Estamos cerrando un año por demás complejo en diversos sentidos, por mencionar algunos: una dinámica mundial que siguió reconfigurándose en medio de tensiones bélicas; políticas arancelarias agresivas por parte de Estados Unidos; una mayor concentración del poder político en el país y una crisis interna de inseguridad.
Esto evidentemente tuvo impacto a nivel de la evolución de los mercados y el resultado del nivel alcanzado en diversas variables económicas.
Quizás de lo más preocupante es el bajo dinamismo que imperó y que condujo a un ajuste a la baja de dicha proyección. La estimación más reciente del Banco de México ubica una tasa de crecimiento económico de apenas 0.3% en 2025, cuando en las estimaciones iniciales el dato más elevado del rango propuesto era de 1.5%.
En este sentido destaca, el bajo nivel de inversión, (-8.4%, en términos anualizados) donde la falta de certeza jurídica simplemente ha “jugado a las contras”; así como el desplome de la inversión pública, de dos dígitos. Este componente de la demanda agregada de representar 24.2% del Producto Interno Bruto en 2024, pasó a 22.8% en el primer semestre de este año. Un avance para lograr la ya lejana tasa de aumento de 2% de la actividad económica requerirá reactivar este rubro.
Cabe destacar el estancamiento del empleo ante un país que crece poco y no crea los incentivos adecuados. La informalidad ha llegado a un pico, poco más de una cuarta parte de aportación al PIB, que poco aporta poco o nada a la productividad.
Otro aspecto relevante a destacar es la fragilidad de las finanzas públicas. A pesar de los esfuerzos de consolidación fiscal, aunque menores a los originalmente proyectados y el límite natural que tiene la obtención de ingresos tributarios por mayor fiscalización y menor crecimiento esperado el año que entra al proyectado en Los Criterios Generales de Política Económica (CGPE), amenazan su sostenibilidad. Aún más cuando la carga de pensiones y transferencias sociales siguen en aumento. La reforma fiscal se hace inevitable.
En la percepción del clima de negocios, las encuestas coinciden que la inseguridad siguió siendo el factor más desafiante. BBVA Research estimó que el impacto económico de la violencia, representa un freno al crecimiento del PIB de alrededor de -0.5% anual.
En esta coyuntura, se prevé que 2026 seguirá siendo un año complicado, pero con una ligera recuperación (1.2%). La inflación se espera terminará apenas abajo de 4% y las tasas de interés seguirán disminuyendo, pero más moderadamente.
Quizá el tema más relevante para el próximo año es la revisión del T-MEC que claramente, ha trascendido y lo seguirá haciendo, el aspecto técnico, convirtiéndose en un instrumento de seguridad estadounidense. La perspectiva es el mantenimiento de un acuerdo trilateral. Hay que reconocer que la integración con Estados Unidos se ha profundizado, siendo las ventajas del costo logístico y mano de obra factores clave en la negociación. Desde luego, el énfasis estará en áreas de incumplimiento de México en el acuerdo comercial, presionándose al cumplimiento de reglas y normas. El resultado final será esencial, particularmente, para la promoción de la Inversión Extranjera Directa.
De esta manera, se prevé que, al menos en la primera mitad del año, la incertidumbre seguirá privando en el ambiente de negocios y mercados, en 2026.
En relación de la geopolítica, las tensiones continuarán, lo que suma a la volatilidad, pero ahora se agrega a esta lo que el Foro Económico Mundial ha dado por llamar la triple burbuja: la de la Inteligencia Artificial, Criptomonedas y Deuda. Sin duda, dará mucho de qué hablar.
Catedrática del Centro de Alta Dirección en Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac, México y consejera independiente

