Nadie va al infierno por tener gustos costosos, tampoco es crimen punible tener un sentido sinuoso de las prioridades, pero si los gustillos se pagan con recurso público y conseguir el excéntrico obsequio para el líder, además de ser “inmoral”, tiene al aparato gubernamental trabajando para ello, pues el gustillo se antoja perverso y cruel, sobre todo si echamos un vistazo a lo que urge atención y recursos.
Pero, ¿quién podría juzgar un desliz tan natural en los vaivenes del poder? Sin importar origen, raza o tiempo, el personaje que llega a armarse de poderío arroja su alma al pozo de la vanidad, egocentrismo y otros pecados (muy satanizados, por cierto, en la cartilla moral de la 4T , movimiento que dejaría atrás todas las prácticas abusivas y rapaces de los conservadores neoliberales).
Iniciemos con el gasto: ¿en qué se le ocurre a usted que la autoridad podría invertir mil 500 millones de pesos? Pues a la 4T no se le ocurrió mejor destino que organizarse un festín, al que presentó como “revocación de mandato”. Todo indica que los nuevos revolucionarios cayeron en las garras del poder o el poder los hizo garras, pues, ¿quién mejor que ellos conoce a la perfección las cifras de aprobación del Presidente? Saben muy bien que no hay suficientes casas grises, Píos, inflación , Gertz o violencia que alcance a lastimar su bastión.
Aun así, modificando la Constitución y despreciando la decisión de 30 millones de mexicanos que votaron para que Andrés Manuel ejerza como Presidente durante seis años, se volcaron a la organización y promoción del ejercicio que nos llevaría al siguiente nivel en materia de democracia, pero sobre todo le regalaría al jefe el pase directo a los libros de historia.
Desde luego que entendemos que esta modalidad de plebiscito es centenaria y de aplicación recurrente en Norte y Sudamérica. Y, ¿quién se opondría al derecho de remover a un funcionario una vez que se ejerció el derecho de elegirlo? Sin embargo, el procedimiento es aplicable cuando se presentan condiciones de crisis que justifiquen la consulta ciudadana para determinar si el mandatario continúa o no con su periodo. ¿De verdad la autoridad cree que el país está en crisis y que lo mejor para la nación es regresar a las urnas para destituir al mandatario? La revocación no se vislumbra como otra cosa que un capricho muy costoso de otro presidente. Aun así, la jornada del domingo no arrojará una cifra que sacie el apetito de un líder que aspira a lo absoluto y que, además, ha sido franco y contundente rechazando todo indicador o forma efectiva de medición a su desempeño.
Sin embargo, el domingo no se medirán resultados económicos, combate a la pobreza y ni pensar en la violencia, la medición será de aprobación. Imagino que no persistiría el espíritu democrático morenista si se extendiera el ejercicio de revocación de mandato a las entidades federativas, de las que 17 son gobernadas por Morena y ocho de ellas (algunas con seis meses en el poder) ya se ubican en la lista de los 15 peor calificados, según la encuesta Mitofsky de marzo sobre aprobación a gobernadores y gobernadoras.
Ellos y todos los demás, de forma descarada y frenética se han volcado a la añeja práctica de corte conservador de utilizar todos los medios a su alcance para servir al amo y hoy podemos decir que todo está listo para el 10 de abril, pero, si el pueblo lo pide, ¿se irá el presidente que no ha perdido ninguna de sus tres campañas presidenciales?
Allí están, totalmente a la vista y totalmente expuestos, convertidos en todo lo que una vez repudiaron y nos animaron a rechazar, pervirtiendo lo que una vez nos dio esperanza.