Todo el mundo estará atento a las elecciones de Estados Unidos que se realizarán este 5 de noviembre ya que representan uno de los eventos más importantes para la economía global; sin embargo, independientemente del resultado de estas elecciones, hay algo claro: se ha generado una fuerte división interna en los Estados Unidos como consecuencia de las campañas y los posicionamientos políticos. Contrarrestar esta división interna deberá ser prioritario para el gobierno ganador, lo que podría provocar una distracción respecto a los conflictos y situaciones externas. Para México, esto significa una oportunidad para elaborar los planes preventivos necesarios y comenzar esta nueva etapa en la relación binacional de la mejor manera posible.

Para contextualizar la importancia que tiene Estados Unidos a nivel global, basta enumerar algunas magnitudes: saber que es la mayor economía del mundo no proporciona las dimensiones reales. En 2023, el PIB de Estados Unidos representó 24% del PIB global; como referencia, la segunda mayor economía, China, equivale a dos tercios de ese tamaño. Considerando únicamente su consumo, este representa 16% de la economía mundial, equivalente a la producción total de China. En términos de comercio internacional en 2023, sus importaciones equivalieron a 13% del total global y sus inversiones directas hacia otros países representan 24% de los flujos mundiales. El turismo de su población hacia el extranjero aportó 10% de todo el gasto turístico en 2023.

Particularmente, México es el país con mayor dependencia de la economía estadounidense. En 2023, nuestro país representó 16% del intercambio de bienes de Estados Unidos con el mundo, siendo su mercado más grande; esto, a su vez, representó 82% de nuestro comercio exterior, equivalente a 53% del PIB nacional. También son nuestros principales socios en términos de inversiones, ya que en 2023 representaron 38% de toda la IED recibida.

El peso que conllevan estas elecciones ha generado un problema para los Estados Unidos: la extrema polarización tanto en la clase política como en la población, lo cual puede llevar a enrarecer el entorno social. De acuerdo con Carnegie Endowment for International Peace, más del 60% de la población adulta se identifica con ideologías políticas radicales de ambos extremos: liberales (demócratas) y conservadores (republicanos). Asimismo, señala que los políticos ya no compiten por los votantes identificados con la ideología contraria; debido a que hay pocos indecisos, más bien buscan convencer a su “voto duro” para que asista a votar, lo que ha generado discursos y posturas cada vez más radicalizadas.

Tras las elecciones, la polarización y radicalización serán el común denominador, dejando una sociedad dividida. El nuevo gobierno —sea quien sea— deberá dar prioridad a la reconciliación: una suerte de “operación cicatriz” que tomará tiempo, esfuerzo y recursos, provocando en esencia una distracción sobre los problemas externos en los que suelen involucrarse. Los conflictos geopolíticos —que en ciertos casos se han vuelto controversiales para la población norteamericana— podrían pasar a segundo plano; entre ellos destacan la guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto palestino-israelí y otros que están surgiendo en Asia.

En lo que respecta a nuestro país, no se puede soslayar que el entorno post-electoral, principalmente a partir de la toma de posesión del nuevo gobierno, se ha vuelto políticamente frágil y altamente ideologizado debido a las apresuradas reformas legales que han elevado las preocupaciones en ambos lados de la frontera. En este contexto, las áreas de oportunidad para nuestro país son de doble vía: por un lado, reducir los efectos de la incertidumbre y la desconfianza que condicionan las decisiones empresariales y podrían limitar la complementariedad; y por otro, establecer mecanismos de comunicación y entendimiento con el nuevo gobierno norteamericano, concentrándose en consolidar los pilares que han sustentado la exitosa relación de socios que se ha construido.

La renegociación del T-MEC, el narcotráfico y crimen organizado, la migración, los posibles riesgos generados por la imposición de aranceles y la incertidumbre creada por las reformas constitucionales en México son los principales temas que deberán ser abordados con el nuevo gobierno estadounidense. Esta situación implica que ya deberíamos trabajar en una estrategia que aborde estos temas. Lo menos que necesitamos es una postura nacionalista que agudice la tensión con nuestro vecino; no debemos esperar a que reaccione el nuevo gobierno de EU; más bien, debemos aprovechar esta ventana de tiempo y seguir desarrollando los puntos en común que favorecen a ambas naciones, ya que finalmente somos socios y nos complementamos.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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