¿Qué tiene que hacerse para terminar con los grupos criminales en México? Es la pregunta que gobierno tras gobierno se ha hecho y no ha podido responder. El combate ha fracasado. El narco se ha multiplicado y se ha convertido en un conglomerado criminal. La violencia aumentó.
Los carteles mexicanos siempre han sabido adaptarse. En los años 80 traficaban marihuana y después cocaine de Colombia a Estados Unidos. Pero en la última década han mutado en la formación de numerosos grupos, cuyos tentáculos van más allá de las drogas y alcanzan la extorsión, el tráfico de personas, la venta de armas, gasolina y otros productos de la economía formal.
El narcotráfico, en si mismo, también ha evolucionado. El giro hacia drogas sintéticas como la metanfetamina y el fentanilo ha hecho que el negocio sea más lucrativo. La imputación en Estados Unidos contra los “Chapitos”, en abril de este año, y la reciente extradición de Ovidio Guzmán a Chicago, ponen luz sobre la forma en que el comercio ilegal ha cambiado y el problema ha crecido de los dos lados de la frontera.
Antes de iniciar su visita a México esta semana, el Secretario de Estado, Anthony Blinken, subrayó que la relación entre los dos países es probablemente la más importante para Washington. Los temas han sido los de siempre: tráfico de armas, migración, fentanilo. Y no deben entenderse por separado; en todos está involucrado el crimen organizado.
Pero hoy, la mayoría de los esfuerzos de Estados Unidos y México apuntan a combatir el narcotráfico, aunque el mal ya contagió otros sectores de la economía. La guerra contra las drogas comenzó en 2006 con el presidente Felipe Calderón, y causó la división y multiplicación de grupos criminales. De acuerdo con el International Crisis Group, una organización no gubernamental dedicada a la prevención de guerras en el mundo, en 2010 había 76 organizaciones criminales en
México. Para 2020, eran más de 200. Pero no todas tienen la capacidad o las conexiones para traficar droga a Estados Unidos. La DEA solo reconoce 9 carteles de la droga mexicanos.
Para el resto de las pandillas, la extorsión es una de las principales fuentes de ingreso. Con la frontera cerrada, el tráfico de migrantes es también un negocio cada vez más lucrativo (un estudio de BBVA estima que el costo de transitar por el país y cruzar a Estados Unidos, ya supera los $12,500 dólares por persona). Luego están el control de la venta de algunos productos como el aguacate y el limón en Michoacán y la trata de personas, entre otros negocios ilegales.
Muestra de la expansión de los grupos criminales en México es el estudio de Rafael Prieto-Curiel, Gian Maria Campedelli y Alejandro Hope, publicado en la revista Science. Su análisis estima que 175,000 personas trabajan para el crimen organizado y que cada semana se reclutan más de 350 nuevos miembros.
La peor consecuencia de este crecimiento es la violencia. Las actividades ilegales que hoy se llevan acabo solo son posibles mediante el control del territorio, y eso termina en choques y venganzas entre grupos a lo largo y ancho de todo el país. Y la segunda consecuencia es una corrupción más profunda dentro del Estado, incapaz de contener el poder del crimen organizado.
¿Qué tiene que hacerse, entonces, para terminar con los grupos criminales? Es la pregunta para todo aquel que quiera ocupar una posición de poder en las elecciones de 2024, en los dos países. En la siguiente entrega veremos lo que los candidatos, al norte y al sur del Río Bravo, nos han respondido.