El segundo mandato de Donald Trump inició el 20 de enero a tambor batiente firmando 41 órdenes ejecutivas de diversa índole. Las más relevantes para nuestro país se centran en lo relacionado con la migración y la seguridad de la frontera, cuya ejecución inmediata ha motivado importantes polémicas y divisiones internas de carácter político. Una de las órdenes que también destaca es la relacionada con la declaración de la emergencia energética que en principio llevaría a ampliar la producción de hidrocarburos en ese país, con efectos sobre el comercio bilateral con México por la alta dependencia de la importación de gas natural y de refinados.

Ahora bien, en términos de política económica, el gobierno norteamericano retomará las medidas ya aplicadas construyendo lo que ahora se le conoce como Trumponomics 2.0, que se centra en la desregulación, la reducción de impuestos y un enfoque proteccionista que pretenderá transformar no sólo a la economía estadounidense, al mismo tiempo generará repercusiones significativas a nivel mundial. Los ejes fundamentales de esta política económica son: reducción de impuestos y estímulos económicos para que las empresas retornen sus inversiones en una suerte de fenómeno inshoring; extensa desregulación especialmente en sectores como energético, financiero y tecnológico; inversiones en tecnología e innovación en las áreas de inteligencia artificial y especialmente la defensa; y proteccionismo comercial.

En lo referente a la política comercial y la imposición de aranceles la ideología difundida desde el primer mandato conocida como ‘America First’ se basa en la premisa de priorizar los intereses de Estados Unidos en todos los aspectos, desde la economía hasta la seguridad nacional. Con ello se ha promovido y materializado una política proteccionista, mediante la imposición de aranceles altos a productos importados, especialmente de países como China, buscando reducir el déficit comercial con ese país que por años ha sido superior a 300 billones de dólares e incentivado la recuperación de la producción nacional y de los empleos manufactureros.

Esta postura ahora se extendería a otros países incluyendo los socios del T-MEC, a partir del 1 de febrero, por lo que ya se constituye como una forma de presión en las próximas negociaciones, como será la revisión del T-MEC en 2026, bajo el mandato de Trump. Sin duda, las negociaciones serán no menos que agresivas y podrían llegar a reconfigurar de manera sustancial el acuerdo comercial. Un choque de nacionalismos exacerbados será poco beneficioso, por lo que se requiere proactividad y en efecto “cabeza fría”.

Cabe señalar que entre enero y octubre de 2024, México tuvo una participación de 15.9% en el comercio total de mercancías de Estados Unidos, mientras que Canadá ocupó 14.4%; ciertamente con ambas naciones los Estados Unidos tiene un déficit comercial. En el caso de nuestro país, a partir del fenómeno de offshoring que se multiplicó con la entrada en vigor del TLCAN, ha llevado a desarrollar un complejo, pero a la vez beneficioso entramado de complementariedad productiva y comercial entre ambos socios. En este contexto, la imposición de aranceles resultaría perjudicial para ambas economías, pero especialmente para México dado que el 80% de nuestras exportaciones se dirigen a ese país, lo que impactaría no sólo al comercio sino también a las cadenas productivas y al empleo manufacturero.

Sin duda una primera consecuencia de la Trumponomics 2.0 que intensifica el proteccionismo recíproco, es aumentar la volatilidad global y alterar las relaciones económicas internacionales. Es un arma de dos filos que podría afectar a las empresas que operan dentro y fuera de la unión americana, como sucedió en el primer período con la disrupción de las cadenas de suministro de tal suerte que ante la escasez y el desabasto las empresas estadounidenses aumentaron sus precios, lo que afectó a los consumidores, experimentándose al mismo tiempo una importante volatilidad financiera.

La política económica recargada del gobierno de Donald Trump no garantiza que los aparentes beneficios que busca se concreten, de hecho, no está muy claro si en la primera intentona se alcanzaron, en parte por la pandemia. De lo que sí hay más certeza es de que el resto del mundo deberá implementar estrategias proactivas más que reactivas y eso atañe de igual manera al gobierno y a las empresas mexicanas.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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