El 25 de octubre de 1875 Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, le escribió una carta Carlos Olaguíbel donde le mencionaba: “Los liberales no le encontraron respuesta, hace un siglo, a una pregunta que hoy sigue vigente: ´¿Qué hacemos con los pobres?´ Sucesivos proyectos modernizadores –desde el borbónico, a fines del XVIII, hasta el neoliberal, en las postrimerías del XX– han ignorado el rostro del país real. Por eso se ha multiplicado la enorme desigualdad que Humboldt descubrió, en México, al principiar el siglo XIX. Modernizaciones diseñadas siempre por las élites han dado la espalda al país de los pobres, cargado de agravios: todos han dejado fuera a la mayoría.”
El país real estuvo enfrentado al país legal desde la época de los borbones hasta el periodo neoliberal. La pobreza fue tratada con paliativos que no resolvían el fondo del problema, al contrario hondaron la desigualdad: ampliando el número de pobres y concentrando la riqueza en un grupo reducido de personas.
Julieta Campos a finales del siglo XX revivió la discusión, lo hizo en un tiempo donde las políticas neoliberales desmantelaron el Estado, las crisis económica terminó con el patrimonio de cientos de familias, se acrecentó el número de pobres y nacieron los grandes millonarios de México.
Los programas sociales nunca han sido la medida ideal para la reducción de la pobreza. Ayudan a aligerar los problemas de las familias, pero no atienden todas las causas que provocan la desigualdad económica.
Los datos del INEGI arrojan las siguientes cifras: más de 13 millones de personas salieron de la pobreza pasando de 51.9 millones de pobres en 2018 a 38.5 millones en 2014, de esta reducción 1.7 millones de personas salieron de la pobreza extrema. El aumento al salario mínimo ha recuperado en 131% el poder adquisitivo y ha permitido que sea mayor el ingreso de las familias. Los números hablan del reto que se tiene para mejorar el acceso a la salud donde de 2018 a 2024 la carencia pasó de 20 millones a 44.5, esto es uno de los factores que hizo que la pobreza multidimensional aumentara del 26% al 32% de la población.
No se puede negar que la reducción de la pobreza fue gracias a una política pública exitosa que no causó inflación ni espantó la inversión. No se puede olvidar, tampoco, la eliminación de outsourcing como un factor importante para este resultado, y se tendría que esperar como el reconocimiento a los derechos de los trabajadores de plataformas de servicios propicia que continúe la reducción de la pobreza. El reto para mantener esta reducción es lograr un mayor crecimiento económico, combatir la corrupción y fortalecer las relaciones comerciales con otras naciones que permitan la llegada de más inversión a México. Se vive un momento histórico donde hacer bien las cosas se verá reflejado en la reducción sostenida de la pobreza y por ende la violencia en México.
Los datos dados a conocer la semana pasada por INEGI son positivos por el avance significativo en la reducción de la pobreza, el país real se impuso al país legal; se rompió con la falsa idea de que aumentar el salario causaría inflación, el desvincular el salario mínimo y crear la UMA (Unidad de Medida y Actualización), en 2016, –utilizada para pago de multas, impuestos y prestaciones sociales– propició que se pudieran dar los aumentos; la distribución equitativa de la riqueza es la clave para alcanzar la reducción de la pobreza. Falta estabilizar y reducir los precios de la canasta básica, y el otro gran reto es crear un sistema de salud fuerte, eficiente y sin corrupción para disminuir el rezago en este sector.
A la pregunta histórica: ¿Qué hacemos con los pobres? La respuesta es contundente: aumento del salario por encima de la inflación.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras