Solo días antes del 11 de septiembre de 2001, el expresidente George Bush famosamente declaró que Estados Unidos no tenía “relación más cercana” que aquella que cultivaba con México. Después vinieron los ataques, la guerra en Irak y el desacuerdo entre los dos países. Bush tuvo que tragarse sus palabras. Pero, a pesar de desencuentros como este y sin importar lo que suceda en otras partes del mundo, México le importa a Estados Unidos y Estados Unidos le importa a México. Y mucho.
Hace algunos años llegué a la frontera entre Tijuana y San Diego. Venía de Los Ángeles con un equipo de Telemundo. En el límite entre las dos ciudades, del lado norte, me encontré con la Patrulla Fronteriza, que nos hizo un recorrido por el último narcotúnel que habían decomisado en la zona. Nos adentramos, cámara en mano, en las entrañas de la tierra y descubrimos un pasadizo subterráneo con iluminación eléctrica, ventilación sofisticada y las dimensiones necesarias para el traspaso de marihuana y cocaína. El túnel como una metáfora de la conexión entre los dos países. El tráfico de drogas une a México y a Estados Unidos.
La principal crisis hoy es por el fentanilo y los túneles no son necesarios: la mayor parte de esta droga pasa desapercibida por los puertos de acceso en la frontera. El fentanilo es un opioide sintético, 50 veces más poderoso que la heroína. Según la DEA, solo dos miligramos, que caben en la punta de un lápiz, pueden ser letales.
De acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades (los CDC), más de 107 mil personas en Estados Unidos murieron por sobredosis durante 2021. Casi el 70% de esas muertes fueron por drogas sintéticas como el fentanilo, muchas veces combinado con otras drogas como la cocaína, la metanfetamina y la heroína. En ocasiones, las personas no saben que están consumiendo fentanilo.
“Ninguna familia debería pasar por el dolor de perder a un hijo de esta forma,” le dijo a Rogelio Mora-Tagle, corresponsal de Noticas Telemundo, la señora Diana Trujillo. Su hijo murió a los 16 años sin saber que el dulce de marihuana que compró en internet tenía fentanilo.
Se trata de una epidemia real y las críticas por no detenerla crecen sobre la Casa Blanca, con el dedo apuntando hacia México. Esta semana el Secretario de Estado, Antony Blinken, reconoció dos cosas por primera vez: primero, que hay regiones de México en las que los cárteles de la droga tienen el control; segundo, que sí consideraría catalogar a estas organizaciones criminales como grupos terroristas.
Es verdad que lo dijo en una audiencia del Senado, presionado por el senador de Carolina del Sur Lindsey Graham. Pero el hecho es que ésta es la primera vez que el hombre responsable de la diplomacia estadounidense dice algo parecido.
México, en modo defensa, señala con el dedo también a Estados Unidos. “¿Cómo se explica que la droga llegue desde la frontera hasta la zona de los Grandes Lagos, donde está el principal foco de la epidemia de fentanilo?” preguntó también esta semana, de forma retórica, el Canciller Marcelo Ebrard en entrevista de radio con López Dóriga. “¿Significa entonces que en Estados Unidos tampoco tienen control de algunas regiones de su territorio?”
El expresidente Bush tenía razón y la realidad se hizo notar entonces como ahora: la relación entre México y Estados Unidos es cercana y es compleja. Pero en un asunto como la lucha contra las drogas, en el que la cooperación es necesaria, las dos partes tendrían que recordar que cuando uno apunta al de enfrente con un dedo, otros tres dedos de la misma mano apuntan de regreso.