El anuncio y la posible implementación de políticas económicas del nuevo gobierno estadounidense, como la reducción de impuestos corporativos, la desregulación empresarial y, de manera destacada, el aumento de aranceles, especialmente a China, pero también a socios comerciales como México y Canadá, están generando una alta incertidumbre global desde el primer día. A su vez, se observa un comportamiento mixto en los mercados estadounidenses, debido a la reducción del riesgo de ralentización, lo que ha impulsado un fortalecimiento global del dólar y el consecuente debilitamiento de otras monedas, entre ellas el peso mexicano. Los días del “superpeso” han quedado atrás, y las condiciones, al menos en el corto plazo, favorecen al dólar.

El término “superpeso” se acuñó ante la significativa apreciación de la moneda, impulsada en gran parte por las altas tasas de interés implementadas para combatir la inflación, que resultaron muy atractivas para los inversionistas. De igual forma, el mayor flujo de dólares al país, impulsado por el crecimiento en las exportaciones, las remesas y la inversión extranjera, contribuyó a la fortaleza del peso. Habría que añadir un debilitamiento paralelo del dólar a nivel mundial. Sin embargo, las condiciones ahora son diametralmente opuestas y han dejado de favorecer a la moneda mexicana.

La divisa estadounidense es un activo de refugio, y su fluctuación se ve influenciada por la aversión al riesgo. En este contexto, cuando la economía de Estados Unidos muestra signos positivos, como la mejoría en la inflación, el mercado laboral y el crecimiento, los mercados y las bolsas se revalorizan y el dólar se aprecia. Si a lo anterior se agregan aspectos de alto riesgo mundial, como la propia imposición de aranceles, y, en el caso de la economía mexicana, la reducción de tasas de interés, el bajo crecimiento y el entorno de incertidumbre y desconfianza, la moneda mexicana pierde valor. En los últimos seis meses de 2024, el valor real del peso se depreció 7.72%, mientras que el dólar se apreció 2.22%, según estimaciones del BIS.

En el caso del dólar, su fortaleza relativa mundial se debe a los resultados positivos que se han logrado: la economía estadounidense superó las expectativas en 2024, con un Producto Interno Bruto real de 2.7%. Esto se debió principalmente al consumo privado, que resultó más resiliente que el gasto público y las exportaciones netas. De igual forma, y como se apuntó, su estatus de divisa de reserva ha sido favorable, además de un mercado bursátil que ha mejorado y el liderazgo tecnológico, de tal suerte que los inversores ya ven al país de forma bastante positiva. Sin embargo, en el otro lado de la moneda, la política ‘Hacer a América Grande Nuevamente (MAGA)’ puede ser contraproducente si finalmente se imponen los aranceles como están planteados.

Las políticas a favor del crecimiento y del proteccionismo que busca reducir el déficit comercial, conocidas como ‘MAGAnomics’, tienen mayor potencial de reavivar la inflación, trastocando los logros alcanzados por la política monetaria basada en elevar los tipos de interés, que de incentivar el crecimiento. El consenso de los analistas muestra que un esquema generalizado de aranceles, como lo ha propuesto el gobierno, será contraproducente. No solo sería inflacionario, reduciendo el poder adquisitivo del salario y, por ende, el consumo personal y el crecimiento, sino que, en el ámbito financiero, el tipo de cambio se mostraría altamente volátil y perdería fortaleza relativa.

Los resultados encontrados de esta política han incrementado la incertidumbre de los inversionistas estadounidenses, temerosos de que se eleve la inflación y baje el crecimiento, al grado que las pausas establecidas han sido vistas con buenos ojos. Lo mismo ha sucedido en el entorno mexicano, lo que se refleja en la volatilidad del mercado cambiario, con altas fluctuaciones durante un mismo día que han llevado a rozar la barrera de los 21 pesos por dólar y que terminan en un nivel bastante moderado, efecto que desconcierta a los tomadores de decisiones y a los pronosticadores.

Ciertamente, con la imposición de aranceles, el dólar puede que siga apreciándose, compensando en parte el aumento de precios vía el abaratamiento relativo de las importaciones. Sin embargo, un dólar apreciado dificultaría a los exportadores la venta de sus productos en el mercado mundial, máxime si se imponen aranceles retaliatorios, lo que se traduciría en menores ingresos para los exportadores. Las consecuencias serían los efectos sobre el sector real, con una menor producción, reduciendo los ingresos y, por ende, restando impulso a la economía, alejándola de la pretendida grandeza.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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