En el último día de la Convención Constitucional de 1787, cuando Estados Unidos adoptó su Constitución, un grupo de personas se reunió en la escalinata de la Sala de Independencia, en Filadelfia, a la espera de noticias sobre el gobierno que los padres fundadores de la nación habían diseñado. Una mujer se acercó a Benjamin Franklin y le preguntó si se había establecido una república o una monarquía. Franklin respondió: “una república, si pueden conservarla.”

La historia es importante en una semana en la que hemos sido testigos de los esfuerzos del nuevo gobierno de Trump por romper con las reglas existentes. Primero, al borde de una guerra comercial con sus dos socios. “Los aranceles que Trump anunció violan el T-MEC,” me dijo la exembajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena. Ella sirvió durante el primer gobierno de Trump y formó parte de las negociaciones del nuevo tratado comercial entre los tres países de América del Norte.

Pero, frente a la amenaza de aranceles que Estados Unidos lanzó sobre México y Canadá, lo más grave del episodio no son los aranceles en si mismos. “Lo más grave es la corrupción de Trump y sus amigos,” dice el periódico Financial Times. Los aranceles pueden hacer mucho daño, afirma la publicación, pero incluso si se postponen, son una muestra más de que el Presidente está dispuesto a romper las normas.

Muchas piezas se mueven a la vez. Mientras la tensión entre México, Estados Unidos y Canadá, crecía y los vecinos se acercaban al precipicio de una batalla de aranceles, en Washington Elon Musk se hacía del control del sistema federal de pagos del Departamento del Tesoro. Con esta herramienta, Musk y su equipo en el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), podrán monitorear, y potencialmente limitar, el gasto del gobierno. Tendrán el control de billones de dólares del dinero público. Unilateralmente, podrían restringir pagos que ya fueron aprobados por el Congreso.

Llama la atención la facilidad y la rapidez con que esta función clave del Departamento del Tesoro pasó a manos de Elon Musk. No hay que perderlo de vista: Elon Musk es el hombre más rico del mundo, sus compañías tienen contratos multimillonarios con el gobierno de Estados Unidos y es un aliado de Trump. Pero nadie lo eligió.

En solo dos semanas, además, Musk ha desmantelado agencias enteras como USAID (encargada de entregar fondos de ayuda a distintas causas en el mundo), y ha ofrecido un ultimatum a millones de trabajadores del gobierno para que renuncien, o de lo contrario sean despedidos. Trump quiere romper lo que existe y reajustar el gobierno de Estados Unidos.

El anuncio de aranceles a sus aliados comerciales, y su esfuerzo por transformar el gobierno, son emblemáticos del poder casi sin límites del Presidente Trump. Aún con la pausa en los aranceles por 30 días, la amenaza a la economía global se queda. Y la amenaza a la república de Benjamin Franklin, también.

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