Seguir creyendo que la representación política que está por comenzar su mandato en las próximas semanas es de ideología izquierdista, en definitiva, no solo resulta ingenuo, sino que también es una ofensa para todas aquellas personas que a lo largo de muchos años han luchado por la igualdad y el posicionamiento de agendas progresistas.
Pensar que Morena enarbola determinados valores empatados con la justicia social cuando, al mismo tiempo, implementa la militarización de la seguridad pública en todo México, impulsa la prisión preventiva oficiosa y construye proyectos ecocidas en el sureste de la República, es tan contradictorio como absurdo.
Sin embargo, siempre existirán corifeos que sigan vociferando en cada esquina que el solo hecho de decir que el actual régimen es de izquierdas basta y sobra para ser de izquierdas. No sobrarán las maromas, las falacias y los sapos que se tengan que tragar para convencerse a sí mismos de una irrealidad que solo ocurre en su cabeza.
No obstante, a pesar de las alucinaciones en las que algunos están dispuestos a vivir, hay un factor evidente que no se puede negar y que desenmascara a los morenistas como un partido político más, igualito a cualquier otro, con las mismas prácticas y vicios de antaño que terminan por despreciar su congruencia ideológica en aras del poder por el poder mismo.
Me refiero a la alianza electoral de Morena con los del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), la prueba más desagradable de que claramente el próximo gobierno no comulga con los ideales de una izquierda moderna y coherente, ese mismo partido que durante años criticó López Obrador por conseguir el premio mayor sin importar quien sea su consorte.
En ese sentido, el próximo primero de octubre los verdes harán historia, ya que se convertirán en la primera fuerza política que por tercera ocasión en este siglo alcanzarán la titularidad del Ejecutivo Federal; el pequeño detalle es que ahora no será con el PAN (agrupación con la que consiguieron su primera victoria en el 2000), ni tampoco con el PRI (partido al cual sacaron del poder y doce años después le ayudaron a regresar), fieles a sus estilos y sus traiciones, ahora, claramente, será con Morena.
El tándem resulta delirante; un partido que se ha aliado con la derecha y con el centro, que ha propuesto iniciativas más bien de extrema derecha como la pena de muerte, la cadena perpetua o la castración química, y que hoy, de la noche a la mañana y con la mano en la cintura, se presenta como una opción confiable para esta presunta izquierda.
Hay que decirlo de manera clara, independientemente de quién consiga la victoria en las urnas, de gane quien gane, el Verde nunca pierde. Porque, como hemos insistido, el PVEM es el mejor ejemplo del fracaso de nuestra partidocracia, ya que sus violaciones a la ley no sólo les han traído votos a ellos, sino a los partidos coaligados, sus negocios sucios beneficiaron a empresas, empresarios cercanos a todos los partidos.
La justificación de este Frankenstein de la política mexicana fue verbalizada por la entonces candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum —una científica que supuestamente se presenta como heredera de una izquierda legítima—, aseguró hace meses que el Partido Verde siempre ha defendido el medio ambiente y, por ende, se torna un aliado natural.
Poco importa que la hoy presidenta electa olvide que el PVEM ha sido desconocido por asociaciones medioambientales nacionales e internacionales y que lo único que este partido ha defendido a lo largo de su vida política son sus prerrogativas. Tal parece que el principal objetivo de la elección pasada era arrasar a cómo diera lugar, sin importar mucho el pactar con lúgubres personajes como los verdes.
Y, quizá lo más fuerte es que lo lograron y con creces. El nuevo panorama político que se avecina, además de haber relegado a las minorías partidistas, por primera vez en la historia una coalición ejercerá un poder ilimitado para hacer y deshacer a su merced sin contrapesos institucionales.
Tema aparte es si fue o no una elección pareja, pero de lo que no cabe dudar es que Morena construyó esta súper mayoría gracias a su aliado más perverso. Y es que el Verde sabe bien de estos negocios, su táctica no es nueva y la ha ido afinando con el paso de los años.
