Si bien el sector inmobiliario es uno de los más fuertes y un puerto seguro, la realidad es que es cíclico y, por lo tanto, experimenta altibajos. De hecho, se dice que la historia demuestra que el mercado de los bienes raíces –en lo que se refiere a venta de tierra o construcción de viviendas– suele alcanzar su punto máximo cada 18 años aproximadamente.
Más de dos años de pandemia, el retraso en la cadena de suministro de materiales de construcción ocasionado por esta crisis mundial, el posterior aumento en el precio de dichos materiales, niveles de inflación históricos a nivel global y, como si no fuera suficiente, la invasión a Ucrania, echan más leña a este fuego que parece tomar nuevos bríos lejos de apagarse.
Sin embargo, es curioso que aun cuando vivimos bombardeados por este tipo de noticias, hay quienes todavía no tienen completamente claro cómo lo que sucede a miles de kilómetros de distancia, en naciones con un clima, una cultura y una realidad tan distintas a la mexicana, termina afectando el país, a tu colonia o incluso tu potencial como comprador(a) de vivienda.
La realidad es que lo que sucede al otro lado del planeta sí puede llegar a frustrar nuestros planes en el ámbito cotidiano y patrimonial por el hecho de reducir nuestro poder adquisitivo.
Veamos: Ucrania y Rusia son exportadores estratégicos de productos básicos y los mercados de materias primas alrededor del mundo se han visto seriamente afectados por el bloqueo de dichas exportaciones como resultado de la invasión y las medidas que se han tomado en consecuencia.
La guerra en estos países implica una seria afectación a la producción de petróleo, gas, maíz y trigo. Es más, los especialistas estiman que la situación actual podría llegar a duplicar el precio del trigo, esencial para generar muchos otros productos alimentarios.
Rusia es uno de los mayores proveedores de metales en el mundo, como el acero y el cobre. Así pues, debido a la invasión a Ucrania, se podría ver un aumento de precio significativo al cableado que alguien probablemente tenía planeado usar para renovar su casa y que ya no podrá adquirir porque el precio ha salido por completo de su presupuesto.
Sin duda, la guerra europea sacude la económica mundial en tiempos en los que la incertidumbre no ha cesado ni un momento.
En Estados Unidos (EU), por ejemplo, ha ocasionado que las tasas hipotecarias bajen, facilitando que más compradores ingresen al mercado. Esto a su vez, genera una competencia por las casas nuevas pero, como vimos, la falta de suministro de materiales de construcción (tales como la madera, en el caso de EU, el cemento y la varilla para México –que hasta marzo de este año registraron un aumento de casi 14% y el mayor desde 2020–) ocasiona que las casas disponibles suban de precio.
Antes de la invasión, las tasas hipotecarias en Estados Unidos habían estado aumentando durante varias semanas, situación que hizo pensar a los economistas que los precios casi exorbitantes del mercado dejarían de subir, pero la guerra y la imprevisibilidad económica posterior movieron las piezas del ajedrez creando un efecto contrario: tasas más bajas y mayor demanda de vivienda.
No se puede perder de vista que la incertidumbre geopolítica tiene un efecto considerable en nuestras vidas y en nuestras decisiones patrimoniales. La historia lo refrenda.
Algunos registros señalan que, durante la Guerra del Golfo Pérsico, la tasa promedio de una hipoteca a 30 años llegó a 9.84% cuando Irak invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990; aumentó a 10.04% en septiembre y cayó a 9.55 % cuando EU atacó Bagdad el 1 de enero. Luego, las tasas hipotecarias aumentaron ligeramente después del alto el fuego de febrero de 1991 y fueron bajando incluso dos años después.
Para los especialistas, el verdadero efecto económico de una guerra –independientemente de donde ocurra– está determinado por el costo del conflicto, su duración y el efecto de desgaste en la confianza de los inversores y consumidores.
Mi perspectiva es que no debemos perder de vista que, aun cuando las economías del mundo están interrelacionadas, cada mercado es distinto y algunos son más fuertes o débiles que otros, por lo que antes de esperar una debacle, es más adecuado echar un vistazo a las condiciones del sector inmobiliario mexicano, en el cual observamos una escasez de construcción de vivienda, una demanda insatisfecha desde hace años y un potencial aumento a los precios de casas y departamentos que ya habían aumentado por el costo extra de erigir los nuevos desarrollos.
Lo anterior, sin dejar de observar tampoco que la banca no ha cerrado llave del crédito hipotecario, que lo ha otorgado de manera muy responsable, tanto así que hoy se sabe que a los Millennials se les ha otorgado muchos de esos créditos y que las mujeres también casa vez más compran casas por su cuenta.
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