Después de esta jornada electoral, la atmósfera está compuesta de fatalismo y falsa victoria. Demolieron la división de poderes, pero apuesto por la esperanza.
Si la tendencia no cambia antes de la publicación de esta columna, los votos nulos superarán, por casi el doble, los votos obtenidos por Lenia Batres y Hugo Aguilar, candidatos con mayor número de votos en la elección de ministros. Lo que significa que, los ciudadanos no solo se movilizaron por la estructura morenista, sino que salieron por voluntad propia para decirle a este gobierno que están en contra del secuestro del Poder Judicial. El pueblo es sabio.
Ahí no paró el golpe de realidad para Morena, también se quedaron esperando a los invitados con un abstencionismo del 87% aproximadamente: se quedaron solos en una farsa electoral que, con su mecanismo para filtrar candidatos de oposición, se asimilaba colectivamente como un simple trámite para culminar la fulminación a la división de poderes en México.
En Durango, el conteo rápido (hasta la tarde del 02 de junio) arroja 23 municipios para la oposición y 16 para Morena y aliados, mientras que, en Veracruz, donde la gobernadora es Rocío Nahle, Morena y aliados obtuvieron 112 municipios, mientras que la oposición triunfó en 98. La diferencia de votos entre opositores y oficialistas fue muy corta.
Se quieren robar la democracia, pero el aviso fue claro: el pueblo no está feliz como dicen las encuestas.
Por eso reafirmo lo que dije al inicio del texto, hay que apostar por la esperanza, insertar la idea del fatalismo es uno de los fines de un régimen que impulsa narrativas que cuenta lo que muchos ya se creyeron: que no hay nada que hacer. Pero no es así y este domingo fuimos testigo de ello.
A México le urge sanar y recomponerse de las embestidas contra sus instituciones y su fortaleza democrática. Ante eso, urgen más galenos como los de antier, los que apostaron por la esperanza en las urnas, los que no han sucumbido: los ciudadanos.