Enrolladas en perlas y vestidas en morado y blanco, como símbolos de la sororidad y la lucha feminista, las mujeres que rodearon a Joe Biden el día de ayer durante la investidura presidencial, encabezadas por Kamala Harris, representan una nueva forma de poder. Una forma de poder que termina con cuatro años de una pretensiosa administración que abrazó descaradamente la supremacía blanca y el machismo.

Lady Gaga y JLo hicieron de sus presentaciones actos combinados de solemnidad y esperanza, envueltos en una fuerza femenina que pareciera inédita. Posteriormente, la joven poeta Amanda Gorman capturó las emociones encontradas de millones de mujeres de color tras años de declaraciones incendiarias e incesantes por parte del hombre que mandaba en la nación más poderosa del mundo. “Siempre hay luz si tan solo somos lo suficientemente valientes para verla. Si tan solo fuéramos suficientemente valientes para serla”, dice en su última línea La colina que subimos, poema que Gorman recitó, y que terminó de escribir el día en que los simpatizantes de Trump tomaron el Congreso.

Y triunfalmente, Kamala Harris, quien juró el cargo ante la jueza Sonia Sotomayor —la primera hispana en la Suprema Corte— no solo será la primera mujer, negra de origen asiático, en ocupar la vicepresidencia de Estados Unidos, sino que también hará de la vicepresidencia un cargo con mucho más presencia y poder. Explico: La atención que Harris ha cobrado no solo en la prensa sino en ese mundo de política masculino, es una señal de su gran influencia.

Además, Biden ha anunciado que gobernará por un periodo nada más, por lo que Harris podría ser candidata a dirigir la Casa Blanca por el partido demócrata para 2025. La exsenadora por California es un activo para la lucha contra la discriminación de género y racial, particularmente ante los grupos supremacistas blancos, que se asomaron de manera alarmante hace dos semanas con la toma del Capitolio, cuando Biden era ratificado presidente.

Aquello solo fue un recordatorio de lo presente y lo cerca que está la convicción de que son los hombres blancos quienes deben gobernar; aquello solo fue un recordatorio del ajuste de cuentas pendiente tras el asesinato de George Floyd en mayo del 2020, mismo que tuvo mucho que ver con el ascenso de Harris a la vicepresidencia. Lo del 6 de enero pasado y la crisis sanitaria por Covid-19 son claras oportunidades para Kamala Harris.

Oportunidades para ejercer mano más dura que sus antecesores en materia correspondiente a los grupos supremacistas blancos, y a la lucha contra la corrupción y el racismo enclavados en los cuerpos policiacos. De lograrlo, abonaría importantes niveles sobre lo que ya ha sido su historia de romper techos de cristal, y crearía una nueva forma de ejercer el poder, un poder que no necesita de la masculinización para ser, un poder femenino para una nueva historia.

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