Mientras México ve azotar la ola de la reforma judicial, esa farsa de votaciones del 1 de junio que vistió de “democracia” el control guinda sobre jueces y ministros, una abogada del equipo de Arturo Zaldívar, Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia, prepara un regreso a clases familiar en Houston. Según rumores en los pasillos del poder, ella y su familia planean mudarse a “la mejor colonia de México”: The Woodlands. La idea de otra figura cercana a Morena cruzando la frontera con maletas es un guiño a la ironía: la transformación se aprecia mejor desde un campo de golf.La política mexicana tiene un talento innato para los escándalos inmobiliarios. Era 1982 cuando al saliente José López Portillo le estalló el escándalo de la “Colina del Perro”, una finca en un cerro de Bosques de las Lomas en la Ciudad de México. Los excesos del PRI, decían. Cuatro mansiones y una biblioteca con alrededor de 30 mil libros del cultísimo defensor del peso, en un terreno de unos 25 millones de pesos actuales. Un costo que los mexicanos de a pie no podrían haber soñado entonces ni tampoco ahora. Su amigo Arturo “El Negro” Durazo Moreno, jefe de la policía capitalina, llevó la extravagancia al extremo con su “Partenón” en Zihuatanejo. Una construcción de 20 mil metros cuadrados con columnas de mármol y un lago artificial con olas mecánicas. Era 2014 cuando Angélica Rivera salió a defender sus pesos como… La “Casa Blanca” robó reflectores: una mansión en Lomas de Chapultepec valuada en 7 millones de dólares, financiada por Grupo Higa, un contratista del gobierno de Peña Nieto. Ambos casos, separados por 40 años, dejaron una lección clara: en México el poder vive en monumentos al privilegio. Hoy, los morenistas —buenos alumnos del priísmo, repiten la lección aprendida pero con un toque extranjero.

The Woodlands, Oak Estates, Rancho Santa Fe o cualquier otro suburbio de lujo donde las casas superan el millón de dólares, son el patio de recreo donde la élite guinda predica transformación mientras disfrutan de piscinas privadas. El diputado y vocero de Morena, Arturo Ávila Anaya, compró en California una valuada en 4,8 millones de dólares. Ávila refuta que la casa está en su declaración patrimonial y que la compra es fruto de sus negocios previos, pero el congelamiento de cuentas de su empresa, IBN Industrias Militares, en el momento de la adquisición, hace que todo suene extraño. Supimos también que en San Antonio, Cuauhtémoc Ochoa Fernández, diputado morenista, posee propiedades millonarias que no brillan en su declaración patrimonial. Los detalles son escasos, pero el mensaje es claro: transformar México es más fácil desde un fraccionamiento en el país vecino. Y pues la “Casa Gris”, el culebrón texano de la 4T. Para los que ya no se acuerden, lectores de memoria corta, entre agosto de 2019 y julio de 2020, José Ramón López Beltrán, hijo de AMLO, vivió en una mansión en Houston, propiedad de Keith Schilling, ejecutivo de Baker Hughes. La empresa, casualmente, había obtenido 27 contratos con Pemex por 150 millones de pesos en el mismo periodo. Transformación con vista al lago. Pero The Woodlands no es exclusivo de los morenistas, no se vayan a pensar. Desde el 2000 muchos, muchísimos mexicanos han invertido en casas y negocios. Hace algunos años, se calculó que representaban el 10% de la población de esa zona. Hoy Woodlands tiene alrededor de 125 mil habitantes. Así que si la proporción no ha aumentado —dudo que haya disminuido, serán alrededor de 12 mil 500. Allá, los empresarios legítimos son vecinos también de factureros, esos magos del desvío fiscal que igual han hecho de Houston su refugio. Arturo Bermúdez Zurita, exfuncionario de Veracruz, compró casas por 2.4 millones de dólares con un salario de 3,000 dólares mensuales. Su jefe, Javier Duarte, exgobernador del PRI, dejó su marca con propiedades a nombre de su cuñada, Mónica Ghihan Macías Tubilla, una de ellas valuada en 700 mil dólares. Porque, claro, nada dice “justicia social” como una hipoteca en un fraccionamiento de lujo.

Podemos decir que The Woodlands o su símiles se han convertido en el espejo donde los “aspiracionistas” de la 4T se miran sin pudor. Mientras AMLO predicaba la frugalidad, sus allegados y los factureros de siempre encontraron en Texas y California un lugar donde el sueño americano no choca con la retórica de la transformación o con aquello de pagar impuestos. Casas de millones de dólares, contratos dudosos y declaraciones patrimoniales olvidadas son el sello de esta nueva “Colina Blanca”. Porque, al final, ¿qué es más mexicano que criticar la opulencia desde el Zócalo mientras se sueña con un putting green en The Woodlands?

@LauraManzo

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