Era abril del 2013, hace poco más de diez años. El poblado de La Ruana, en el municipio de Buenavista, estaba literalmente bajo un sitio de guerra impuesto por el cártel de los Caballeros Templarios, tal como sucedía en varios ayuntamientos más de la Tierra Caliente de Michoacán: no había gasolina, no había gas, no entraban alimentos, medicinas, servicios sociales, médicos, nada. Los alcaldes estaban sometidos, las autoridades estatales corrompidas, el gobierno federal de Enrique Peña Nieto chapoteaba en sus frivolidades. El cerco paramilitar era la respuesta del grupo delincuencial ante la osadía de un puñado de limoneros y varios pobladores del lugar, que el 24 de febrero se habían levantado en armas para liberarse de la dictadura delincuencial.

La revuelta era encabezada por un sonriente señor de mirada chispeante que tenía unos lentes como de intelectual, portaba sombreros blancos o negros, y se llamaba Hipólito Mora.

-Están en guerra… -le dije, durante la segunda entrevista que acordamos.

No era una metáfora periodística. A unos cuantos metros había restos de la más reciente batalla: trocas quemadas con esas cruces rojas que identificaban a los Caballeros Templarios, montones de casquillos de grueso calibre regados por todos lados, manchas de sangre y pedacitos de piel humana chamuscados en la terracería, como grotescos chicles tatemados por el sol. Sangre templaria, pieles templarias.

-Me van matar, Juan Pablo… -me soltó Hipólito hace tres meses, cuando lo entrevisté para ver cómo estaban las cosas en Tierra Caliente, a diez años de aquel levantamiento. Era su premonición, que él veía como destino: “Me van a matar, Juan Pablo, porque no dejo de denunciar a todos”. A todos. A las nuevas dictaduras narcas: la del Cártel Jalisco Nueva Generación, la de Cárteles Unidos, la del grupo Los Viagras, y la indolencia (o colusión) de funcionarios de los tres niveles de gobierno. Y sí, este jueves pasado, una década después de aquellas cruentas pero libertarias imágenes de guerra, un comando de mercenarios asesinó a Hipólito.

Pero volvamos. Abril de 2013, aquella entrevista para el noticiero nocturno de Ciro Gómez Leyva en Milenio Televisión.

-Están en guerra, Hipólito…

-No en guerra, más bien nos estamos defendiendo. Nada más. Nosotros no estamos atacando a nadie. Nosotros no salimos a buscarlos a ellos. Nosotros estamos nada más cuidando el pueblo para que no entren, pero no estamos en guerra.

No tardaría mucho tiempo en darse cuenta de que sí estaban en guerra: un año más tarde las autodefensas avanzaron por toda la región y derrotaron a los templarios, aunque poco después, gracias a la ineptitud del gobierno de Peña Nieto, muchos de los criminales se enquistaron en las autodefensas de todos los municipios (Tepalcatepec, Aguililla, Múgica (Nueva Italia), Apatzingán, La Huacana) y las corrompieron hasta degenerar en los grupos que hoy gobiernan y ensangrientan la región.

-¿Se van a morir a balazos? –le pregunté en 2013. Estaba rodeado por una veintena de jóvenes y hombres maduros, todos de manos curtidas por la tierra, manos recias que en ese momento asían rifles conejeros y fusiles de asalto. No se inmutaba por las cámaras de televisión, por salir en el prime time, y me miraba directito a los ojos.

-Si ellos quieren… Tenemos que defendernos. Tampoco si me llega alguien a matar me voy a dejar o me voy a cruzar de brazos. Yo tengo que hacer mi deber: defenderme.

Viejón bragado. Este jueves pasado quiso defenderse dentro de su camioneta blindada pero lo cocieron a punta de proyectiles calibre .50 y con tiros de fusiles de asalto. Cerca de mil balazos. Y para que no quedara duda del mensaje de exterminio de la nueva dictadura narca en Tierra Caliente, el vehículo ardió hasta que el fundador de las autodefensas se calcinó.

Michoacán, primavera de 2013. Michoacán, verano de 2023. Miles de vidas perdidas después, ¿cuál es la diferencia?

Bajo fondo

El 25 de marzo pasado, para el décimo aniversario de la rebelión armada que encabezó, publiqué aquí la última entrevista que le hice a Hipólito. Ahí describió el nuevo infierno que se padecía en La Ruana y en buena parte de la Tierra Caliente de Michoacán.

-Hoy, ¿cómo están las cosas, diez años después? –le pregunté al líder de las primeras autodefensas, a quien narcos locales habían tratado de asesinar, una vez más, a principios de ese mes. Hipólito no tenía la menor duda:

-Peor. Todo está peor, extorsiones, despojos, reclutamientos, desapariciones, ataques a las mujeres. Los narcos gobiernan aquí peor que antes y ahora nadie se levanta en armas porque todos tienen miedo y nadie dice nada. Estamos mucho peor que hace diez años, sí.

-Se cumplen diez años del levantamiento, ¿cómo está la situación, Hipólito?

-Está mal, Juan Pablo, estamos mal. Muy muy mal. Tenemos un gobierno alterno que es un cártel y que tiene control de todo. De todo, de todo. Son los que mandan, desafortunadamente –respondía.

-¿Un gobierno alterno como cuando estaban los templarios?

-Así, exactamente así; cobran cuota de todo, venden los productos de las tiendas de abarrotes, gente que viene a vender aguacate y plátano les acaban de prohibir también que vendan aquí en La Ruana. La verdura y todo lo de alimentos, ya lo venden ellos. Por ejemplo, anteriormente llegaban camiones de Zamora y Apatzingán a surtir a las tiendas de pan Bimbo, chocolates, Sabritas, Coca-Cola, todo lo que se vende en una tienda de abarrotes traían. Ahora ya no, ahora Los Viagras (grupo que forma parte de Cárteles Unidos) tienen unos almacenes y les dejan la mercancía a ellos y ellos tienen camionetas para ir a surtir a las tiendas a un precio más elevado.

-¿O sea que ellos ponen el precio a los comerciantes y a la población?

-Sí, pero sobre todo a la población, porque el comerciante le sube y no pierde nada, como pasa en el limón, que les va mucho muy bien. También tienen el control de la carne. Ellos controlan todo. Cuando va a haber un evento, un baile o algo, les dicen a los que venden alcohol: “Cierra, tú no vayas a abrir, porque nosotros vamos a vender”.

-¿Alguien se inconforma?

-No, nadie, tienen que aguantar la vara aunque se estén chingando de coraje, pero aguantan. Aguantan porque tienen mucho miedo. También ya se metieron con el cable para ver televisión, ya lo aumentaron. En el recibo que te dan en Cable ahí va incluida la cuota de ellos. Es para aquellos homies, como dicen los cholos (se ríe amargamente al aludir a los narcos). Está bien cabrón…

-Cuando ustedes se levantaron en armas los narcos cobraban extorsión a productores de mango, aguacate, limón, ganado, madera, ¿otra vez lo están haciendo?

-Otra vez, igual –dice resignado. Pero ven, ven para que veas cuántos se animan a hablar. Nadie. Nadie.

-¿Tienen más miedo que antes?

-Tienen más miedo que antes. Hace no mucho vinieron unos periodistas y recorrieron todo, hasta Aquila, y nadie quiso hablar. Me buscaron a mí y les dije yo, riéndome: “¿Cuántos hablaron?”, y dicen: “¡Ninguno!” Nadie quiera hablar, por eso a nadie atacan, nada más a mí, que sí hablo.

-¿Despojos de tierras?

-Ya les han quitado a algunos, los han corrido, se adueñan de algunas cosas. A mí me dicen lo mismo, que me van a quitar mis cosas pero conmigo eso no va a funcionar. Conmigo chingan a su madre y a mí no me sacan ni me quitan nada, solamente muerto. A mí no me asustan.

-¿Y a las mujeres las siguen tomando como trofeos de guerra como sucedió hace cinco años (cuando fui a hacer un reportaje sobre esa atrocidad)?

-Hay algunas jóvenes que andan por gusto con esos locos, como que les gusta esa vida, el dinero, por una camioneta o no sé qué, y hasta lo presumen, “yo ando con este”, “yo ando con la gente de este cártel”… -advierte, sin que le importe que sea políticamente incorrecto decir tal cosa, lo cual retrata la base social del narco y su raigambre cultural. Pero también hay otras mujeres que sí se las echan por la fuerza (reconoce). En Apatzingán una señora que conozco llevaba a su hija de 14 años a la escuela y, ¿no se la quitaron? Se la quitan, se la llevan tres o cuatro enrriflados, apenas hace cinco o seis meses, y no se ha vuelto a saber nada de ella. Imagínate el dolor de la madre. Los padres deshechos, son amigos míos. A uno ya lo agarró la Fiscalía y tiene que confesar.

-¿Reclutados, desapariciones?

-Hasta de doce años, hasta de doce años. Chamaquitos que no pueden ni con el rifle y ahí van en una camioneta, arriba. Doce añitos, les dan droga, los envician y se quedan con ellos. Son los que al rato hasta comen gente.

-Así le hacían Los Templarios, ¿se acuerda?, que les hacían comer corazones de víctimas a sus reclutados.

-Así es, y sigue habiendo desaparecidos entre la gente que protesta. Las autoridades saben sus lugares, sus identidades, tienen fotos. Están corrompidas igual que antes y me atrevo a decir que hasta peor.

-¿De qué sirvió que se levantaran hace diez años si todo sigue igual o peor, Hipólito?

-De que nos mataran a mucha gente –dice lapidariamente (a uno de sus hijos, lo mataron). De eso sirvió. Pero también como ejemplo para que más personas lo hicieron (efectivamente la chispa de La Ruana prendió en prácticamente toda la Tierra Caliente). Ahora pocos se atreven, tienen miedo, pero...

-¿Usted vislumbra que se van a volver a levantar en armas?

-Sí, sí, sí. En La Ruana están a punto. Toda la gente está esperando y ahora más que nunca. Nada más están esperando a que yo les diga y vámonos para arriba a tomar las armas y entonces sí, a no dejar entrar a ningún gobierno ni a nadie, ni a ningún cártel.

-¿Usted qué piensa que va a pasar?

-Eso, eso va a pasar en cualquier rato porque el gobierno no quiere detener a nadie, ahí en el municipio hay libertad total para los narcos, aunque ya no andan tan sueltos en La Ruana porque la Guardia Nacional y el Ejército los topan. Si el gobierno los sigue dejando en libertad van a seguir fortaleciéndose y va a haber un desorden total.

Otra dictadura narca, diez años después. Qué coraje: gobiernos van y gobiernos vienen y cuántas miles de vidas se han perdido en Michoacán. La de Hipólito y sus camaradas que lo acompañaban, las más recientes.

Al fondo

De la carta póstuma de Hipólito, dada a conocer este viernes:

“Que mi muerte no sea en vano. Lo dije en muchas ocasiones; sabía que este día llegaría. Lo dije: me voy a morir peleando. Solo quiero que mi muerte no sea en vano; que los michoacanos, que todos presumimos bravura, seamos valientes una vez y acabemos con este mal que nos tiene en el suelo.”

En otra vida, Hipólito, en otra vida. Descanse.

Twitter: @jpbecerraacosta


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