En países como el nuestro en los que el ecosistema productivo está construido sobre un amplio universo de empresas muy pequeñas que representan más del 90% del tejido empresarial y una parte significativa del empleo nacional, el otorgamiento de crédito por parte de la banca comercial se vuelve complejo debido a factores estructurales y coyunturales difíciles de sortear. Entre los más importantes obstáculos estructurales se encuentran la falta de garantías, el limitado historial crediticio y la concentración de la actividad bancaria en zonas urbanas. De igual forma, el bajo desempeño económico, la debilidad del estado de derecho y la complejidad regulatoria, elevan los perfiles de riesgo y los costos operativos, factores técnicos y de mercado que impactan en la determinación de las tasas de interés y a su vez limitan su fijación mediante acuerdos políticos o controles administrativos.

Aquí es donde la intermediación financiera de la banca de desarrollo cobra una relevancia importante. Instituciones como Nacional Financiera (Nafin) y Bancomext cuentan con mecanismos de financiamiento conocido como de segundo piso, además de garantías y esquemas de factoraje que permiten a la banca privada reducir el riesgo y extender crédito a sectores tradicionalmente excluidos. Además, mediante alianzas con intermediarios financieros no bancarios y el uso de tecnología financiera, han logrado ampliar su alcance y podrían hacerlo también en su eficiencia operativa.

En este contexto, ampliar el otorgamiento de crédito a las pequeñas y medianas empresas mediante la banca de desarrollo es una alternativa viable para impulsar el crecimiento económico. Instituciones como Nacional Financiera (Nafin) y el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) han demostrado su capacidad para movilizar recursos; sin embargo, también enfrentan desafíos estructurales que requieren atención, entre los cuales destaca la falta de visión estratégica: estas instituciones forman parte del sistema bancario y deben ser eficientes y sostenibles operativamente; facilitar la intermediación financiera no implica subsidiar a los acreditados ni tener pérdidas que impliquen tener que rescatarlas.

Según los registros, el sistema de la banca de desarrollo en México ha incrementado su participación en el financiamiento a las empresas de 30% en 2022 a 43% en 2024, siendo Nafin el principal operador. Su cartera crediticia creció a 299 mil 497 millones de pesos (mdp) en 2024, frente a 166 mil mdp reportados en 2019. Bancomext registró un aumento de 38.5% interanual en 2024, alcanzando 355 mil 139 mdp en financiamiento. El saldo total del crédito otorgado por la banca de desarrollo —que incluye además de Nafin y Bancomext a Banobras, Bansefi y Banjército, entre otras— cerró en diciembre de 2024 en 780 mil 118 mdp, un incremento de 20.5% respecto a 2023 y de 31.5% respecto a 2019.

No obstante, la expansión crediticia resulta opacada por los resultados financieros que muestran las operaciones de intermediación que han realizado estas instituciones. Según datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), en 2024 las pérdidas consolidadas del sistema representan 2 mil 57 millones de pesos. Destaca que Nafin reportó al cierre de 2024 una pérdida neta de 6 mil 428 millones de pesos, con lo que hiló seis años consecutivos de resultados negativos que acumulan 39 mil 729 mdp. En tanto, Bancomext perdió el año pasado 3 mil 983 millones de pesos, sumando en los últimos seis años pérdidas por 17 mil 641 mdp. Lo anterior implica que no hay coincidencia entre objetivos sociales del gobierno con los de sostenibilidad financiera de la banca de desarrollo.

Cabe señalar que la banca de desarrollo se encuentra bien capitalizada: Nafin, con un nivel de 20.94%, en tanto que Bancomext registra 17.6%, por arriba del mínimo requerido, que es de 15%. De igual forma, sus índices de morosidad son relativamente bajos. El de la primera institución se ubica en 1.89% y el de la segunda en 0.07%. Sin embargo, su principal problema es la sostenibilidad financiera: las pérdidas acumuladas condicionan la viabilidad a largo plazo, lo que implica tener que subsidiarlas desvirtuando su labor como intermediarios financieros de segundo piso.

Además de su viabilidad financiera, la banca de desarrollo tiene otros retos técnicos estructurales que debe superar si se busca que se consoliden como instrumentos de acceso asequible al crédito para las pymes. En este contexto la banca de desarrollo debe facilitar el acceso al crédito de manera equitativa, sin “discriminar” ni concentrarse en los programas gubernamentales de apoyo que resultan onerosos y financieramente insostenibles.

Se requiere trabajo conjunto con la banca privada, el objetivo es ampliar el acceso de las pymes al financiamiento, pero con sostenibilidad de largo plazo.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios