Inaceptable pero real. Inadmisible pero real. Inconcebible pero real. Esto es Salgado Macedonio cobijado por López Obrador. Un presunto violador para gobernador. ¿Qué le debe el presidente que lo arropa y “no tiene porqué opinar” sobre la polémica candidatura pero lo respalda diciendo que no a los linchamientos políticos? ¿Será costoso para el partido? ¿Será costoso para el propio AMLO? “Presidente rompa el pacto”, claman en las redes sociales actrices, intelectuales, escritoras y también se sumaron algunos hombres.
No importa, como tampoco ha importado el impresentable de Bartlet en la CFE. López Obrador está pisoteando con fuerza todo su hermoso discurso de julio de 2018, aquel de la auténtica democracia, aquel de erradicar la impunidad como misión principal, aquel de que bajo ninguna circunstancia el Estado sería representante de una minoría.
A falta de una verdadera y eficiente oposición, está la ciudadanía. Las mujeres sí, pero también los hombres deben sentirse afectados en su dignidad. Este asunto traspasa el género, no es más una cuestión del feminismo. Si más hombres estuvieran subidos en la negativa de esta candidatura, probablemente Felix Salgado Macedonio no estaría registrado. ¿Qué dignidad puede ostentar un pueblo que dejó a un presunto violador llegar a tal posición de poder? ¿Qué entereza puede ostentar un hombre que ve como ajeno el abuso sexual? Los hombres de Guerrero y los hombres de todo México deben de dejar de lamentarse por las mujeres, por cómo nos va a dejar a las mujeres este hecho, y empezar a asumir el problema como propio.
Hubo una evidente simulación por parte de la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena, que citó a comparecer al candidato el pasado martes, pero que dejó fuera a las abogadas de Basilia Castañeda, una de las víctimas. Ha sido, sin duda, un acto de misoginia sí, pero también es un acto de cinismo al igual que cuando el presidente de México sale con un “yo no tengo porqué opinar” y con que son asuntos con fines “politiqueros”. La misoginia es inadmisible, tanto como el teatro de la democracia.
La violencia contra las mujeres es un asunto que compete a los hombres. Y mientras no se entienda así, más difícil será llegar a una solución. Lo personal es político para todos. Así que vale la pena hacer este llamado.
Los hombres, prácticamente todos los hombres, conocen por lo menos en su círculo más cercano a alguna víctima de abuso, sepan de ella o no, hayan hablado del asunto con ella o no, pero conocen a una víctima por pura estadística. En México, 7 de cada 10 mujeres de 15 años o más que han estado en pareja, afirman haber sufrido en cierto momento de su vida algún tipo de violencia, según datos de Fundación Origen. Sabemos del subregistro, sabemos de la violencia psicológica y sabemos de las formas a veces sutiles de ella. Como sociedad, hombres y mujeres, debemos aprender a denunciar una violación, a exigir justicia y a dar soporte a una víctima.
La violencia contra las mujeres es un asunto que compete a los hombres porque son ellos quienes abusan, quienes cometen la mayor parte de los abusos sexuales aun cuando los hombres también son abusados; porque son ellos en su mayoría los perpetradores.
La violencia contra las mujeres es un asunto que compete a los hombres porque esto afecta en cómo las mujeres vemos a los hombres y en cómo nos relacionamos con ellos.
Y finalmente, la violencia contra las mujeres es un asunto que compete a los hombres porque ellos pueden tener el poder y la influencia para detener este tipo de crímenes. Si lo asumen como un problema que les concierne, pueden desempeñar un papel vital, reprobando las actitudes y comportamientos machistas o cualquiera que apoye la violación, creando mayor conciencia sobre el daño.
No más. Callar no es de hombres. Así que hombres, alcen la voz. Nadie queremos a nuestras madres, hermanas o hijas violentadas. Nadie queremos a un violador en nuestro gobierno. Nadie queremos un México jodido por callar.





