Cerramos semana de muertos y ausencias, ofrendas llenas y sillas vacías. Desde el siglo de la Revolución, no enterrábamos a tantos mexicanos. Ese ritual tan nuestro, al que nos hemos aferrado como a ningún otro, hace mucho no aparecía en tantos hogares, con su perfume de cempasúchil y copal, magia milenaria que da color al dolor, esbozando el camino del encuentro.
Para el que se queda, la muerte es pérdida, y nuestro pueblo tan acostumbrado a perder, se aferró a la ceremonia que nos da la oportunidad de ofrendar al que se fue, lo que la cotidianidad nos robó: gratitud y decoro.
El año de la muerte
El registro de defunciones del Instituto Nacional de Estadística y Geografía reporta que en 2020 se registraron un millón 86 mil 743 muertes, esta cifra se ubica 43.5 % sobre la media registrada del 2015 al 2019. El coronavirus fue la segunda causa de muerte en México, detrás de enfermedades del corazón y seguido por la diabetes. En números, 2 de cada 10 fallecieron por Covid-19, influenza y neumonía; en personas, el año pasado nos dejó un excedente de 326,279 mexicanos muertos, cifra superior a la totalidad de la población de ciudades como Pachuca o Zacatecas.
Nadie duda que la pandemia incrementó la tasa de mortalidad en todo el mundo, pero los resultados fueron muy variados, y no por regiones, cada país diseñó y activó su propio plan de atención y contención, cuya efectividad está sujeta a la más básica y escalofriante medición: cuantos murieron, cuantos sobrevivieron.
Los otros muertos
Pero estas no han sido las únicas enfermedades que han provocado el crecimiento de los números de la muerte en México, existe otro padecimiento social, que en la última década, ha acumulado víctimas que ya se cuentan por cientos de miles: la violencia.
Los homicidios integran la lista de las ocho principales causas de fallecimiento en nuestro país, para los hombres es la sexta causa de muerte.
De acuerdo a las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los primeros 30 meses de la actual administración se han iniciado 86 mil 370 expedientes por homicidio doloso, hablamos de un promedio de 81 al día. Registro 138 % mayor al del mismo periodo de la administración de Felipe Calderón, y 74 % mayor al mismo periodo de la administración de Enrique Peña.
México lleva 3 años consecutivos en la tasa de 29 homicidios por cada 100 mil habitantes: los estados con tasas más altas de homicidios por cada 100 mil habitantes en 2020 fueron Colima (95), Chihuahua (92), Guanajuato (87), Baja California (78) y Zacatecas (76).
El rostro de la muerte
La muerte se ha convertido en nuestra identidad cultural. Es la fiesta, pero también es la frialdad con la que la sorteamos; nos matan a diario, en nuestro hogar, en plazas públicas, en el transporte, igual sucede de día o de noche y sucede sin despeinar a los responsables de nuestra seguridad, sin borrar sonrisas, sin alterar agendas o urgencias. Se ha normalizado que el gobernante seleccione sus responsabilidades, ignorando lo que escapa a su contentillo o capacidad.
Para los que nos quedamos, la muerte no es otra cosa que PÉRDIDA. Pero el ritual de día de muertos, desafiando toda doctrina y lógica nos permite, GANAR; ganamos una noche con los que ya no están, le ganamos al dolor y celebramos.
(Con respeto a los que atraviesan el más nauseabundo y oscuro de los pantanos: el dolor de la pérdida sin féretro, sin rito, sin ofrenda; a todos los que siguen buscando).