La transparencia, en el contexto de un Estado democrático constitucional , representa un principio, un valor normativo, un bien público y una práctica institucionalizada originada en la efectiva vigencia, la observancia, el respeto y la efectiva garantía del derecho humano de acceso a la información pública.
A partir de la transparencia, con su transversal aplicación y observancia, es posible la construcción social y conjunta de una verdadera rendición de cuentas, que debe ser entendida más allá de un mecanismo para exigir y materializar la responsabilidad pública; es decir, como una dinámica, responsiva y responsable relación comunicativa permanente entre las personas y sus instituciones.
En México hemos avanzado desde finales de los años setenta del siglo pasado en tal construcción; ello, por medio de la incorporación de la transparencia en nuestro orden jurídico a través de normas e instituciones que, paulatinamente, han dado forma y moldeado nuestras actuales prácticas en la materia. Lo cual, a su vez, nos habla de que vamos por el camino correcto hacia la consolidación y el arraigo de su cultura correlativa, entre las personas.
Lo anterior, es importante y trascendente si consideramos que la transparencia, como la hemos descrito anteriormente, forma parte de los elementos y las condiciones públicas necesarias para materializar, gradual, pero efectivamente, un concepto mucho más grande e importante para toda sociedad: la democracia sustancial.
Nos referimos a una idea de democracia muy amplia y compleja que trasciende la de un mero arreglo político específico con sus métodos de gobernar, crear leyes y realizar la administración pública por medio del sufragio y los representantes así electos. Porque si bien, la democracia contempla, incorpora e implica lo anterior, pareciera más relevante concebirla como un medio para la realización de fines que se ubican en el amplio y plural ámbito de las relaciones humanas y el desarrollo de la personalidad.
En ese sentido, la democracia es una forma de vida tanto social como individual, cuya nota característica se encuentra en la necesidad y posibilidad de participación, involucramiento, efectiva incidencia, cooperación y colaboración en la formación, decisión y construcción de valores sociales y arreglos normativos e institucionales que permitan y promuevan tales acciones por parte de las personas. En todo caso, como lo señalaba Dewey , la democracia se funda en una profunda fe en la humanidad y en las capacidades de las personas, su inteligencia y su poder de articularse de forma cooperativa para, progresivamente, generar el conocimiento necesario para guiar la acción colectiva.
En razón de lo hasta aquí dicho, y para avanzar más rápido y eficazmente hacia la plena consolidación cultural de la transparencia como herramienta para la realización del concepto de democracia descrito, nos parece imprescindible que visibilicemos el valor que para tales fines representa y puede representar el uso de la educación formal en todos los niveles .
La aprehensión social de los lenguajes, razones, justificaciones, valor, utilidad y potenciales de la transparencia y los derechos humanos que le subyacen, como potenciadores del ejercicio de otras libertades y derechos, al igual que del libre ejercicio de la voluntad de cara al desarrollo personal, es un tema que de modo necesario pasa por la educación. La cual, tiene un peso importante en la culturización democrática de las personas, a partir de contenidos objetivos y neutrales en sus fines, pero efectivos en su utilidad y beneficio para quien los adquiere y hace suyos.
Así, el pasado miércoles 21 de diciembre, me reuní con la secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez Amaya , para coordinar acciones y fortalecer, de manera progresiva, en la niñez y la juventud de nuestro país la cultura del derecho de acceso a la información y la protección de datos personales, como parte de un Plan de Acción Educativo en la materia.
Pues la inclusión transversal y multinivel de tales contenidos en los procesos educativos representa un catalizador que debemos aprovechar para el avance y consolidación de la cultura de la transparencia y, así, poder captar mejor la incidencia de todos.
Así como en la actualidad, ninguna constitución democrática lo es sin la previsión y efectiva vigencia de la transparencia, debemos lograr que las personas no conciban sin ella la posibilidad de una democracia sustancial útil para la libre conducción de una vida digna.