Se dice que en provincia los días son más largos, el cielo es más justo y las sonrisas más francas; ahí crecí yo, despertando por el escándalo de las campanadas de la iglesia, caminando a la escuela sin más temor que llegar en tiempo y con ilusión de encontrar helados de garrafa de regreso a casa. Creces amando cada adoquín bajo tus pies, memorizas sus formas, acoges a cada persona que está ahí, a tu paso, y se convierten en elemento imprescindible de la estampa que guardas en tu memoria de los días felices.
Los municipios son las células que contienen el ADN de nuestro país, es en los pueblos donde encontramos trozos del México prehispánico, colonial y sus cicatrices de viejas heridas de batalla, es ahí donde vive nuestra identidad mexicana.
El municipio ha sido la primera forma de organización instituida en América hispana y, a más de 500 años, sigue siendo el más puro ejemplo de vida comunitaria. Desde su concepción, constituyó una instancia idónea para el ejercicio pleno de la democracia y autogobierno, proyectando así el mejor escenario para lograr la representatividad política y el desarrollo del país.
En las recientes décadas, los municipios han enfrentado las consecuencias de los desplazamientos de habitantes de zonas rurales a zonas urbanas, y es que el encarecimiento de los combustibles y los abusos en la comercialización de los productos han hecho de la agricultura una actividad no remunerable. Los programas para el “fortalecimiento” al campo pasan por varias aduanas de corrupción, y los famosos apoyos llegan a los campesinos convertidos en un puñado de semillas o en la rifa de un par de tractores; todo esto, insuficiente para lograr la venta de sus productos a precio justo ante el institucionalizado intermediarismo.
Los municipios al margen de las zonas metropolitanas han sobrevivido del pequeño comercio, que en muchas regiones se mantiene activo por las remesas; sin industria, la mayor fuente empleadora es el ayuntamiento, éstos en su mayoría operando presupuestos apretados, que apenas alcanzan para el abultado gasto corriente.
La pandemia de Covid-19 redujo las recaudaciones municipales en más de 60%, dejando en números rojos a cerca de 80% de los más de 2 mil 450 municipios del país. Además, alcaldes con espíritu de monarca y apetito voraz invierten su tiempo y el poquísimo recurso en asegurar la reelección o dejar en familia la sucesión, a esto agregamos su desconocimiento para el desarrollo de proyectos productivos y gestión de recursos, generando el socavón en el que hoy están las administraciones municipales, que al paso de los trienios sólo crecen su nómina y los pasivos, alejándose más y más del anhelado desarrollo.
Ante este horizonte poco esperanzador para nuestra provincia, la Cuarta Transformación redujo las participaciones federales del ramo 28 y ramo 33 de aportaciones federales, eliminó programas que representaban la oportunidad de acceder a recursos extraordinarios, como el programa migrante 3x1, fondo minero y pueblos mágicos, mandando a los municipios al rincón de “los olvidados”.
En los últimos 15 años, el crimen organizado aplastó la paz y la candidez de la provincia mexicana, pero en los últimos tres años, la política de seguridad nacional decretó abrazar y no combatir a los criminales.
¿Será posible estructurar un proyecto de nación que excluya a los municipios? ¿Se puede orquestar una transformación nacional ignorando la grave crisis celular del país?
Siempre hay sonidos, aromas y sabores que nos permiten viajar en el tiempo y espacio para estar ahí, en el lugar de nuestras mejores memorias; por hoy, sólo tendremos eso, el recuerdo nostálgico, hasta que logremos recuperar nuestra provincia.