Percepción es realidad, esta frase creada en 1980 por Lee Atwater, consultor político y estratega del partido republicano, es citable ante la alta popularidad de López Obrador a la mitad de su sexenio (68%, según la encuesta nacional de este diario publicada hace unos días). Usted no se preocupe por los hechos, si puede hacer que la gente crea algo, esto se convierte en un hecho de facto. AMLO es el presidente que pasará a la historia como el misionero encargado de reivindicar al pueblo que sufre los abusos de un sistema. Nada mal comparado con Vicente Fox, que pasó a la historia como el representante de la alternancia. El “nada mal” es una completa ironía, desafortunadamente mayores serán las consecuencias negativas del éxito de AMLO en las encuestas cuando nos vuelva a pasar el tren de la verdad económica, la salud y la educación por encima, como haber desperdiciado seis años de un sexenio que pensamos que cambiaría de fondo el rumbo del país solo por haber cambiado de color la silla presidencial. Nuestra catástrofe política persistirá en tanto la percepción sea indiferente a la verdad.
En los últimos minutos de su discurso en el Zócalo este 1 de diciembre, AMLO aseguró concluyendo que las bases de la transformación están asentadas. “En tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo, que eso es lo más importante de todo”, dijo. “La revolución de las conciencias, el cambio de mentalidad, eso es lo más cercano a lo esencial, a lo mero principal, y eso es lo más cercano a lo irreversible”, agregó. Suena tan bonito -volviendo a ser irónicos- como aquella frase enunciada cuando cerraba su discurso el 1 de diciembre de 2018: “Ese es el compromiso que tengo con mi pueblo: no tengo derecho a fallar”.
La verdad es esta: hoy México es el tercer país con mayor desigualdad económica de la OCDE, y según datos del Coneval, el número de personas en pobreza pasó de 51.9 millones de mexicanos en 2018, a 55.7 millones de mexicanos en 2020 (43.9% de la población total). Es decir, hay 3.8 millones de mexicanos más en pobreza desde el inicio de este sexenio. La verdad es esta: el número de personas en pobreza extrema pasó de 8.7 millones de mexicanos en 2018 a 10.8 millones de mexicanos en 2020 (8.5% de la población total). La verdad es esta: uno de cada 4 niños indígenas padece desnutrición crónica, y casi el 70% de los indígenas viven en pobreza. La verdad es esta: la pobreza laboral –situación en que las personas no pueden comprar la canasta básica alimentaria para todos los miembros de un hogar con el ingreso laboral del mismo– según datos de INEGI y Coneval, es mayor a la era pre pandemia. En el primer trimestre del 2020, el 36.6% de los trabajadores se encontraba en pobreza laboral, para llegar a un histórico de 46% en el tercer trimestre del 2020, y después de haberse observado una tendencia decreciente, para el tercer trimestre del 2021 el porcentaje volvió a aumentar a 40.7%. La verdad es esta: la pandemia ha azotado la vida de casi 300 mil personas (Universidad John Hopkins), la violencia ha reportado casi 107 mil asesinatos de 2018 a la fecha, y la violencia de género se ha cargado tan solo este año, la vida de 842 mujeres. La percepción es que México está liberado del neoliberal que lo reprimió y lo exprimió. La realidad es que AMLO es un tremendo carismático dueño de su narrativa. La verdad es que muy poco ha cambiado de fondo.
“Pueden darle marcha atrás a lo material pero no van a poder cambiar la conciencia que ha tomado en este tiempo el pueblo de México”, continuó el presidente con el Zócalo a reventar. ¿Y qué es la conciencia sin recursos? ¿Qué es la conciencia sin acceso a la salud, a la educación? ¿Qué es la conciencia con el subejercicio de los recursos públicos? ¿Qué es la conciencia sin la eficiencia de los programas sociales? Ya no diga usted de las mentiras en la narrativa. Si entre las pocas verdades enunciadas está la conciencia y la reivindicación del pueblo, nada es ninguna de ellas sin las oportunidades ni los accesos, que son derechos humanos. Si entre las pocas verdades enunciadas está la de repudiar la discriminación, el racismo y el clasismo, todo queda en la percepción trunca o desviada sin acciones que reviertan los datos. La conciencia no es suficiente como recurso. La conciencia no es suficiente como resultado de gobernabilidad. La conciencia no da de comer. La conciencia no solo se mide a través de las encuestas de aprobación gubernamental. La conciencia no es minimizar las muertes por Covid, ignorar la violencia contra las mujeres, deslegitimizar los periodistas o intelectuales. Despertar la conciencia no justifica un presupuesto de 7 billones 88 mil 250 millones de pesos para 2022, según lo aprobado por la Cámara de Diputados. La conciencia es fundamental en toda sociedad, pero no nos alcanza más que para la continuidad del engaño y el auto engaño. No nos alcanza más que para perpetuar una estrategia que no funciona, para cambiar de nombres, de colores, de partidos, pero no todavía para cambiar las reglas que nos hagan más iguales.