En el mundo hay caminos certeros, aunque siempre es una decisión muy difícil dejar de aferrarnos a los prejuicios.

Hace más de 300 años que la humanidad se asomó por primera vez al mundo de los seres diminutos, algunos muy feroces y mortíferos, otros útiles y benéficos.

Esa humanidad no dudó un solo instante en jugarse la vida; aunque sus descubrimientos y logros tuvieron, por supuesto, intentos fallidos, errores y falsas esperanzas.

Incluso, los más osados, perecieron a causa de los microorganismos que estudiaban. La enseñanza es que no se rindieron y nosotros tampoco debemos hacerlo.

La ciencia ha costado muchísimo al mundo y a la humanidad; vidas, guerras, dinero, sangre, sudor y muchas lágrimas; no podemos permitir que después de todo ello, gane la retórica y se reduzca a una decisión simplista sin carácter.

Romper esa decisión fútil para vencer el castigo de aquel que todos los días subía una roca y la veía rodar, sólo para empezar de nuevo; es romper el castigo eterno, es romper el Mito de Sísifo.

Las décadas de formación de los científicos mexicanos no deben ser un esfuerzo inútil e incesante. Es decir, superar el “ya merito”.

Hubo un mundo que mandó a la hoguera a mujeres y hombres, y condenó a otros más a cadena perpetua por osar contradecir los simplismos establecidos. Ese panorama sombrío no puede borrar los méritos de otros.

El conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación son el camino certero para liberarnos de las ataduras, para evitar convertirnos en ese elefante gigante que nunca se liberó del circo, simplemente porque cuando era una cría aprendió que no podía hacerlo y se hizo de la indefensión aprendida.

Como muchos otros, no soy científico, ni pretendo serlo, pero aprendí que la discusión pública le da sentido a la política y la ciencia misma.

El contexto nacional es un claro ejemplo de que no hay uno sin el otro, es una clara responsabilidad de los tomadores de decisiones apoyar a toda costa a los investigadores, académicos y científicos mexicanos y del mundo.

Por el simple hecho de que el común denominador entre estos heterogéneos grupos de personajes es, en la mayoría de los casos, un espíritu incansable y la necesidad de conocer la verdad.

Su necesidad de saber por qué y su tenacidad para conseguir la respuesta. Eso y un decidido apoyo de recursos e infraestructura es lo que necesitan para hacer ciencia.

Lo he dicho en artículos anteriores, y me parece válido no dejar de hacerlo. Se trata de que cada postura acelere el crecimiento de los estados y el país; responder a retos más allá del Covid-19.

México y los mexicanos ya desembolsaron 150 millones de dólares, es decir 3 mil 179 millones de pesos, como anticipo por 51 millones de vacunas contra el Covid-19.

Lo que hasta ahora ha provocado el Covid-19, es apenas la fase preliminar de una de las mayores batallas de la historia de nuestro país, que es también contra la pobreza y la inseguridad, pero debe ser bien librada o las próximas generaciones estarán debilitadas.

La encrucijada, o enfrentamos lo que viene; o vivimos nuestra tragedia incesante de esperar que la solución venga de afuera.

La segunda ola de contagios en Europa nos dice que en esta lucha de toda la humanidad, nos corresponde ocuparnos de los muchos meses que vienen por delante, librar con todas nuestras fuerzas y capacidades.

Ganar la guerra por la reactivación económica, por establecer los mecanismos que saquen a las niñas y niños de su encierro; pasará por el impulso decidido a la ciencia, la tecnología e innovación.

Desde hace 7 meses, un virus, que por cierto sólo es posible revelar con el máximo detalle a través de poderosos microscopios, como un Sincrotrón, nos coloca en el umbral entre vivir y morir. Nos movemos tímidamente entre el portal de uno y la antesala del otro. La historia espera que escribamos a dónde queremos llegar.

Los grandes proyectos, como la construcción de un Sincrotrón, pueden parecer caros, pero depender de otros países y su desarrollo científico y tecnológico es realmente más costoso.

Ante ello, el objetivo más humilde de la humanidad es: vencer; hacerlo desde uno y todos los frentes del virus, superar los múltiples obstáculos que supone.

Vencerlo, aunque el camino sea largo y complicado, porque más allá de sobrevivir, algo que suena insuficiente, nos merecemos todos la oportunidad de vivir, y hacerlo bien. Pero antes nos corresponde vencer al “ya merito”, a la indefensión aprendida y el incesante esfuerzo.

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