Así, como ya hemos llamado la atención en otros espacios, los del PVEM negocian con otros partidos (más fuertes que ellos y casi siempre los más probables ganadores de las elecciones) para establecer convenios de coalición donde a cambio de la totalidad de ese dinero que no es suyo, implementan una serie de estrategias de propaganda ilegal o situadas en una área gris no regulada por la ley, donde ellos obtienen de ese partido grande la participación compartida en un número amplio de distritos preseleccionados donde tienen muchas posibilidades de ganar. Y una vez obtenido el triunfo, pasan a la segunda parte de la operación; la mágica multiplicación de estos votos en muchos más escaños de los que les corresponden, esto a partir del sistema de asignación de cargos de representación proporcional, es decir, de los famosos plurinominales.
Para sorpresa de nadie, pero para ofensa de todos, en esta ocasión los del PVEM consiguieron ser la segunda fuerza política en la Cámara de Diputados. Pero no se detuvieron allí.
Justamente, minutos después de que una mayoría de los magistrados del Tribunal Electoral quedara evidenciada no como jueces constitucionales sino como individuos que nunca han conocido el libre albedrio y consumaran una sobrerrepresentación desmedida, a los del Partido Verde les pareció una buena idea cederle 15 diputaciones a Morena para que estos fortalecieran su nueva y privilegiada posición en el Congreso.
De esa manera, el oficialismo tendrá el control de los órganos de gobierno de ambas cámaras de representantes, tanto la Mesa Directiva como la Junta de Coordinación Política.
Aunque la chapuza resulta ofensiva, siguiendo el largo y dilatado rastro de inmoralidades que esta organización política ha ido tejiendo durante los últimos años, no es como que la ecuación sea en absoluto compleja, ni es como que esta vez la estrategia de los morenistas y los verdes se haya pensado maquiavélicamente a través interpretaciones normativas o recovecos legales. Esta vez, la trampa fue tan vulgar como sencilla.
El modo de operar fue el siguiente: En un primer momento y después de los resultados electorales, Morena le transfiere triunfos de múltiples diputaciones que no ganó el Verde, para que después ambos partidos en conjunto obtengan más plurinominales, como acto final, ya que Tribunal Electoral avaló la sobrerrepresentación, los del Verde le regresan a Morena 15 diputados. Matemáticas simples e ideologías simplonas.
Una maña más a la larga lista de fechorías del PVEM, que, casualmente, el flamante nuevo coordinador de Morena en la Cámara Baja, Ricardo Monreal, justificó el día de ayer afirmando que muchos de los ex diputados del Verde: "habían tenido su origen en el movimiento”.
“Fue un acuerdo muy importante", dijo el oriundo de Zacatecas, para terminar agradeciendo al Partido Verde por su generosidad y visión, ya que también acordaron algunas políticas públicas en materia ecológica y medioambientalista… Más allá del reciclaje tan grosero de esos diputados, esperamos con ansia que la nueva legislatura ahora sí nos salve de la crisis medioambiental que, en gran medida, ellos mismos han generado.
Hace un año, escribí con Paula Sofía Vázquez un libro que titulamos La Mafia Verde (Arial, 2023); en el mismo no solo hicimos un recorrido de sus principales escándalos y traiciones, sino que también advertimos de los riesgos de implica ser socios de estos personajes.
En momentos en que todo es miel sobre hojuelas para los morenistas, cuando la cruda de la borrachera electoral aún se ve muy pero muy lejana, no sobra recordar que lo que mal empieza mal acaba, que los del PVEM desde hace tiempo han dejado de ser esos inofensivos niños verdes para convertirse en mercenarios sin escrúpulos que harán lo que sea por conseguir su propio beneficio. Cuestión de tiempo para que esto suceda. Por lo pronto, Morena no se cansa de recitar: verde que te quiero verde.
Juan Jesús Garza Onofre
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y profesor en el ITAM