La historia del municipio de Coalcomán, en la Tierra Caliente michoacana colindante con Jalisco, ha sido durísima en los últimos veinticinco años (sexenios de Fox, Calderón, Peña Nieto, López Obrador, y lo que lleva Sheinbaum). La gente de ese municipio -maderero y ganadero- padeció a La Familia Michoacana y luego a Los Caballeros Templarios, hasta que en 2013 se levantó en armas, pero su liberación duró poco, ya que fue sometida por nuevos grupos criminales, y ahora yace bajo el yugo del Cártel Jalisco Nueva Generación, sin que nadie, ninguna autoridad, haga absolutamente nada para impedirlo.

Le narro algunos antecdentes, para que entienda usted la relevancia de la zona, no sólo por el incesante tráfico de armas desde Estados Unidos y por la siembra y trasiego de narcóticos, así como la fabricación de drogas sintéticas, sino por la enorme cosecha de extorsiones que ese lugar le supone a los grupos delictivos.

A principios de 2014, cuando se cumplió un año de la insurrección contra la bota templaria, fui a reportear al sitio no sólo para ver cómo estaban las cosas, sino para recabar datos duros sobre la muy redituable mina de oro que había sido la región para los Templarios. Los 15 aserraderos que había en Coalcomán, que producían 80 mil metros cúbicos de madera de pino al año, les suponían un dineral: extorsionaban con $120 pesos por metro cúbico y anualmente obtenían $10 millones de pesos de aquella época.

Por si eso no fuera una estafa mayúscula, cobraban mil 500 pesos por cada animal que era vendido, y como se expendían  alrededor de 15 mil reses al año en la región, obtenían más de $22 millones de pesos anuales.

Al menos $32 millones de pesos de saqueo, de extorsión directa a los productores, sin contar el 10 por ciento que extraían del presupuesto municipal (bajo su ley de plata o plomo), que si no me fallan mis apuntes era de más de cien millones de pesos (hoy el budget es de más de $145 millones), lo que les representaba oootros $10 millones de pesos, para un gran total de $42 millones de pesos anuales por cobro de piso.

Más de tres millones y medio de pesos mensuales de impune coerción, más de $800 mil pesos semanales para los capos. Eso es lo que valía Coalcomán ayer. Imagine hoy, once años después, cuánto vale.

¿Por qué traigo el tema a esta columna? Porque justo hace dos semanas, el 27 de diciembre, nos enteramos, gracias a mi colega Carlos Ángel Arrieta, corresponsal de EL UNIVERSAL en Michoacán, que quien gobierna de facto ese sitio es el CJNG: en un vídeo, presuntas autoridades del lugar homenajean y agradecen al líder del grupo, a Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho (58 años), “y a sus hijos 2 y 3, y al comandante Delta 1, por su noble gesto y colocar de nuevo una sonrisa”. ¿Cuál era el noble gesto? Darles juguetes “y regalos” a los niños del lugar, a quienes, en coro, los adultos obligaron a agradecer al capo y los suyos durante una verbena. Y claro, en otro acto público, faltaba más, se cantó un corrido sobre el personaje, “El Señor de Los Gallos”, y se armó… una pelea de gallos para gozo de mujeres y hombres del lugar, que sonrientes escuchaban las letras musicales sobre cuernos de chivo y misiles antiaéreos.

Esos niños, los de Coalcomán, con la complacencia de las autoridades de todos los niveles de gobierno, crecen hoy admirando a un cártel y sus líderes. No importa si es el CJNG, o Cárteles Unidos de Michoacán, o el que sea, es lo que eso representa: otra generación más adoctrinada por la narco cultura mexicana, con todo lo que eso representa para la continuación de la ruptura del tejido social.

Dos semanas de los juguetes de Coalcomán y no ha pasado absolutamente nada.

Nada. Todo sereno. Todo impune.

