El presidente de Estados Unidos camina por la cuerda floja. Difícil mantener el equilibrio.
Esta semana, desde la sala Este de la Casa Blanca, prometió que no “jugaría a la política” con la frontera sur y la inmigración, una oferta potencialmente imposible cuando el país avanza hacia una elección presidencial. Lo dijo el día en que anunció una acción ejecutiva que protege de la deportación a cientos de miles de inmigrantes sin documentos, casados con ciudadanos estadounidenses, y les permite trabajar legalmente. Es el mayor alivio migratorio desde DACA, en 2012. Pero la medida ganó críticas de los republicanos y de algunos demócratas.
Dos semanas antes, anunció otra acción ejecutiva que hace más complicado el proceso para pedir asilo en la frontera y, de hecho, impide que muchos migrantes lo soliciten. Para efectos prácticos, cierra la frontera para miles de personas que quieren entrar a Estados Unidos. La norma se basa en los mismos criterios que en su momento usó el expresidente Trump en su gobierno para impedir la entrada de inmigrantes musulmanes, por ejemplo. Pero esta medida también ganó críticas de los republicanos y de algunos demócratas.
El mensaje que el Presidente quiere dar, concluye el New York Times, es que será duro con los inmigrantes que quieren entrar a Estados Unidos, pero buscará alivio para quienes ya están en el país. Al final, Biden lleva a cabo un complejo acto de malabarismo con esperanzas electorales.
Las encuestas lo dicen claro: los votantes estadounidenses ven a la inmigración como uno de los principales retos que enfrenta el país. Y los electores confían más en Trump que en Biden para atender el problema. (Desde que Biden llegó a la Casa Blanca, ha habido más de 8 millones de encuentros de migrantes con autoridades en la frontera).
En el otro lado de la cancha está el expresidente Donald Trump, quien ha dicho que los inmigrantes “contaminant la sangre del país” y prometió la deportación más grande de la historia en cuanto regrese a la Oficina Oval.
Es verdad que antes, en su campaña de 2016, Trump prometió lo mismo y nunca lo llevó a cabo. Las deportaciones masivas son más complejas de lo que parecen. Pero, a pesar de ello, los electores están más en sintonía que nunca: según una encuesta de CBS, el 62% de los votantes están de acuerdo con que haya deportaciones masivas en Estados Unidos. Aunque industrias enteras, como la agricultura, la construcción y los servicios, dependan de mano de obra barata que muchas veces solo hacen los inmigrantes sin documentos. O aunque, según el IRS, el servicio tributario de Estados Unidos, los inmigrantes sin documentos hubieran contribuido con 500 mil millones de dólares en impuestos en 2019.
En medio de estos actos de acrobacias políticas, siempre cabe recordar los datos.