Es el Cuaderno 48 del Seminario Universitario de Gobernabilidad y Fiscalización de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM. Se trata de “Psicología del Poder y su Influencia”, de Juan José Sánchez Sosa, un destacado psicólogo, profesor emérito de la Universidad e Investigador Nacional Emérito del Sistema Nacional de Investigadores, SNI-III, miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias. El texto se aboca a desmenuzar la forma tan tremenda en la que el poder cambia a las personas, pero sobre todo a las políticas y los políticos, con todo y sus emociones más primitivas y complejas.

“Tener o ejercer una posición de poder, transforma. Cambia a la persona justo en los componentes del determinismo recíproco descrito anteriormente: el organismo, la cognición, la emoción y el comportamiento, así como la influencia entre ellos”, describe Sánchez Sosa, y alerta sobre el aislamiento que suele haber en los pasillos palaciegos y lo que eso puede ocasionar, como tantas veces observamos entre los presidentes priistas y panistas, y también en AMLO:

“Puede haber un deterioro sin que necesariamente el líder se dé cuenta de ello”.

¿Cómo ocurre esa solitaria transformación? Ah, se trata de saborear sin restricciones ese estupefaciente que es tener enorme poder, el cual se potencia si hay elevados niveles de popularidad, y si se está rodeado de aduladores que cada día se postran sin cesar:

“Empecemos por reconocer lo adictivo que resulta la aceptación permanente, recibir elogios y consideraciones favorables hacia lo que se piensa, se decide y se hace. Esta dinámica recurrente se convierte en un problema porque el líder comenzará a adoptar actitudes que van en detrimento de su imagen, como rodearse de personas que lo elogian y lo adulan alejándolo de posturas críticas que contribuirían a la retroalimentación, a mirar otras perspectivas”.

De ahí surge la tentación de borrar los equilibrios entre los poderes y de torcer las normas democráticas, someterlas para servir a un dogma.

Plantea el académico universitario:

“Esta actitud conlleva a que, en ciertas circunstancias, para alcanzar determinados propósitos, si las normas establecidas frenan o impiden las decisiones del líder, se verá tentado a “doblar un poco” la norma (o “un mucho”, diría yo). Tal vez no la rompa, pero llevará a cabo acciones o actuará de manera incongruente con esa norma o con los principios básicos con que la organización funciona. Va a adquirir una actitud que suele hacerse habitual al tomar decisiones ilustrado por el viejo refrán: “Más vale pedir perdón que pedir permiso”, actitud que va fomentando la noción de ser y sentirse superior a los demás y que puede desencadenar en franco autoritarismo y arbitrariedad, en el mejor de los casos, disfrazada”.

Y entonces, desde el interior de la mente del ser poderoso, desde lo más profundo de su ego, brota esa otra irresistible droga dura que es el narcisismo. Las motivaciones de los líderes narcisistas habitualmente se limitan a conseguir y conservar el poder, pero hay más:

“Furtner (2017), por ejemplo, señala que es frecuente encontrar a líderes narcisistas, que, aunque cautivan a muchos seguidores, suelen ignorar o despreciar leyes y normas, comportándose como si estuvieran por encima de ellas además de considerarse superiores a los demás. Se trata de líderes que podrían decir que se reconocen como iguales a los demás, pero consideran que saben más, que tienen más experiencia y capacidad. Incitan a los otros a lograr lo que se proponen y que las cosas funcionen como ellos consideran, aunque sea distinto a lo establecido o a lo que marca la normatividad o la expectativa social”.

¿Qué mueve a esos dirigentes narcisistas, además de su notorio onanismo político?

“Su tipo de liderazgo los hace dispuestos a rebasar prácticamente cualquier límite que consideren necesario, incluyendo normas jurídicas, sociales o prácticas culturales. En ocasiones es posible identificar líderes narcisistas “menos malos” porque pueden autocontrolarse, son socialmente responsables y promueven la comunidad social; sin embargo, hay líderes con grados de maldad, impulsivos, socialmente poco aceptables, ególatras, autoindulgentes y deshonestos”.

