Entrando por 5 de Mayo nos topamos, replegada a los edificios, con una doble fila de mujeres de la Policía Auxiliar de la CDMX. Todas con chaleco antibalas, todas con casco, todas con escudo, todas con rodilleras. Algunas con extintores. Nos dimos cuenta de que traían flores encajadas entre el chaleco y su chaqueta. Las flores como un elemento de guerra. Blancas, rosas, violetas. Atrás, en la Glorieta de las Mujeres que Luchan (aquella que era de Colón), vimos a las manifestantes aventar flores hacia dentro de los espacios blindados por las enormes vallas de metal azul. Antier leímos la invitación de varios contingentes a llevar flores a la marcha. El año pasado, el muro de contención que se inventó Palacio Nacional fue convertido poéticamente en lápidas para colgar flores y escribir los nombres de las desaparecidas, las asesinadas y las que nunca volvieron.

Me acerqué a las oficiales y alcancé a escuchar a alguna preguntar en voz baja a sus compañeras, “¿Qué dicen?”. “Verga violadora”, me volteé y le respondí. “A la licuadora”, completó su colega. Ninguna pudo contener la risa. En esas cuadras de camino al Zócalo, busqué tres veces chocar mi puño con el de ellas. Quería leerlas más allá de sus ojos pintados de verde y de morado. Quería cruzar la mirada y saber qué sentían, si empatizaban, si se conmovían. La primera me lo devolvió como reacción instintiva, y empuñamos intercambiando una sonrisa. La segunda se tardó en entenderme y solo alcanzó a sonreír ligeramente. La tercera, seria, me lo negó.

Días antes, el gobierno de la Ciudad de México había anunciado la movilización de tres mil elementos policiacos. Esa mañana, nos enteramos del despliegue también de elementos de la Marina. Esto le dio a AMLO para tener acordonado Palacio Nacional hasta con tres hileras detrás de sus vallas soldadas. “Se espera una marcha muy violenta”, amenazó intentando intimidar, Martí Batres. Habló de sopletes, picos, hachas, cadenas, bazucas y cohetones. Complicado no conectar la idea de la conducta de masas con lo sucedido el fin anterior en el estadio Corregidora en Querétaro. “No que no, sí que sí, ya volvimos a salir”, respondieron las consignas de una marcha que aglutinó a unas 75 mil mujeres.

Ya para caer la tarde, caminamos alrededor del Zócalo buscando un lugar dónde tomar una cerveza, pero entonces las que tuvimos que replegarnos fuimos las manifestantes. Varias personas bajaban corriendo por Calle de la Palma, atrás venían a trote las Ateneas: vestidas de negro, también con casco, chaleco, escudo y rodilleras. “¿Hasta dónde?”, preguntó una con voz jadeante. “Venustiano Carranza y Pino Suárez”, respondió un alto mando que también les ordenaba a las de menos condición física que no se quedaran atrás. Poco después supimos en redes que esas Ateneas estaban entrando a la plancha. “Policía consciente, se une al contingente”, gritaba la jefa Andrómeda con el puño en alto. Arrebataron así gritos, aplausos y lágrimas de las manifestantes. El video se hizo viral y conquistó millones de corazones junto con las imágenes de un par de abrazos entre manifestantes y mujeres policías.

Estrategia, lo más probable. Pero no tendría más que un punto a favor. El diálogo y la conciliación. El liderazgo político. La unificación. La empatía.

Días antes, la policía había estado mandando algunos mensajes a la ciudadanía a través de entrevistas en diferentes medios: detrás de los uniformes de Ateneas hay mujeres también violentadas y víctimas de abuso. Incluso, integrantes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana se reunieron con grupos de manifestantes con la intención de evitar las confrontaciones que tanto han desacreditado las marchas feministas.

Las perspectivas extremistas consideran hipócrita, cegador y manipulador este acto amoroso que se hizo nota, interpretando que así se busca encubrir otros actos de abuso de poder. Se hablará entonces de la reconciliación de las manifestantes con la policía, pero no de la policía que golpeó en Morelia a las manifestantes ese mismo día. No puedes reclamarle al Estado, abrazando luego al Estado, dicen. Esa misma institución es la que ha abusado de ti, la que no te ha dejado levantar una denuncia, la que te violó, la que ha corrompido una y otra vez evitando la justicia.

Ahora, la estrategia se queda corta y el peligro es que la conmoción supere las verdaderas necesidades urgentes. La estrategia debiera ser transversal y vertical, debiera ser intersecretarial. Porque al final del día, sí he ahí una Claudia Sheinbaum que lo jaló para su molino. La líder con carácter que hace dos años financió en el Zócalo un concierto feminista la noche previa a la marcha, y que fue el escenario ideal para estrenar “Canción sin miedo” de Vivir Quintana, este 2022 se armó mejor un evento de mujeres gobernadoras, senadoras, diputadas, alcaldesas y funcionarias de gobiernos, todas morenistas, en el que consiguió el aplauso y llamado de “Presidenta”.

Que no nos engañe una imagen, pero tampoco le quitemos el valor humano a esa imagen. Es cierto que las Ateneas son mujeres que viven acoso y violencia, en su casa, en su trabajo, que no han tenido las mismas oportunidades, que no tienen los mismos derechos que los hombres. Es cierto que también son madres, que son madres muchas veces solas. Es cierto que solo hacen su chamba. Es cierto que pueden chocar el puño con una feminista que marcha. Es cierto que pueden levantar el puño porque se les ordenó hacerlo, pero eso no quiere decir que no lo sientan. Dimensionemos ese vínculo, ese pequeño logro y esa propuesta de paz, aunque sea entre pocas. Pero también dimensionemos la incongruencia de la Jefa de Gobierno, quien protege a un presidente machista. Durante este sexenio los feminicidios han aumentado 4% en el país, y la Ciudad de México tiene algunos de sus municipios entre los que cuentan más casos.

Martí Batres, su secretario de Gobierno, fue atacado en redes por su osadía amenazante, y López Obrador es hoy el personaje más presente en las mentes de las feministas que buscan derrocar al patriarcado. AMLO representa al patriarcado. Así es y así quedó escrito el martes cientos de veces sobre las vallas y sobre los monumentos. AMLO es macho. Y Claudia, mujeres, representa a AMLO. Fuimos todas, excepto ella.

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