El lunes pasado EL UNIVERSAL publicó su más reciente encuesta en vivienda sobre la aprobación presidencial. Fue elaborada por Buendía & Márquez y quizá se trate de la última medición impresa antes de que el Presidente deje el poder, lo cual ocurrirá en 30 días más (sí, en un mes al fin se acaba este sexenio). Por si usted no leyó el documento, lectora-lector, le cuento que Andrés Manuel López Obrador es un caso digno de un profundo estudio multidisciplinario: no sé qué pasará durante los siguientes días -este hombre puede tener una última ocurrencia, sacudir mercados y divisas, cimbrar la economía nacional y perforar los bolsillos de la gente-, pero el personaje se levanta de la Silla del Águila con un sorprendente 73% de aprobación. Sí, siete de cada diez personas en este país aprueban “su trabajo”.
Y, más anonadante, sólo el 22% lo reprueba. No me diga usted que no es para quedarse atónito el hecho de que, con todas las barbaridades que le hemos documentado desde el círculo rojo, el trabajo del Presidente sólo sea reprobado por dos de cada diez mexicanas y mexicanos. Sus excesos, sus arranques autoritarios y su falta de empatía han sido notoriamente exhibidos cada año, a veces día a día. Ha bastado con ver algunos resúmenes de la mañanera para sentirse agraviado por sus arrebatos de intolerancia contra múltiples sectores de la sociedad, empezando por los movimientos feministas que se movilizaron impetuosamente antes de la pandemia de Covid-19: cómo olvidar el oprobio de su “no sabía qué es el patriarcado y tuve que preguntarle a mi esposa”.
Eso, en uno de los países más machistas y feminicidas del mundo.
Pero bueno, ya más serenos los ánimos a partir del próximo 1° de octubre (eso espero), la academia mexicana tiene un deber inaplazable: escudriñar profundamente en los hechos a fin de hallar las razones que tuvo la sociedad para sostener semejante romance político con AMLO. Colaboro este sábado desmenuzando algunos datos de la encuesta que me parecen reveladores…
1.- A diferencia de lo que se repite a sí misma la comentocracia opositora en sus foros preferidos (Twitter-X y WhatsApp), en el sentido de que el país navega hacia un trágico naufragio (una terquedad intelectual que a estas alturas bien podríamos definir como un estéril bucle), sólo 3 de cada 10 mexicanas y mexicanos (33%) piensan que el rumbo del país nos lleva hacia un “mal” o “muy mal camino”. Peor para su hígado oposicionista, sólo el 18% se muestra insatisfecho o enojado con el trabajo de AMLO.
2.- ¿Por qué? No es tan complicado entenderlo, aunque casi todos los opinadores de la oposición llevan seis años sumidos en una severa iracundia -políticamente depresiva- que los enceguece y postra en la más absoluta negación: la gente se hartó rotundamente del PRI y del PAN porque la percepción (y la realidad) era que ambos partidos gobernaban para beneficiar a sus élites, a sus aristocracias políticas que saqueaban impunemente los arcas nacionales, estatales y municipales, mientras la raza yacía, muy jodida, como espectadora hambrienta frente a una descomunal vitrina mediática donde se llevaba a cabo un festín de trogloditas insaciables.
Para la gran masa de votantes, el PRIAN nunca tomaba en cuenta las necesidades de ese ente que llaman “pueblo” o “sociedad”. En cambio, hoy la gran mayoría -siete de cada diez personas, 71%- percibe que el tipo de gobierno que instauró AMLO ha sido “para todos los mexicanos”, y únicamente dos de cada diez personas sienten que ha gobernado “para beneficiar sólo a quienes lo apoyan”. Que siete de cada diez ciudadanas y ciudadanos sientan que AMLO gobierna para todos los mexicanos es una concepción colectiva muy poderosa y difícilmente refutable.
