¿Cómo fue que el Estado mexicano perdió Chiapas ante el crimen organizado?
¿Cómo ocurrió eso, que cediera la plaza, sin que al menos metiera las manos?
El anterior gobierno federal y el actual gobierno estatal no hicieron nada para impedirlo, y ahora esa entidad padece lo que sufrió Guatemala en los años setenta y ochenta del siglo pasado, cuando fue pisada por las botas de regímenes militares: desplazados de guerra que tienen que refugiarse en otro país. Sí, desde hace meses cientos de chiapanecos huyen de la violencia y buscan refugio en Guatemala, tal como miles de guatemaltecos se ocultaban en México hace cuarenta años.
Además, Chiapas también es víctima de desplazamientos internos, porque cientos y cientos de pobladores han tenido que abandonar sus hogares hacia municipios y estados vecinos, debido a las amenazas y la voracidad de los criminales, que han reclutado forzadamente a sus hombres, han violentado a sus mujeres, y se han apoderado de buena parte de sus recursos.
A la vista de todos (ahí están los videos de las caravanas de hombres armados trepados en trocas o motocicletas), los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación se pelean el tráfico de armas, droga, gente y maderas. Además, se disputan la redituable industria de la extorsión.
El trágico desenlace que tuvo la acumulación de esas negligencias fue el asesinato, el domingo pasado, del padre Marcelo Pérez, el sacerdote tzotzil que, honrando la mejor tradición de los curas de esa zona, se dedicaba a defender a los más vulnerables chiapanecos cuando fue ejecutado por un sicario en San Cristóbal de las Casas. El asesino huyó, con el sello de la casa criminal: en una motocicleta que conducía un cómplice.
¿Cuándo inició esta barbarie que alcanzó al padre Marcelo? Platico con colegas chiapanecos que tienen una solidez impecable y me dicen que hace cinco años brotaron dos grupos delictivos locales que se empezaron a disputar la zona sin tregua, sin miramientos, con la población como víctima en medio de sus batallas. Hace no mucho tiempo, además de defender a la población, el padre Marcelo quiso mediar, buscar la paz, y nada, como “estorbaba ya a un montón de gente, lo asesinaron”.
Pero mucho antes de que ocurriera el homicidio, “células pesadas” del Cártel de Sinaloa, primero, y luego del Cártel Jalisco Nueva Generación, llegaron al estado para aliarse con criminales locales y se jodió Pantelhó, en Los Altos, pero también Berriozábal, en la zona metropolitana de Tuxtla Gutiérrez y sus alrededores, al igual que el pueblo mágico Ocozocoautla, o Amatenango, en la Sierra Madre, incluso el San Cristóbal de las Casas pletórico de turistas. Es decir, sin inmutarse, los cárteles se metieron a cualquier sitio y se pelearon cualquier lugar, al grado que ya se hablaba, en informes de seguridad, hasta del Cártel Chamula y el Cártel Chiapas-Guatemala.
¿Cómo van a recuperar Chiapas, Omar García Harfuch, el general secretario Ricardo Trevilla Trejo y el almirante secretario Raymundo Pedro Morales Ángeles? Lo primero será convencer a la Presidenta de que esta no es la guerra de Calderón, ni la de Peña Nieto, ni la guerra perdida de López Obrador, sino la guerra de México contra grupos criminales nacionales financiados con dinero extranjero (estadounidense) y dotados de armas extranjeras (gringas, israelíes y europeas), y que, como recién vimos hace unas horas en Guanajuato, están dispuestos a desafiar con más insolencia al Estado y seguir la vía narcoterrorista, idéntica a la que padeció Colombia en los tiempos de los coches-bomba.
Lo segundo será que, mientras se construyen 32 policías estatales confiables que auxilien a la Guardia Nacional en temas de seguridad, nadie, salvo los criminales, debe temer a la letalidad de las Fuerzas Armadas porque se requiere, ya, de inmediato, que los capos y el sicariato nacional respeten de nuevo al Estado, y si eso tiene que pasar por exhibir el poder de fuego estratégico, el defensivo para repeler ataques, bienvenido, aunque se vuelvan a escandalizar algunos intelectuales y columnistas que, en tiempos de Peña Nieto, hicieron una inexplicable campaña de nado sincronizado para alertar al mundo con el descubrimiento de un hilo negro que señalaba… que las Fuerzas Armadas eran más letales que los criminales cuando había enfrentamientos. Es decir, lo mismo que sucede con cualquier Ejército o Marina del mundo que se respete.
¿O esos brillantes intelectos prefieren de nuevo la alternativa de seguir perdiendo más plazas hasta que el sicariato nacional se apodere de la mismísima Ciudad de México? ¿Les gustaría, con tal de tener argumentos para golpear al gobierno federal, un escenario perfecto para su encono político en el que las monstruosas mentes criminales sembraran terror en la capital?
Pregunto, porque a veces parece que disfrutan su ofuscamiento perenne primero contra López Obrador y ahora contra Claudia Sheinbaum.
AL FONDO
Lo que la Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas no debe tolerar es la menor violación a los derechos humanos del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, como lo denunciado esta semana en Sinaloa, cuando un soldado presuntamente azuzaba a la tropa para que asesinara a un joven confundido con un delincuente, o como los soldados que dispararon contra migrantes y mataron a seis e hirieron a doce hace tres semanas. Quien no tenga el temple para manejar armas adecuadamente, y la serenidad para no usarlas indebidamente, no debe estar en zonas de riesgo.
Twitter: @jpbecerraacosta