Felicidades a la alcaldesa. Felicidades al gobernador. Felicidades a la Presidenta de la República. Felicidades el fiscal estatal. Felicidades a la FGR de Gertz Manero. Felicidades a la SSP michoacana. Felicidades a la SSCP de García Harfuch. Felicidades al Ejército, la Marina y la Guardia Nacional.

Felicidades. Seguramente el gallero estará feliz con todas y todos ustedes.

BAJO FONDO

Hace once años, cuando estuve por última vez ahí, los dos principales líderes de las autodefensas locales me contaban, con lágrimas en los ojos, que no sólo se habían sublevado contra los Templarios en 2013 debido a los saqueos y extorsiones, y por los desaparecidos y ejecutados, sino porque Coalcomán ya se había convertido en el municipio donde nadie bailaba. El municipio sin quince años, bodas, cumpleaños ni bailes y fiestas. ¿Por qué? Porque los criminales levantaban a sus niñas-adolescentes y a sus mujeres y las vejaban y violaban. Algunas, quedaron embarazadas, igual que ocurrió en otros ayuntamientos, como Buenavista (municipio famoso por el poblado La Ruana de Hipólito Mora) y Tepalcatepec. Así de crudo, así de duro me lo narraban sentados en un aserradero Misael González y Felipe Díaz, líderes de las autodefensas.

Aquí un fragmento de aquella entrevista, publicada el 27 de febrero de 2014 en Milenio, donde yo trabajaba entonces, con el agregado de los silencios que resalto ahora:

“-Teníamos el mismo problema de otros municipios: extorsiones, secuestros, asesinatos. Y… (largo silencio) de violaciones a las jovencitas. (Silencio). Muchas de ellas resultaron embarazadas de ellos. (Silencio). Muchas veces ni siquiera pudieron saber quiénes eran los papás de sus criaturas. (Silencio). No se enteraban. (Silencio). Otras veces se ocultaban por miedo a quien las había embarazado. (Silencio por el miedo de que las volvieran a violar y embarazar). Las amenazaban diciéndoles que si decían con quiénes habían andado (quién las había raptado), iban a matar a sus familias.

“Se hace un silencio. Las máquinas del aserradero están apagadas. Solo se escucha el siseo del viento. Luego, como que Misael toma fuerza de nuevo, contiene las lágrimas, y abunda:

“Igual si alguna muchacha tenía novio y le gustaba a alguno de los malandros, le decían: '¿Sabes qué? A tu novio lo vas a dejar...'

“Otra pausa. Otro silencio largo. Sus semblantes se descomponen. A cada palabra nueva, el dolor parece provenir de su propia piel, de sus entrañas. Sigue Misael...

“-Al novio le daban una golpiza. Y por lógica, amenazado, no se volvía a acercar a su novia. O también ella ya no dejaba que el novio se le arrimara, porque tenía miedo que se lo mataran. (Silencio). No tenían piedad. Ésos no andaban amenazando por amenazar. Ellos, si te decían algo y tú no hacías las cosas como querían, era muerte segura”.

¿Y si está pasando de nuevo una barbarie similar, Omar García Harfuch, con capos que sabes que son más despiadados? Tú ya los padeciste, casi te matan y fulminaron a un compañero tuyo. ¿Y si las adolescentes y las mujeres de Coalcomán están padeciendo lo indecible como entonces, Presidenta, y no pueden denunciar nada hasta que alguien libere el municipio, como en 2013 lo hicieron las autodefensas?

Si permiten el gobernador, la Presidenta y el secretario García Harfuch que siga ocurriendo lo que sucede hoy en Coalcomán y otros municipios michoacanos, a causa de la guerra entre dos cárteles que se disputan armas, drogas y extorsiones, y cada uno quiere hacer prevalecer el reinado de su machismo, no tendrán perdón por semejante negligencia criminal, idéntica a la que permitió el gobierno de Peña Nieto a la sazón.

