondió: “Nosotros no vamos a encubrir a nadie, que se hagan siempre las investigaciones en todos los casos” y, en otra ocasión, defendió la presunción de inocencia: “Todo mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, así es la ley en nuestro país”. También señaló que la denuncia venía de una fiscalía “con muchos casos de corrupción” y afirmó: “No conozco las pruebas. Es una decisión del Congreso”.

Aunque la investigación penal sigue abierta y la defensa de la víctima ha complementado la carpeta para volver a presentar la solicitud, el caso permanece estancado, alimentando la percepción de que el poder protege al poder. Y aunque es comprensible que una presidenta no señale culpables mientras la carpeta está en curso, la tibieza flota en el aire, entre los feminicidios y las violencias cotidianas que siguen impunes. Es una tibieza que decepciona viniendo de una mujer, de una presidenta, de la primera presidenta de un país donde las acusaciones por violencia de género suelen disolverse entre silencios.

Cabe mencionar que el 9 de julio, el TEPJF confirmó una sanción contra Blanco por violencia política de género contra la exdiputada morenista Juanita Guerra, por impedirle participar en un evento oficial en 2023. Se ordenó su inscripción por 18 meses en el Registro Nacional de Personas Sancionadas por Violencia Política en Razón de Género del INE y la toma de un curso sobre derechos de las mujeres. Esta sanción administrativa es un paso, pero no aborda la gravedad de la denuncia penal por tentativa de violación, que sigue sin resolverse.

El silencio de Sheinbaum es aún más alarmante en el caso de Pável Meléndez, cónsul de México en Denver, acusado de siete denuncias por acoso sexual y laboral, según reportó la periodista Dolia Estévez el 28 de abril de 2025 en X. Una de las acusaciones describe un incidente donde Meléndez habría hecho gestos y comentarios explícitamente inapropiados. ¿La respuesta de la presidenta? Ninguna. Ni una mención en las mañaneras, ni una pregunta sembrada. Tampoco ni un indicio de acción contra un funcionario de su partido. Este mutismo, como la cautela en el caso de Blanco, contrasta con la contundencia contra Chicharito, evidenciando un feminismo que parece más estratégico que genuino.

No necesitamos que Sheinbaum polarice con un futbolista; las redes y las feministas ya habían hecho lo suyo. Lo que urge es que la presidenta no titubee frente al machismo. ¿O tenemos que decir al “amloísmo”? ¿Por qué no ser tan contundente contra la violencia de género como lo fue con un comentario mediático? ¿Por qué no impulsar investigaciones rápidas, destituciones de funcionarios señalados mientras se esclarecen los hechos, y un mensaje claro de que el machismo no tiene cabida, manteniendo la cautela que exigen los procesos legales o legislativos? Sheinbaum tiene la oportunidad de liderar con un feminismo sin fisuras, uno que no se doblegue ante lealtades partidistas ni patriarcales.

@LauraManzo

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