Hace 10 años el intercambio comercial México-China era muy bajo, pero en una década creció de manera muy importante. Hasta el año pasado el déficit comercial de nuestro país con el asiático se duplicó (desde 60 mil millones de dólares en 2014), alcanzando en 2024 un máximo histórico de 119.8 miles de millones de dólares, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).

De esta manera, las importaciones alcanzaron un pico de 129.7 mmdd frente a nuestras exportaciones de 9.9 mmdd con un descenso interanual seguido de dos años consecutivos, cuando en 2022 estábamos vendiéndoles mil millones de dólares más.

Las exportaciones mexicanas a China, son básicamente metalúrgicas (más de 50%), entre las que figuran: minerales de cobre y sus concentrados; minerales de plomo y sus concentrados; desperdicios y desechos de cobre; concentrados de zinc; así como minerales y concentrados de metales preciosos. Siendo que el cobre, abarca más de 40% de las ventas a esa nación asiática, en contrapartida importa el metal ya refinado, del cual es muy dependiente nuestra industria automotriz.

Lo anterior no debe de sorprendernos al haberse consolidado este país como un centro manufacturero a nivel mundial, y de sus cadenas de suministro; 95% de las exportaciones chinas son manufactureras y de allí el peso de su industria en el comercio mundial.

Las compras que hacemos de ese país, se vuelven entonces muy relevantes no solo por productos semi facturados, materias primas e incluso maquinaria y equipo quedan son usados en el proceso que el país hace de sus exportaciones.

En este sentido, el anuncio de tarifas a diversos productos asiáticos, incluyendo a China, de incrementos arancelarios de hasta 50%, no solo es una cuestión de sustitución de importaciones en el Plan México, que además requería tiempo e inversiones, sino más bien de sincronía con nuestro principal socio comercial y que desde luego tiene implicaciones en materia de competitividad, por el valor agregado que dan estas importaciones asiáticas, a nuestras exportaciones, yendo más allá de lo puramente político y recaudatorio.

Sin duda esta no es una política aislada, porque de alguna manera responde al desacoplamiento con China, inmersa en esta guerra comercial con Estados Unidos y la inminente renegociación del tratado de libre comercio de México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Por lo que sí representa un gran desafío para México en el corto plazo y donde desde luego el tema de financiamiento, no puede quedar olvidado, al no ser factor imprescindible en una política industrial integral.

En este contexto habrá que esperar la respuesta de los afectados, particularmente de China y eventualmente de las contramedidas, en caso de que sí se lleven a cabo. Internamente no es posible no esperar presión de precios por la medida, pero más allá de esto para el país está el hacer una profunda reflexión y acción en relación al nuestro aparato productivo y su competitividad, donde lo hoy planteado presenta muchas áreas de oportunidad.

Catedrática del Centro de Alta Dirección en Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México

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