Terminado el proceso electoral con la elección de Claudia Sheinbaum como la primera mujer en gobernar el país, es momento de realizar una retrospectiva del legado que en materia económica dejará el sexenio que está por concluir: “el país que nos dejan”. Sin duda, son varios los temas de interés analítico, lo positivo, lo negativo y los retos que deberá abordar la candidata ganadora, quizá el más básico es el desempeño en materia de crecimiento económico, el cual durante el sexenio registró un crecimiento promedio anual de 0.8%, el más bajo para un mismo periodo desde Miguel de la Madrid (1982-1988), que fue de 0.3%.
El desempeño de una economía de mercado plenamente integrada a la globalidad financiera y económica está sujeta tanto a los factores externos como internos, y depende de la habilidad para instrumentar políticas oportunas y certeras para minimizar los impactos y aprovechar las oportunidades. En este tenor, la pandemia de Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania generaron presiones sobre las economías y los mercados mundiales, de las que México no escapó, pero tampoco tuvo la capacidad de aligerar los choques externos que finalmente afectaron el crecimiento.
Ya es lugar común plantear que la pandemia fue mal enfrentada por el gobierno, en tanto asunto de salud pública pero también y especialmente en sus impactos económicos. La inacción llevó a una contracción de -8.6% real del PIB en 2020, superando, por ejemplo, el promedio de la OCDE que fue de -4.2%. El impacto más severo se dio en la demanda interna con la fuerte caída del consumo y la inversión privados que no merecieron el menor apoyo estatal, lo que habría suavizado en parte la contracción. Curiosamente, al relajarse el encierro a partir del siguiente año, la propia demanda interna se encargó de generar la suerte de rebote que llevó a registrar un crecimiento de 5.7% real del PIB en 2021.
Otro relativamente mal manejo de política se presenta con el combate a la inflación, la cual se produjo por efecto de la ruptura de cadenas mundiales de suministro. Siendo un fenómeno de oferta, se combatió con política monetaria (imitando especialmente a EU) elevando las tasas de interés, lo que ha dejado claramente sus límites, ya que, si bien el ritmo de crecimiento de los precios se redujo, aún se mantiene en niveles alejados del objetivo de la autoridad monetaria. El efecto más visible es la reducción continua en el crecimiento de la economía, por el alto costo del dinero y el encarecimiento del crédito.
Ahora bien, la política de desarrollo económico implementada por la actual administración ha significado un lastre más que un impulso al crecimiento. La política energética que detuvo inversiones privadas; el uso de recursos públicos a proyectos innecesarios como la construcción de la refinería, costosa y hasta la fecha inoperante; de igual forma la serie de proyectos que no han mostrado productividad y tampoco revertido la tendencia decreciente en el ritmo de crecimiento. Se ha tenido una visión trasnochada de lo que debería significar rectoría del Estado, convirtiéndola en intervencionismo, lo cual como se sabe sólo genera ineficiencia y corrupción.
Los errores de política económica han opacado los efectos positivos que se han presentado en la economía; no se puede negar que la política social, el aumento en los salarios, el ingreso de remesas internacionales que ha marcado récord, y la recuperación del turismo postpandemia que ha crecido 5.9% promedio anual durante el sexenio, han evitado un desempeño económico menos desastroso. No obstante, con preocupación se ha registrado una constante caída del ritmo de crecimiento del PIB desde 2022.
De igual forma el surgimiento del nearshoring, ha significado entradas de capital para México aportando a la relativa recuperación aún en ciernes de la economía. Sin embargo, la falta de estrategia y de una decidida política industrial puede llevarnos a no aprovechar el fenómeno y perder las oportunidades que se están presentando.
México enfrenta varios retos para consolidar sus fortalezas y abatir sus debilidades. Recuperar una estabilidad macroeconómica y las finanzas públicas equilibradas, combatir la baja productividad, la limitada inversión en ciencia y tecnología, y la desigualdad regional. En el ámbito político-institucional se requiere una política industrial coherente, mejoras en el sistema educativo y una mayor inversión en innovación. La corrupción, la inseguridad y la polarización social son problemas persistentes que demandan atención urgente para fortalecer la confianza y la cohesión social. El futuro de la economía mexicana dependerá de la capacidad para consolidar sus fortalezas, enfrentar sus debilidades y aprovechar las oportunidades emergentes en el panorama global.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.