TRASFONDO

Y luego, ante su pasividad, ante su ineficacia, ante su pavor, o debido a todo lo anterior junto, se enojan porque el energúmeno de al lado quiere proceder contra los narco terroristas y mandar comandos de élite tipo las Lioness de Prime Video para que, ante la inmovilidad del Estado mexicano, como en la serie, penetren furtivamente en suelo nacional y pongan en su lugar a los inmisericordes miembros del sicariato nacional.

Creo que en Palacio no tienen idea clara de lo que se les vendrá encima si la ficción queda eclipsada ante la pasmosa realidad de ambos de la frontera.

MIRIAM MOLINA

Ella, que nació en Mérida, Yucatán, en abril de 1938, y que desgraciadamente falleció el jueves antepasado, era mi madre. Bastaría eso para escribir algo sobre su persona, pero resulta que fue un gran personaje público de la cultura. El Museo de Arte Carillo Gil, posteó el 2 de enero:

“El Museo de Arte Carrillo Gil lamenta profundamente el fallecimiento de la gestora cultural Miriam Molina Sobrino, quien dirigió este espacio durante los primeros años de su fundación. Su brillante gestión impulsó exposiciones en torno a la vanguardia artística mexicana, dando a cabida a las diversas manifestaciones del arte de las décadas de los setenta y ochenta con proyectos emblemáticos y las primeras exposiciones individuales de miembros de la generación de Los Grupos, además de colectivas de mujeres artistas. También dio cabida a proyectos disruptivos y experimentales en la fotografía, apoyando a jóvenes creadores. La visión de Miriam Molina al frente del MACG perfiló la veta de su vocación orientada hacia el arte joven y experimental. Reconocemos su valiosa aportación a la historia de este espacio, así como al ecosistema cultural de nuestro país y enviamos un abrazo solidario a su familia y amigos”.

Así fue, ella empezó a trabajar al inicio de los años 70 con el gran Fernando Gamboa (estupendo museógrafo y curador de exposiciones) en el Museo de Arte Moderno que él dirigió. Y en 1974, cuando se inauguró el Carrillo Gil, mi madre fue la primera persona que lo dirigió.

Escribió hace unos días la artista visual Lourdes Almeida:

“El 2 de enero por la noche de este año cruzó el umbral una maravillosa mujer, muy querida e importante en la cultura de nuestro país. Ella nos dio la oportunidad al Taller de la Luz de exponer en el Museo Carrillo Gil en 1982, cuando pocas personas pensaban que nuestro trabajo era importante. Este evento fue un parteaguas en nuestra carrera”.

La artista visual Rowena Morales, comentó en Facebook:

“Qué pena. Qué triste noticia. Ella también me dió la primera oportunidad de exponer en un museo. Una gran mujer siempre dispuesta a dar oportunidades y promover el arte emergente de nuestra generación”.

Adriana Malvido, periodista, querida compañera de páginas aquí en EL UNIVERSAL, tecleó:

“Lo siento en el alma. Tu mamá fue muy importante para mí, me apoyó muchísimo”.

Fernando Leal Audirac:

“Ella dirigía el departamento de Artes Plásticas del INBA, cuando realicé mi exposición antológica en el Palacio de Bellas Artes en 1993. Fue una persona muy inteligente y abierta”.

Blanca Garduño:

“Una mujer muy entregada al arte”.

José Luis Martínez H.:

“Gran mujer, impulsora de las artes, fuerte y empeñosa”.

Lucina Jiménez:

“Una gran profesional, generosa y brillante. Su aporte es fundamental”.

Javier Hinojosa:

“Se nos adelanta una gran mujer. Ciertamente, el apoyo que nos dio y el creer en nosotros es algo invaluable e inolvidable”.

Rogelio Cuéllar, el gran fotógrafo:

“Infinita tristeza , gran señora amorosa e inteligente . En 1981 me apoyo en mi exposición individual en el Museo Carrillo Gil”.

