La presión arancelaria impuesta por Estados Unidos y una economía debilitada tanto por la consolidación fiscal como por la reforma judicial, han provocado que las estimaciones de crecimiento de este año y el siguiente de la economía mexicana se hayan ajustado a la baja. En este momento, los pronósticos se inclinan hacia una caída menor a 1% en 2024 y ligeramente superior a esa cifra en 2025.

A este escenario complicado se suma la resistencia inflacionaria, colocando el pronóstico actual por arriba del objetivo del Banco de México de 4% y lo que empieza, a su vez, a generar cuestionamientos sobre futuros relajamientos de la política monetaria. En este sentido hay en general, un optimismo menguado, frente a un menor crecimiento y un mayor aumento de precios, de los esperados.

En el primer trimestre del año se obtuvo un crecimiento de apenas 0.2%, donde las actividades agropecuarias fueron las responsables de evitar la caída, pero los servicios y la actividad industrial siguieron mostrando debilidad. Sin embargo, la desaceleración sigue su paso, no solo el consumo, pero también la inversión tendrá un comportamiento a la baja, ya que en el marco de incertidumbre, se añade el impuesto a las remesas y la revisión del Tratado de Libre Comercio de México con Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que al afectar la confianza está teniendo un impacto negativo en la inversión. De hecho, serán las entidades más expuestas al comercio y remesas de Estados Unidos, las más perjudicadas.

La creación de empleos registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), tendrá una baja prevista, para algunos analistas financieros, para llegar a 190 mil plazas en 2025. Y sólo se lograría una recuperación de hasta 300 mil empleos, si se logrará una expansión por arriba de 1% en 2026.

La estabilización de las finanzas ha sido un objetivo en esta administración, aunque complicado, con una contención del gasto público (-7.3% en el primer trimestre), pero aún con un elevado costo financiero.

No obstante, el desempeño del de las finanzas públicas, se mantiene optimista; esperando que el déficit fiscal sea de 4% con relación al Producto Interno Bruto (PIB). Si bien la deuda pública podría ya estar cercana a 60% del PIB en 2030, lo que seguirá presionando el balance gubernamental y conduciendo a muchos mayores ajustes, si no se quiere perder el grado de inversión.

El tipo de cambio continuará apreciándose en la medida que el dólar siga debilitado, particularmente, por la disputa comercial con China. No obstante, las tensiones geopolíticas continúan, ahora por la amenaza del desarrollo de armas nucleares, que motivó el ataque masivo de Israel a Irán, y la respuesta de contraataque de este país al primero, desconociéndose qué escalada tomará el conflicto de Oriente, por lo que la inestabilidad en los mercados persistirá.

De esta manera, factores internos y externos se combinan para conducirnos a una estanflación; el escenario económico se ha complicado.

Catedrática de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México

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