Al margen del acuerdo alcanzado de última hora entre el gobierno de Estados Unidos y México para, en principio, retrasar un mes la entrada en vigor del incremento de los aranceles a las importaciones mexicanas, es fundamental no perder de vista lo complicado que sería que, durante el período acordado de espera, las negociaciones que se llevarán a cabo no concluyan de manera satisfactoria para ambos países. Los escenarios posibles que podrían llevar a un incremento en aranceles, en alguna medida y sobre algunos productos, seguirán poniendo en jaque los beneficios que el T-MEC ha traído a México, así como los efectos colaterales para la economía.

Es importante tener en cuenta que imponer aranceles a las importaciones procedentes de Canadá y México, como ha planteado Estados Unidos, así como las posibles represalias, es contrario al T-MEC, que se basa en el principio de no discriminación. Esto implica que no se pueden imponer medidas arancelarias que afecten negativamente las condiciones de competencia entre productos importados y nacionales sin una justificación adecuada, la cual evidentemente no existe.

Si bien se ha acordado dar un plazo de un mes para evaluar si se imponen los aranceles, permanecen latentes los efectos negativos que se generarían para los consumidores norteamericanos. En 2023, las importaciones de bienes hacia Estados Unidos alcanzaron aproximadamente 3,108 billones de dólares, de los cuales 1,300 billones (poco menos de 50%) provinieron de Canadá, China y México; este último aportó 16.5%. Según estimaciones de la Tax Foundation (organización de investigación sin fines de lucro), el esquema de aranceles anunciados podría reducir el producto nacional en 0.4%, considerando que el sector externo contribuye con 25% del PIB. Además, se espera que la recaudación aumente en 1.2 billones de dólares entre 2025 y 2034, impuestos que recaerían directamente sobre los hogares; igualmente, la inflación al consumidor se incrementará por el aumento en los precios de los productos importados.

El efecto sobre los consumidores se deriva principalmente de la importación de bienes finales como alimentos, ya que México es el principal proveedor de productos frescos, con más de 60% de las importaciones de hortalizas y 50% de frutas y frutos secos. En el caso de los automóviles, es el principal proveedor, surtiendo 19% de los vehículos que circulan en Estados Unidos y proveyendo 43.1% en las importaciones de autopartes. Una situación similar se presenta con los televisores planos, representando 15.7% de las importaciones estadounidenses.

Desde la perspectiva mexicana, si no se logra una negociación que cancele la intención de imponer aranceles, estos tendrían un efecto directo sobre el producto nacional. Cabe recordar que el comercio exterior contribuye con 80% del PIB; según diversos análisis consensuados, el PIB mexicano podría reducirse en 1.5%. La alta dependencia se concentra en gran medida en el sector industrial: en 2024, 89.8% de las exportaciones mexicanas fueron productos manufacturados; este sector contribuye con 21% de la economía y representa aproximadamente 16.4% del empleo con cerca de 10 millones de personas. En este contexto, no es el comercio de bienes finales el canal que generará los mayores costos por los aranceles; es el comercio de bienes intermedios sobre el cual se sostiene la complementariedad de las cadenas de suministro desarrolladas entre ambas naciones y que se verían interrumpidas significativamente.

El daño al proceso productivo interconectado entre México y Estados Unidos podría exacerbarse dependiendo la magnitud de una posible respuesta similar por parte del gobierno mexicano mediante aranceles y otras medidas no arancelarias. Ciertamente, bajo este escenario, las negociaciones que se llevarán a cabo durante este mes serán tensas e implicarán un proceso donde ambas partes deberán ceder si no quieren generar daños para sus respectivos países, sus sectores productivos y sus consumidores.

La imposición de aranceles contrarios al T-MEC es una medida económicamente errónea. Resolver conflictos como la inmigración ilegal y el tráfico de drogas requiere otro tipo de medidas; pero sobre todo acuerdos y trabajo conjunto entre socios y vecinos. Es crucial preservar el T-MEC, que, aunque algunos lo nieguen, ha traído beneficios para los socios firmantes, especialmente para los inversionistas y los consumidores.

*Presidente de Consultores Internacionales, S.C

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