Muy avanzada la codicia política de los poderosos, que va acompañada de una imposibilidad absoluta para controlar las tentaciones de avasallamiento contra quienes difieren, se expande una triada de comportamiento muy nociva: la tríada oscura de la personalidad.

Yo digo que “oscura” se queda corta, para mí que es muy oscura. El universitario, que es el que sabe, lo explica así:

“Se trata de una combinación de características que presentan personas que ejercen el poder, que impiden su crecimiento y limitan el bienestar. El narcisismo es la primera de estas y se refiere a la grandiosidad y megalomanía del líder, quien se considera a sí mismo como el “mero mero” y más que los demás. Después se incorpora el maquiavelismo, que destaca el uso, “siempre que sea necesario”, de la manipulación. Si bien Maquiavelo no señaló explícitamente su uso, sí afirmó que cuando sea necesario, hay que aplicarla y, además, hacerlo de manera velada, oscura. La lectura de El Príncipe permite identificar muy bien los rasgos del maquiavelismo, donde quien ejerce el poder, no le importa si es admirado, si se le juzga o critica”.

¿Qué viene luego de tantas linduras de personalidad?

Parte de lo peor, rasgos de personalidad que tienen secuestradores, extorsionadores y sicarios…

“La tercera característica de esta tríada es compleja porque aún se debate si se adquiere, se desarrolla o se trata de una disfunción del sistema nervioso, de un defecto central del cerebro presente desde el nacimiento. Se trata de la psicopatía que se caracteriza por la incapacidad de sentir culpa. Es emocionalmente insensible, no controla sus impulsos y los ejerce con duplicidad, hipocresía y manipulación. Si analizamos el entorno global en que vivimos, tal vez nos resulte posible identificar algunas de las características de esta tríada oscura del poder entre dirigentes con poder para tomar decisiones cuyo impacto afecta a todos. Esto puede estremecernos, pero confirma la importancia de investigar y analizar más sobre el comportamiento que conlleva el uso y el ejercicio del poder (Paulhus, 2014; Paulhus y Williams, 2002)”.

Lo que tenemos a estas alturas en una política o en un político con demasiado poder, con poder excesivo (piense como posible ejemplo en la gobernadora de Campeche, o en el exgobernador de Tabasco y ex Secretario de Gobernación, o en el propio López Obrador, o en Salinas de Gortari, Zedillo y Calderón); lo que tenemos en este momento es un coctel altamente explosivo de personalidad y comportamientos que provoca arrebatos políticos que muchos padecimos como sociedad (y hasta en lo personal, en lo familiar). Es algo así como ser vulnerables y yacer indefensos ante las ocurrencias del Guasón o Lex Luthor, para ponerlo en términos de cómics o con aires muy hollywoodienses, pero todo esto es muy serio y va mucho más allá, porque el ejemplo de esos liderazgos nocivos se replica en sus subordinados, o en otros líderes importantes que emulan al mesías original. Aquí en México lo hemos visto es de siempre con los gobernadores y gobernadoras comportándose como virreyes extremadamente déspotas.

Escribe Sánchez Sosa:

“Los rasgos medulares de esta tríada, de esta oscuridad, pueden traslaparse, es decir, se puede ser maquiavélico y además narcisista o psicópata en alguna otra medida, y son rasgos que suelen predominar dependiendo de las situaciones en que se ejerza el poder (Jones y Figueredo, 2013). Una de las investigaciones más sólidas sobre la personalidad oscura y su impacto en el comportamiento laboral, analizó 245 muestras de estudios independientes realizados por diversos autores con especial atención a la convergencia de hallazgos en sus resultados (O’Boyle 2011). El estudio hizo énfasis en la conducta contraproductiva en la organización y la correlación que tiene el maquiavelismo y la psicopatía con el desempeño laboral. Los resultados mostraron mucha deficiencia, significativamente negativa, entre otras razones porque los subordinados identifican las características de la persona oscura que ejerce el poder, independientemente del nivel o rango de autoridad que ostenten. Podría tratarse de un supervisor en una línea de montaje, de un subdirector de área o incluso de la dirección. En cualquiera de esas situaciones, fue evidente que este tipo de liderazgo genera problemas. Fue un hallazgo crucial para formar o elegir personas destinadas a dirigir equipos o que ejerzan algún tipo de poder”.

