La primera sala del Arsenal en La 19ª Biennale di Venezia de Arquitectura es oscura, con pisos, techos y paredes negras, apenas iluminada por unas cuantas luces de neón. Algunos espejos en paredes y espejos de agua que delimitan pasillos detonan una sensación de un futuro distópico. Pero lo que más sorprende es la alta temperatura de la sala, acompañada por el sonido de unos cuantos abanicos prendidos, pero sin lograr su función de mejorar las condiciones climáticas. Un recordatorio tangible e ineludible del cambio climático y sus efectos ya presentes alrededor del mundo.
La Arquitectura nace de la necesidad de modificar nuestro entorno para protegernos. Aunque los procesos arquitectónicos hoy atienden múltiples propósitos, la arquitectura sigue siendo necesaria para sobrevivir. En una instalación de la firma de arquitectura chilena Elemental, te topas con un letrero con la frase: “To build or not to build? That is the question.” Pero tal vez, las preguntas deberían ser: ¿qué construir? y ¿cómo construir?
Carlo Ratti, curador de esta edición, profesor y director del MIT Senseable City Lab, nos invita a afrontar la necesidad de acelerar nuestras capacidades de adaptación frente a las crisis climática y ambiental en la que nos encontramos. Los esfuerzos de mitigación son fundamentales y hay que continuarlos. Pero ya no serán suficientes. La mitigación dependerá de cómo generamos y consumimos energía, materiales y alimentos. En el frente de adaptación, la arquitectura toma un rol primordial.
La Bienal nos invita a pensar cómo usar las inteligencias natural, artificial y colectiva en la construcción de un mejor futuro sostenible e incluyente. A través de una invitación abierta al mundo, se seleccionaron a más de 750 participantes para presentar sus ideas, proyectos y propuestas. Esto rompió con muchas tradiciones y dio más espacio a jóvenes, mujeres, países y otros grupos que normalmente no eran protagonistas en estos espacios.
Entre algunas de las propuestas planteadas destacan el uso de nuevos materiales naturales y renovables, nuevos métodos constructivos, incorporación de nuevas tecnologías y el uso de la inteligencia artificial y tecnología espacial, procesos colectivos e incluyentes de diseño y la reconexión con conocimientos ancestrales.
Detrás de cada proyecto que transforma una comunidad hay personas comprometidas con un propósito más grande. Profesores, estudiantes y egresados apuestan ahora por el diseño como herramienta de regeneración y bienestar.
Metodologías innovadoras que ponen al centro a las personas y sus contextos, son desarrolladas por la facultad del Tecnológico de Monterrey. Estas metodologías han sido clave en procesos de diseño regenerativo junto a comunidades vulnerables de México. Gracias al trabajo colaborativo entre profesores y estudiantes, se han impulsado proyectos en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua; en La Primavera, en Jalisco y en la Sierra Gorda, en Querétaro, generando nuevos modelos y espacios que promueven actividades económicas sustentables y mejoran la calidad de vida de sus habitantes.
En la conferencia de prensa inaugural que se llevó a cabo hace unos días, Pietrangelo Buttafuoco, presidente de La Biennale di Venezia, jugó con la expresión latina “Cogito, ergo sum” para recordarnos que, para existir, hay que habitar. Por lo que habito y luego existo. Esta edición de la Bienal provoca reflexiones profundas como que, en un mundo complejo, se vuelve fundamental que arquitectos y no arquitectos nos preguntemos ¿cómo queremos habitar? y ser actores conscientes y proactivos en nuestra interacción con nuestros territorios y espacios.
Rector del Tecnológico de Monterrey