La moderación en la inflación por fin llegó a Estados Unidos. En julio, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) bajó 0.2%, llevando a una tasa anual de 8.42%. Fue el descenso en los precios del petróleo, mayoritariamente, responsable de este resultado. Esta cotización internacional ha experimentado bajas, ubicándose en niveles no vistos hace seis meses, por los desfavorables datos económicos de China y que alertaron sobre el futuro desempeño de la economía mundial. El menor precio del petróleo ha incidido en menores costos de combustibles.
El dato de inflación del séptimo mes del año ha generado expectativas de que la tendencia a la baja continuará y que ésta ya llegó a “su pico”. De hecho, algunos especialistas siguen argumentado que la inflación es más circunstancial que estructural. Lo cierto es que ahora lo que se espera son aumentos más moderados en las tasas de interés, pero no se detendrán porque la Fed no ha terminado su labor. También un tono menos agresivo es un buen augurio de que no se desate una estanflación, en virtud de que la información de mercados, ventas y consumo marcan una trayectoria rápida de desaceleración.
En efecto, la economía de Estados Unidos volvió a contraerse en el segundo trimestre en 0.2%, esto es de abril a junio, tras haber disminuido en 0.4% en los tres primeros meses del año, entrando así en una recesión “técnica”. Asimismo, siguen los malos resultados en algunos sectores, como tal es el caso de la vivienda. Por mencionar un ejemplo, está la venta de viviendas nuevas, disminuyendo 5.9%, a una tasa anual ajustada estacionalmente de 4.81 millones en julio, la más baja desde mayo 2022; esta es la sexta caída consecutiva y, en comparación con el año anterior, muestra una caída de 20.2%.
Los cambios en las expectativas en los inversionistas sobre la inflación y las tasas de interés moderarán esta tendencia de desaceleración y modificarán las preferencias en el mercado bursátil, bonos, e incluso también en las decisiones de inversiones en empresas con ganancias potenciales lejanas. La aspiración de la Fed es que la inflación se lleve a la meta de 2% en un periodo de 18 meses; el camino, sin embargo, no es sencillo y, si la inflación persistiera, se tendría que volver a aplicar una política monetaria más restrictiva, lo que provocaría al final más atonía en la economía.
Con relación a México, el Índice Nacional de Precios al Consumidor aumentó 0.74% en julio, con lo cual la inflación anual llegó a 8.15%, su mayor nivel desde el 2000. Son precisamente los precios de los alimentos, frutas y verduras los que siguen creciendo. Particular importancia tiene el alza de la inflación subyacente, que no incluye los precios más volátiles: se ubicó en 7.65%, no ha parado de subir, y claramente contrasta con la de Estados Unidos, que ha bajado mensualmente desde marzo, cuando registró un nivel de 0.5 % y podría llegar a 0.3% al final de agosto. La propia desaceleración de la economía hace prever que el “pico” inflacionario podría alcanzarse en septiembre, pero la inflación se mantendrá en niveles elevados (8.1%). Es de considerar que, si bien las bajas en las cotizaciones del petróleo están ocurriendo, los subsidios a la gasolina también se reducen, por lo que el precio final se mantiene elevado. Hay una gran diferencia: mientras en Estados Unidos se ha ampliado la oferta, México experimenta los estragos de la escasez de algunos bienes y mercaderías. Incluso, la ola de violencia que vive el país amenaza con empeorar la situación, ya que algunos negocios cerrarán, bajando la oferta y subiendo los precios.
Sin duda, estamos frente a dos trayectorias diferentes, con resultados que contrastan. Sin embargo, las autoridades monetarias de ambos países no dudarán en actuar con rapidez y firmeza frente a la inflación y mantener un nivel más alto de réditos durante un periodo más largo. Ello con el fin de restaurar la estabilidad de precios y sentar las bases de un fuerte crecimiento económico y un desempleo aún más bajo.
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