Vamos terminando, porque es sábado, y hay que salir a respirar, pero antes echemos un último vistazo a los alcances que pueden tener este tipo de dirigentes:

“(Los líderes narcisistas) son arrogantes, pueden presentar sentimientos de inferioridad y vacío respecto a sí mismos, pero solo cuando están solos. Necesitan reconocimiento, son hipersensibles, les falta empatía y pueden ser amorales, pueden cruzar líneas, normas o principios que otros líderes no cruzarían. Son irracionales, inflexibles, se consideran superiores y pueden presentar cierta paranoia, una sensación de que el mundo los quiere perjudicar y encuentran enemigos en todas partes (Rosenthal y Pittinsky, 2006)”.

¿Cuáles son las estrategias preferidas por estos personajes?

Tácticas de manipulación. Las utilizan los tres tipos de liderazgo oscuro mencionados. El psicópata usa la intimidación y la amenaza para conseguir un fin determinado, mientras que los narcisistas se inclinan más por los elogios y los incentivos, aunque no los cumplan a pesar de prometerlos. Los maquiavélicos optan por ambas técnicas.

¿Le suena conocido? A mí sí, desde que ejerzo el voto: es como un retrato hablado de todos los políticos y todas las políticas que he visto ejercer el poder en este país.

Yo sí le recomiendo a la Presidenta de la República que en un rato que tenga lea completo el Cuaderno 48, antes de que en 2026 y 2027 emule a todos sus antecesores y sucumba a los arrebatos del narcisismo político mexicano que ha sido tan nocivo para la sociedad.

BAJO FONDO

(Y ahí como cosa suya, espero que de verdad se deshaga pronto de todos los Adanes y Noroñas y Taibos y Andys y Cuauhtémocs y Montreales que pululan en su movimiento, y que cuadran con ese retrato hablado descrito certeramente en el Cuaderno 48 del Doctor Juan José Sánchez Sosa).

AL FONDO

No nos retiremos a comer un helado sabatino sin alguna esperanza.

¿Qué se puede hacer para contener a líderes oscuros como esos y escoger otros que sí tengan salud emocional y carezcan de toxicidad política?

Escribió Sánchez Sosa:

“Lo que las organizaciones pueden hacer con esta información. Primero, es necesario promover el desarrollo de liderazgos efectivos, con inteligencia emocional y manejo interpersonal consecuentes con la horizontalidad en la toma de decisiones y el ejercicio del poder. Segundo, exhibir o denunciar al líder tóxico o con características correspondientes a la tríada obscura, que ocupe cargos o posiciones de poder. No es sencillo y conlleva riesgos, pero es importante promover cómo son para identificarlos; y tercero, socializar estos conocimientos, es decir, compartir con otros lo que se conoce sobre estas tendencias, promover e incentivar la formación de liderazgos efectivos, proactivos, certeros y asertivos, congruentes con el ejercicio accesible del poder”.

¿Y en las urnas, cómo evitar que surjan personajes ultras como Salinas Pliego que quieren apagar el fuego con gasolina que vende él mismo?

“Si se trata de elegir candidatos de elección popular, en cualquier nivel y organización, las acciones arriba enunciadas permitirán analizarlos desde una perspectiva más informada sobre la tríada oscura; sin embargo, este tipo de personas suelen ocultar sus rasgos de comportamiento para proyectar una actitud agradable y afín a los posibles votantes. Aun así, con más información, podremos ir marcando la diferencia”.

O sea, hay que leer e informarse ahí donde no desinforman.

jp.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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