Cualquiera se da cuenta que el club al que pertenece Andrés Roemer es el de los hombres de poder, de los que tienen decisión y dinero, de los que te pueden nombrar Cónsul General de México en San Francisco (2013 a 2015) y darte millones y millones de pesos de presupuestos estatales y federales (582 millones de pesos para el proyecto de la Ciudad de las Ideas desde 2007) para que juegues con ellos a hacerte el listo o mejor dicho quizás, a pasarte de listo.
El club al que pertenece Roemer sigue siendo el del pacto patriarcal, el del sistema controlado por hombres que encubren o no señalan, o no dicen nada ante los excesos cometidos, en este caso, contra mujeres.
Al día de hoy, suma ya seis denuncias penales en contra, y según la titular de la Coordinación General de Investigación de Delitos de Género y Atención a Víctimas de la FGJ, Laura Borbolla, quince mujeres más están a la espera de poder levantar la suya. Al día de hoy, la reputación de Roemer ha caído bajo. Sin embargo, no solo aquella de su comportamiento primario de conquistar mujeres, de abusar de su poder para engañarlas y “seducirlas”. La reputación de Roemer, esa del hombre inteligente, culto, exitoso, también puede caerse a pedazos. Hay cosas que se deberían de reescribir en cuanto a su perfil profesional.
Como muestra un par de botones. En su página del LinkedIn, el cofundador del Festival Internacional Ciudad de las Ideas anota que la empresa Microsoft creó el “Premio Andrés Roemer en Análisis Económico del Derecho”, otorgado ya en más de doce países. Al preguntarle esto a quien funge desde hace varios años, en esta organización, como Senior Communications Manager en México, Teresa Rodríguez García, ella afirma no tener idea alguna de este reconocimiento. Según una publicación de El Economista (Junio 2016), el galardón que promovería el análisis económico del derecho en América Latina, se entregaría ese mismo año en la Universidad Diego Portales en Santiago de Chile. El evento no está documentado por dicha Universidad.
Otro ejemplo es aquel que el historiador argentino Pablo Piccato retomó cuando a partir de las denuncias de acoso sexual, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia revocó el nombramiento de Roemer como “visiting fellow”, pidiéndole al ex embajador de la UNESCO que retirara la referencia de todos sus perfiles públicos. Piccato confirma que lo que presumía Roemer de “senior fellow” nunca fue cierto. Roemer solo fue “visiting fellow”.
La fuente de los logros de Roemer es en muchas ocasiones él y solo él. Premios que no existen, títulos que tampoco existen. Lo que sí existe son historias de decenas de mujeres que han salido a hablar públicamente sobre su comportamiento. Lo que sí existe son testimonios que cuentan que sus juntas en Poder Cívico las empezaba preguntando la talla de brasiere de las participantes. Lo que sí existe son historias de ex alumnos que prefieren mantener su nombre en anonimato, diciendo que ellos escribían los libros que Roemer publicaba. Estos pocos ejemplos nos hablan de un charlatán, fantoche, pero como tantas otras veces, son la prueba de un sistema que los deja ser. El club de Roemer —intelectual, político y empresarial– es el club del patriarcado, que lo mantiene cercado como estuvo su casa en la colonia Roma de la Ciudad de México el pasado 8 de marzo ante las protestas feministas.
¿El club de Roemer es de la misma calaña que el club de Romero Deschamps, que lo dejará salir por la puerta frontal a pesar de muchos cuestionamientos a su alrededor?