3.- ¿Cómo se traduce eso en los hechos? Casi siete de cada diez mexicanos (68%) dicen que la economía del país va bien o muy bien, pero más allá de tal cosa, la situación de casi ocho de cada diez mexicanos (77%) y su familia ha mejorado algo, mucho o se mantiene “igual de bien”, según afirman. Eso es políticamente abrumador. ¿Por qué? Es muy conocida la frase de Jim Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992 (el demócrata le ganó a Bush padre), acerca de cuál tema decide las elecciones: “Es la economía, estúpido”.
Si hubieran sabido leer bien las encuestas, si hubieran tenido tantita humildad para escuchar y entender a la gente más allá de sus ágapes frente al espejo de sus contertulianos con quienes bebían sus Vega Sicilia mientras se regodeaban de sí mismos, quizá los opositores y sus columnistas de relumbrón (en el siglo pasado) hubieran podido minimizar la paliza que les dio Claudia Sheinbaum en las urnas.
Tal vez, si hubieran construido una alternativa viable para atraer a la ciudadanía, le hubieran hecho un gran servicio a la nación: hubieran evitado la infame representación abusiva que recién se consiguieron las fuerzas oficiales en el Congreso de la Unión. Pero como el hubiera no existe, Mr. 73% López Obrador se va feliz-feliz-feliz, en buena medida gracias a la ineficacia y esterilidad de ustedes y sus brillantes hashtags.
Thanks and congrats, Mmes. and Messrs 22%.
Disfruten.
TRASFONDO
La mayoría de los mexicanos, el 57%, cree que AMLO tiene “ideas modernas”. Es en serio. Imagine usted, uno de los presidentes más conservadores que hemos tenido en las últimas décadas, que por su cristianismo no se atrevió a hablar claramente del derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo, y del derecho que tiene cualquier persona para escoger su identidad y sus sexualidades, resultó “moderno”. Sólo el 37% opina en sentido contrario, que tiene “ideas anticuadas”, decimonónicas, diría yo.
Ahí es donde sí creo que hubo una especie de hipnosis colectiva en beneficio de AMLO, o que de plano la gente estaba (estábamos) tan cabreada con los prianistas, que no sólo le perdonaron todo al Presidente, sino que lo idealizaron hasta verlo como un hombre que “reconoce sus errores” (58%), un ser “tolerante” (68%). Habrase visto. ¿Acaso no vapuleaba severamente a muchos de quienes lo criticaban con datos y argumentos? ¿No usaba su púlpito para estigmatizarlos y no se inventaba “otros datos” inasibles?
De verdad hay que estudiar seriamente qué sucedió para que López Obrador tuviera semejante imagen tan alejada de los datos duros, de los hechos comprobables. Es una faena exquisita para emprender por investigadores acuciosos. Ojalá se animen.
AL FONDO
En la misma encuesta se le preguntó a la gente si aprobaba o no la reforma al Poder Judicial. ¿Qué cree usted que respondió? Exacto, la mayoría (65%) aprueba la iniciativa del Presidente y sólo dos de cada diez la desaprueban (25%). ¿La razón? Porque la ciudadanía percibe que los jueces, magistrados y ministros son el equivalente a lo que eran el PRI y el PAN en política, es decir, servidores públicos que se sirven del poder y que sirven a intereses fácticos, a intereses económicos.
Esto planteó la encuesta a los entrevistados:
“De esta reforma al Poder Judicial, algunas personas opinan que elegir a los jueces por voto popular hará que la justicia responda a la gente, mientras que otras personas opinan que elegir a los jueces por voto hará que la justicia responda al partido o grupos de interés que los apoyaron para ser jueces. ¿Cuál de las dos posturas refleja mejor lo que usted opina?”.
Prácticamente seis de cada diez personas (59%) escogieron esto:
“Elegir a los jueces por voto popular hará que la justicia responda a la gente”.
Una justicia para el pueblo, para la sociedad, justo como perciben al gobierno de AMLO y como si no hicieran falta fiscalías de excelencia para que los jueces y magistrados puedan hacer justicia con rotundidad.
En fin, a ver si alguien como Omar García Harfuch, o académicos destacados convencen a la Presidente Electa de que lo que hace falta para ayudar al Poder Judicial es que haya policías de investigación eficientes que preparen carpetas de investigación impecables.
Veremos.
Twitter: @jpbecerraacosta