Proteccionismo comercial; reordenamiento geoestratégico y tensiones geopolíticas, han estado presentes como factores relevantes a escala global y en esta coyuntura las economías en el orbe se han ido ajustando e incluso transformando. Lo cierto es que los pronósticos de cierre de la economía este año terminan siendo mejores que los originales; empero el avance no será vigoroso (3%) en promedio para 2025 y 2026, a nivel mundial.

Para México sucede una situación similar mejores perspectivas, 1.0% y 1.5% este año y el próximo, frente a casi nulo crecimiento previsto originalmente. Con ello, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se suma a la lista de organismos que revisaron al alza sus pronósticos, pero también con un optimismo moderado. El primer semestre con un mejor resultado por compras anticipadas e impacto arancelario menor, logrado también por negociaciones y acuerdos, favorecieron el resultado que se espera de la economía mexicana.

No obstante, la incertidumbre continúa; el proteccionismo comercial está latente; la fragilidad institucional es un hecho; la deuda aumenta y se “afloja” la consolidación fiscal, no se podría esperar más que un avance lento.

Y en medio de este ambiente, está la revisión del Tratado de Libre Comercio de México con Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que habrá que definirse el año que entra.

Ya se ha comentado que este proceso no luce sencillo, pero además trasciende a lo puramente técnico, también es político, lo que lo hace aún más complejo. La actuación debe ser ágil, estratégica y coordinada.

Lo que se busca, a pesar de imponderables, es llegar al mejor trato posible. Por nuestra parte, técnicamente los temas: energético y laboral, son lo que demandan nuestra mayor atención y la preparación de una fuerte defensa en dos sectores clave: automotriz y agricultura. Se debe apuntar hacia el arbitraje jurídico; establecimiento de reglas claras, digitalización y plazos estables.

Mientras México no pierda la posición especial que tiene con Estados Unidos, un tratado bilateral podría acabar siendo el resultado final, claro la integración tripartita es la prioridad por muchas razones. Entre éstas están las sinergias logradas, como en el sector automotriz que demanda la capacidad instalada de los tres países. Empero, además, la integración productiva en la región y con cadenas de suministros muy consolidadas, sería lamentable dejar atrás la cooperación tripartita, que representa 30% del Producto Interno Bruto a nivel mundial.

El FMI ha recomendado en estas circunstancias globales robustecer la cooperación internacional y mantener márgenes de maniobra prudentes y estratégicos. Comenzando con lograr mayor eficiencia en el gasto y manteniendo la sostenibilidad de la deuda; así como la calibración de las decisiones monetarias respetando la independencia de los bancos centrales para hacerlas. México las debería comenzar a poner en práctica y/o reforzarlas. Así mismo, abatir los rezagos de logística, de infraestructura y regulatorios.

La consideración de tratar de sustituir importaciones, implícita en el Plan México va en congruencia con el fortalecimiento de la política- sobre todo industrial- en nuestro país, como lo es abrir nuevos mercados y reactivar la inversión privada con certidumbre y seguridad.

Para México 2026 es crítico, no solo por la importancia de los socios con quien se negociará, pero también porque está en juego el papel que desempeñaremos en el entramado regional y su futuro industrial, más aún cuando es poco probable que las condiciones externas cambien radicalmente en lo inmediato.

* Catedrática de la Anáhuac Graduate School of Business de la Universidad Anáhuac, México y consejera independiente.

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