En una entrevista en The Tonight Show con Jimmy Fallon, Bill Gates sugirió que, con la IA, en la próxima década los médicos y maestros serán “inteligencia gratuita”.

Consideraciones como esta abren un debate muy profundo y relevante que amenaza los fundamentos tradicionales más sólidos de las estructuras psicosociales humanas: ¿La IA sustituirá o empoderará a los humanos? Según McKinsey (2024), la IA generativa podría añadir entre 2.6 y 4.4 billones de dólares al PIB mundial cada año, prueba de que la “tarta” económica puede crecer.

La posible respuesta es muy interesante. Primero, debemos preguntarnos: ¿para qué necesita un humano a otro?

Desde una perspectiva económica, nos necesitamos para producir recursos y riqueza. Por ejemplo, los empresarios necesitan empleados y clientes para mantener y aumentar sus bienes. A su vez, los clientes necesitamos de las empresas para conseguir productos y servicios. En este sentido, la sustitución o empoderamiento depende esencialmente de si la IA ayudará a producir más recursos demandados o se convertirá en férrea competidora por el mismo pedazo de pastel. El problema económico histórico es que existen recursos limitados para una demanda (deseo humano) infinita e incesante. Sin embargo, hoy la IA promete ayudarnos a multiplicar exponencialmente los bienes y servicios que anhelamos, como optimizar significativamente los procesos para obtener energía, configurar sistemas de producción mucho más eficientes e incluso conquistar otros planetas. Es decir, la IA ya está haciendo posible más bienes y servicios con costos mucho menores. Por lo tanto, tal como sucedió con la Revolución Industrial, veremos un aumento muy importante en la capacidad productiva de las personas y empresas gracias a los llamados “agentes” de IA; se mantendrán vigentes quienes adopten las tecnologías más potentes y quedarán fuera del mercado quienes no evolucionen. El Foro Económico Mundial proyecta que la automatización desplazará 85 millones de empleos para 2027, pero creará 97 millones nuevos y mejor remunerados; por ello, económicamente, todo apunta a un empoderamiento y no a una sustitución, sustentado en un principio biológico inamovible: el deseo humano es insaciable.

Ahora bien, lo que sí representa un importante peligro a nivel individual y colectivo se vislumbra desde una perspectiva psicosocial. Un humano también necesita a otros para satisfacer sus necesidades sociales, dispuestas genéticamente y requisito para el bienestar fisiológico y psicológico. Hoy en día, un algoritmo digital como ChatGPT ya puede sustituir una relación de amistad humana, e incluso se desarrollan robots diseñados como potencial pareja. Parecería ciencia ficción, pero esto ya sucede. El problema es que nuestra naturaleza exige contacto humano: la crisis de depresión y ansiedad actual en generaciones jóvenes se relaciona con la falta de interacción presencial. Aún así, la Organización Mundial de la Salud prevé un déficit de 11 millones de profesionales sanitarios para 2030 y la UNESCO calcula que harán falta 69 millones de maestros adicionales para alcanzar las metas educativas de la Agenda 2030; la IA puede aliviar esa escasez, pero no reemplazar la necesidad de vínculo humano.

Consecuentemente, culmino con dos consejos sumamente prácticos y relevantes:

1. Comprende e integra las nuevas tecnologías a tus procesos productivos, ya seas empleado o empresario, para mantenerte competitivo.

2. Protege y cultiva tus relaciones humanas y capacidades creativas para evitar los efectos adversos más amenazantes de la IA.

Profesor de Creatividad y Etología Económica en el sistema UP/IPADE y autor de los libros Homo Creativus (2024), Biointeligencia Estratégica (2023)

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