Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el estadunidense promedio siempre ha querido tener un presidente fuerte. Usted me dirá que lo mismo ocurre en todos los países, y sí, pero la diferencia es que la mayoría de los gringos anhela un presidente fuerte… y muy temido. O mucho mejor: un verdadero bully, un gandalla contumaz que en su imaginario colectivo sea, en pleno siglo veintiuno, el Sheriff del Planeta al que nadie amedrenta.
Así es la idiosincrasia política en buena parte de Estados Unidos, de caricatura (lo acabo de constatar de nuevo durante un viaje a Nueva York), pero se trata de una bufonada muy seria que cada cuatro años -tiempo de elecciones- exacerba el nacionalismo más primitivo en una sociedad cuya mitad de la población es muy puritana e insegura. Se trata de una masa fácilmente manipulable, adicta a las teorías de la conspiración, que ha sido capaz mancillar el Capitolio, símbolo que representaba los mejores hábitos de la democracia estadunidense.
No debe extrañarnos, entonces, que al menos la mitad de los votantes en Estados Unidos vaya a elegir de nuevo a Donald Trump como su presidente, un tipo que cada día inocula odio contra los migrantes, a quienes culpa de todos los males y estigmatiza como asesinos, violadores, locos, narcotraficantes que envenenan a blancos y negros.
Suena casi absurdo que prevalezca tanta desinformación en estos tiempos donde es sencillo comprobar la veracidad de cualquier dato, pero las posverdades han nublado el juicio de muchos estadunidenses. No hay que sorprendernos demasiado, es lo que una parte del pueblo norteamericano ha abrevado desde siempre: la imperiosa necesidad patriótica de contar con un ojete en su Presidencia, jamás alguien vulnerable. Es lo que el estadunidense tipo ha desayunado, comido y cenado desde la posguerra en radio, televisión, cine, cómics, películas y ahora en series: enajenado, quiere a un ogro que intimide desde la Casa Blanca, un Trump gesticulador y amenazante, a diferencia de un extraviado, rígido y balbuceante Joe Biden que, desgraciadamente, ya provoca lástima.
Es duro, pero así es. Y no es tanto un asunto de vejez, porque el actual presidente apenas le lleva tres años a su rival, sino del estado de ancianidad de cada uno. Trump emana fuerza, poder, machismo, el sueño americano del éxito total: “Le ganaré a quien me pongan enfrente”, espetó hace unos días, en alusión al eventual retiro de Biden de la contienda.
Y es cierto, hasta este momento Trump podría fulminar a cualquier demócrata, según todas las encuestas, salvo a una persona que no tiene la menor intención de incursionar en semejante aventura política: Michelle Obama vencería ampliamente al republicano, según la más reciente medición Reuters/Ipsos. La activista afroamericana, cuyo esposo es el expresidente Barak Obama, lograría el 50% de la votación, contra el 39% de Trump. Eso implicaría una reverenda paliza en el sistema electoral estadunidense, que suele definirse por pocos puntos cuando se trata de comicios presidenciales.
Siendo Biden el candidato, cada vez se hunde más en el voto popular (43-39) y en el Colegio Electoral, donde su rival obtendría 312 votos de los 270 necesarios para ganar, mientras que el demócrata sólo captaría 226, de acuerdo con el agregador de encuestas del diario The New York Times. ¿Por qué tanta diferencia? Porque Trump va adelante en siete estados claves para decidir la elección: Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada.
¿Qué se requiere entonces para detener a Trump? Lo escribió el miércoles pasado en ese mismo periódico el actor y director de cine George Clooney, quien ha sido uno de los mayores recaudadores de financiamiento para las campañas presidenciales demócratas (2012, 2016, 2020 y 2024): que Biden, quien tendrá 82 años en noviembre, sea un héroe, venza la negación en que yace empantanado, y se retire de la contienda para que Kamala Harris, la actual vicepresidenta, tome la estafeta y el martes 5 de noviembre zarandee al machito de Queens: este jueves pasado, por primera vez en mucho tiempo, una encuesta, de ABC News/Washington Post/Ipsos, la pone arriba sobre Trump 49-46, con posibilidades reales de ganar en el Colegio Electoral.
Horas emocionantes vive la democracia de Estados Unidos.
TRASFONDO
Contraporchianos.
Perdonar es estéril cuando el malo no se exime.
***
Las convicciones borran las convicciones.
Twitter: @jpbecerraacosta