Podría comportarse, el próximo lunes que asuma el poder, como estadista. Como político firme pero moderado. Dialogador. Un revolucionario que concilia y transforma. Que es incluyente. Democrático. Esperanzador. Un líder global que busca procesos de paz y caminos para salvar al planeta de los efectos catastróficos del cambio climático. Un político que entiende la migración a través de un enfoque comprensivo y humanista. Un presidente que fomenta no sólo el libre comercio sino que pone fin a décadas de una conflagración perdida, la guerra de las drogas que ha costado millones de vidas y billones de dólares.
Ello y mucho más podría ser el nuevo mandatario de Estados Unidos en su regreso a la Casa Blanca, pero los estadunidenses no votaron por eso. La mayoría sufragó por un bully. Qué digo un bully, por El Gran Buleador, El Rey del Bullying. Los gringos escogieron al mejor gandalla planetario para que les haga sentir que su país es, de nuevo, el sheriff de la Tierra. El gran halcón. El que recibe un rozón de bala y se yergue y vocifera mientras sangra un poquito de la oreja. Un héroe de Hollywood. Machote. El ogro que miente una y otra vez mejor que Goebbels y establece posverdades que el estadunidense medio hace suyas sin el menor cuestionamiento.
Nunca construyó ese gran muro que prometió en su gestión pasada ni hizo que México lo pagara, pero en su narrativa bastaron colocar unos cuantos metros de metal para convencer a los suyos de que sí lo hizo y de que Biden y los migrantes malos lo derribaron.
De regreso, ahora con en el poder absoluto, él se ve a sí mismo como un mesías que posee la encomienda divina de edificar un Estados Unidos grandioso que se apodere de Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá, y si se puede, por qué no, de otro cacho de México. No es metáfora, eso quisiera.
Entonces, ¿quién gobernará Estados Unidos a partir del lunes? Un convicto en la Casa Blanca. Eso es lo que tendremos. Perdón por la falta de diplomacia, pero no es que lo diga yo, es lo que determinó el sistema judicial de su país.
Vaya peligro.
Y, ¿cómo gobernará los próximos cuatro años un hombre así, que ganó todo y que ya no tiene nada que perder?
¿Cómo va a gobernar ese Super Bad Trump?
Como un gran histrión.
Trump, El Efectista. Sí, el que busca, ante todo, producir fuerte efecto o impresión en el ánimo, dice el diccionario. Sensacionalista, artificioso, teatral, aparatoso, pomposo, exagerado, falso, refulgente, da como sinónimos. ¿Qué va a hacer? Primero, repartirá órdenes ejecutivas para que durante un semestre haya arrestos y deportaciones de migrantes. No creo que los sostenga mucho tiempo más, porque afectaría, por ejemplo, la producción agrícola de su país y además esfumaría las cuantiosas contribuciones federales y estatales de los hogares de esas personas indocumentadas (46 mil 800 millones de dólares y 23 mil 300 millones de impuestos, según estimaciones del gobierno de Estados Unidos citadas este viernes por Lorena Rodríguez León, directora de la Facultad de Economía de la UNAM), pero bueno, todo es posible con un amante del caos como él.
Simultáneamente, pondrá aranceles a varios productos unos meses y así habrá cumplido lo que prometió en campaña. Dirá más adelante que México le pidió perdón de rodillas y que se comprometió a quién sabe cuántas tantas cosas y quitará esos cobros extra porque sabe que si México le responde igual, él habrá provocado un desastre económico que afectará a millones de trabajadores y cientos de empresarios de aquel lado de la frontera.
En paralelo, determinará que al menos dos cárteles mexicanos (Sinaloa y Jalisco) son grupos terroristas y con ello no resolverá ni una de las más de cien mil muertes anuales de adictos que tiene en su patria, pero gritará que sometió a esas bandas porque congelará cuentas bancarias y detendrá a dos o tres gánsteres locales de origen hispano que en realidad son empleados de los mafiosos gringos, los verdaderos dueños de las cantidades más voluminosas de dólares en la cadena de la producción, tráfico y consumo de drogas. Quizá luego se atreva a ordenar una operación en suelo mexicano, más vistosa y temeraria que aquella que sirvió para capturar a El Mayo Zambada, y dirá que para el Marshall Trump no hay fronteras.
Eso, en el día uno. En el mes uno. Y aquí vienen las preguntas importantes para nosotros. ¿Qué va a hacer la Presidenta ante cada acometida? ¿Qué hará al primer arancel? Y al segundo y al tercero. ¿Ojo por ojo hasta que se amanse el energúmeno? ¿Qué va a hacer si esos dos cárteles son declarados terroristas? ¿Reconocer su terrorismo y pedir una lucha conjunta, una lucha internacional para combatir con inteligencia global esas guerras narcas, o envolverse en la bandera y que el turismo gringo no venga más a México con el consecuente perjuicio para la entrada de divisas?
¿Qué va a hacer nuestro secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente? Va a tener que establecer una gran relación con el secretario de Estado, Marco Rubio, quien hace unos días dejó abierta una rendija para negociar. Por ejemplo, dijo que la opción militar contra los cárteles está sobre la mesa pero que no es su favorita. Tal vez entre ambos, con un gran bordado diplomático, pueden aplacar al Tío Trump, pero no será sencillo.
¿Y Marcelo Ebrard, secretario de Economía? Lo mismo, tendrá que tejer alianzas para que empresarios, legisladores y economistas estadunidenses amarren al señor de los aranceles a través de la comprensión cabal de que eso desataría un infierno que se llama recesión.
Pero lo más importante, me parece, es entender el drama humano de familias rotas y quebradas. El Estado mexicano debe abrazar a los migrantes que serán agredidos de muchas formas a partir del lunes. Que los abrace allá, con sus 53 consulados y de la mano de las organizaciones defensoras de la sociedad civil, y que los cobije acá, desde la frontera, porque puede ser que en unas semanas más tengamos ya una gran crisis humanitaria que enfrentar.
Estamos frente a una regresión histórica que criminalizará a nuestros migrantes como nunca y no sólo eso, la mayor fuente de divisas de México, que son las remesas, se evaporará y millones de mexicanos en todo el país dejarán de recibir esos dólares mensuales que les hacen la diferencia entre sobrevivir un poco mejor, o yacer en la miseria.
Suerte pues, Presidenta, Canciller, y Secretario de Economía.
Mucha suerte.
TRASFONDO
Todos los demás, cada quien desde su espacio, hagamos caso al llamado incluyente que hizo este viernes el rector de la UNAM, Leonardo Lomelí: cerremos filas como nunca en la historia reciente. Sí, aunque tengamos diferencias en otros temas, hay que cerrar filas ante la agresión que se avecina contra las comunidades mexicanas en Estados Unidos. Hay que defender sus derechos y su dignidad. Habrá familias separadas. Fragmentadas. Familias devastadas. Familias desorientadas y vulnerables allá en Estados Unidos y acá, en México, a su vuelta al territorio nacional.
Por ello, hay que apoyar las iniciativas del gobierno de la República ante esta situación de emergencia, enriquecerlas, si es necesario, y desarrollar las acciones que estén a nuestro alcance para acompañar a las personas migrantes que se verán afectadas por las muy racistas medidas trumpianas, ésas que levantarán durante años muros de intolerancia en el seno de la sociedad estadunidense.
Uf, lo que se nos viene encima si Trump cumple sus despropósitos…
X: @jpbecerraacosta