En fin, me conmovieron muchísimo las cientos de muestras de respeto, cariño y admiración que me llegaron. Además de trabajar en el MAM y en el carrillo Gil, mi madre encabezó la Coordinación de Artes Plásticas del gobierno federal, dirigió el Museo del Palacio de Bellas, fue directora del Centro Cultural de México en San Antonio, Texas (Relaciones Exteriores) y llevó cantidad de exposiciones de artistas mexicanos, como Orozco, pero también gente de las siguientes generaciones, por varios países del mundo. Y claro, también gestionó que vinieran grandes muestras internacionales a México. Abrió espacios para talentos emergentes, jóvenes pintores que hoy venden en muchos dólares, y también para escritoras y escritores hoy famosos que necesitaban foros no sólo para presentar obras sino para hablar y cultivar e intercambiar saberes, que es lo que nos diferencia de otras especies.

Fue una mujer que rompió cuanto techo de cristal se le puso enfrente y con ello derribó porciones del patriarcado y del machismo mexicano.

Yo teclee, ante una foto del Carrillo Gil en los años 70 donde se ve a una niña y sus padres en la rampa de entrada al museo:

“El respeto y reconocimiento del Museo Carrillo Gil hacia mi madre, que fue la primera persona que dirigió ese recinto cultural cuando fue inaugurado en 1974, es algo que me resulta bello en estos días tan duros. Y como ya puse por ahí en Twitter, yo, al igual que esa niña de la foto a la que le atan los lazos, desde los 11 años jugaba en las rampas del Museo de Arte Carrillo Gil: algunos días salía de la escuela y me iba a la oficina de mi mamá para alcanzarla y comer con ella, y luego de hacer la tarea, seguía jugando en las rampas internas del lugar.

“En las salas del Carrillo Gil tuve mis segundas barnizadas culturales, mis segundos gustos por las artes plásticas y las artes visuales (los primeros los adquirí en el Museo de Arte Moderno, donde Miriam Molina había trabajado previamente): mi madre me estimulaba para que recorriera cada espacio y abrevara de las exposiciones, de los artistas, cuyas obras me explicaba pacientemente cuando hacía falta. O sea, siempre. Y me contaba con gran destreza y sencillez porqué había curado cada exposición como lo había hecho y cómo había diseñado la museografía para que tuviera una narrativa plástica impecable, pulcra, atrayente y seductora”.

A mis tres hermanas (Carolina, Amelia y Freya) y a mí, mi madre nos dio un ejemplo cotidiano de lo que significa honestidad, esfuerzo, perseverancia, humildad, pero sobre todo, generosidad y desprendimiento para apoyar a medio mundo en las malas y en las pésimas, siempre con un humor exquisito y muchas veces sarcástico (era yucateca), con una mirada acariciadora y palabras que siempre abrazaban.

Y la de anécdotas que sabía de comidas, cenas, tertulias, fiestas y reuniones de trabajo de personajes de la cultura ( gente de las artes plásticas, la literatura, la música, la danza, el cine y el teatro) y de la diplomacia mexicanas: eran puros bocados de cardenal realmente exquisitos, que por supuesto incluían a no pocos funcionarios y políticos. Pero, bueno, fuera de nuestra mesa, la de la familia y las amistades muy cercanas, era muy discreta, se negó a escribirlas o divulgarlas. Yo digo que qué lástima, hubieran sido pasajes escandalosamente divertidos, pero la entiendo.

Además, fue una mujer con una profundas consciencia social y política: apoyó, con enorme valentía y decisión, a la resistencia contra el dictador Pinochet, por ejemplo, a través de subastas y adquisiciones de arte para apoyar a los demócratas chilenos con recursos que mucho les hacían falta.

Es un orgullo y un privilegio descomunal ser hijo de Miriam Molina Sobrino, un invaluable regalo existencial que ella haya sido mi madre, mi ejemplo de ser humano.

Como me dijiste al despedirnos en el hospital, Tata: “Allá nos vemos”.

Twitter: @jpbecerraacosta

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