México se jugó la salud de su elogiada democracia en un volado donde la moneda nunca estuvo en el aire, siempre estuvo en las manos de legisladores sin más virtud que la que comparten con la cucaracha: la supervivencia. Hablamos de hombres que han forjado su apetito voraz por el poder y dinero saltando de una cámara a otra, trabajando hasta altas horas de la noche en salones privados de los mejores restaurantes de la ciudad y despachos gubernamentales sin perder tiempo en otra negociación que no sea una que asegure su futuro patrimonial y político; mujeres que cubren cuotas de género y reciben instrucciones de amos que no ven en ellas más talento que la lealtad.

El Presidente cierra el año en plenitud de conquistas y aunque el oráculo de Delfos y todas las ecuaciones le indiquen que será su dedo el que designe al sucesor, el líder de la 4T toma medias extraordinarias y sacude al INE. El Presidente como expriista y estudioso del fenómeno debe tener clarísimo que todo, todo lo que hoy tiene Morena ya lo tuvo antes el PRI, los estados, las cámaras, los programas, los pillos, las mañas, el artificio y justo así, despreciando las urgencias y desestimando el caos, un día lo perdió todo.

No es un secreto que la magia de la 4T no es Morena, la magia es Andrés Manuel y claro está que a él, el pueblo le perdona e incluso justifica los horrores en materia de seguridad, proyectos caprichosos y asfixia presupuestal a rubros urgentes; sin embargo, difícilmente perdonarán a Morena cuando el tabasqueño desaparezca de las mañaneras, entonces el partido más poderoso de México habría perdido su piedra filosofal.

Desde luego tendrán una o un presidente que, aunque pequeñísimo en gracia y simpatía, dispondrá de todos los programas sociales para lucrar y convertirlos en votos; sin embargo, también les quedarán todos sus gobernadores, que han resultado con talento excepcional para lograr cifras históricas en violencia y muerte, que se convierten en resultados también muy lucidores en descalificación ciudadana.

Echándole un vistazo al ranking de aprobación ciudadana a gobernadores y gobernadoras del penúltimo mes de 2022 de Mitofsky, podríamos entender la urgencia del partido en el poder por modificar las reglas del juego y así no volver a celebrar elecciones como lo hicimos en 2018, cuando todos reconocimos y aplaudimos la salud de nuestra democracia.

Y es que resulta destacable que ocho de los 10 gobernantes menos queridos de México son generales de la 4T, uno del PRI y uno más de Movimiento Ciudadano; sin desestimar que del otro lado del ranking están los gobernantes mejor calificados y en ese extremo de la lista ni por probabilidad (dada la gran mancha guinda que cubre al país ) le tocó alguna medalla de oro plata o bronce a Morena; el gobernador con mayor aprobación es el de Coahuila, Miguel Riquelme, del Revolucionario Institucional; el segundo y tercer lugar son para los panistas Mauricio Vila, de Yucatán, y Mauricio Kuri, de Querétaro; los dos primeros con cifras de aprobación superiores a 60%.

Del otro lado del ranking está Morena arrasando con el último lugar en aprobación ciudadana con David Monreal, mandatario de Zacatecas, que apenas con 15 meses de gobierno en contadas ocasiones ha cedido el puesto, le sigue los pasos la gobernadora de Colima, la morenista Indira Vizcaíno, para dejar el antepenúltimo lugar al priista Esteban Villegas, de Durango.

Morena, apoderado del cuarto, quinto y sexto lugar para los mandatarios de Puebla, Guerrero y Michoacán, después Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco por Movimiento Ciudadano; octavo peldaño para Cuauhtémoc Blanco, de Morelos; noveno y décimo lugar para Morena con Américo Villarreal, de Tamaulipas, y Alfonso Durazo, de Sonora y, como si la incompetencia fuera creación, la 4T despide 2022 con regocijo, pues, el plan B avanza.

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