El ejercicio electoral del pasado domingo arroja muchas interrogantes, mal haríamos si pensamos que con la elección se han resuelto todos nuestros males. La corrupción sigue siendo un problema que no hemos podido erradicar, carcome y contamina la vida pública. Claro está que la elección del Poder Judicial no es la solución para los males que lo aquejan ni tampoco la forma de hacerle frente, pero si llegó para quedarse habría que buscar reformar la reforma, de tal manera que se mejore y busque alcanzar el objetivo central de la misma: una verdadera impartición de justicia y un sistema sin corrupción.
No podemos ir por la vida quejándonos de las cosas, debemos buscar que con lo que existe se optimicen los resultados. Es cierto que la elección tuvo una baja participación –en promedio las elecciones de esta materia en Estados Unidos tienen una participación del 20%– habría que buscar mecanismos para incentivar la participación: como la reducción del número de candidatos, garantizar que lleguen los mejores, otorgar tiempo en radio y televisión para dar conocer los perfiles, informar a la población cuales son los cargos a elegir y la función que tienen cada uno de ellos.
En nuestro país las altas participaciones, en procesos electorales, se dan por el arrastre de una elección presidencial o competencias reñidas en el ámbito local. La elección del Poder Judicial es algo lejano y, quizá, ajeno a la realidad de miles de mexicanas y mexicanos que no logran dimensionar cual es el papel que juega este poder en su día a día. Si no hay un aliciente muy difícilmente se logra motivar la participación. El interés nace, entonces, de la necesidad de que se nos resuelva un problema por parte de alguna institución. Entonces, habría que informar las atribuciones, funciones y como se beneficia a la sociedad con una elección de este tipo.
La elección del Poder Judicial mostró que hay mucho camino por andar y que al igual que las reformas políticas que hemos tenido, todas en busca de ir perfeccionando el sistema electoral, esta tendrá que tener sus modificaciones pertinentes con la finalidad de mejorar y garantizar que lleguen los mejores. Si esta es la realidad no es válido asumir un papel como el de la oposición que solo criticó y llamó a no votar porque era un proceso antidemocrático, hubieran hecho bien si en vez de salirse por el camino fácil estudiaran los perfiles y aquellos que, desde su perspectiva, fueran los mejores los apoyaran e impulsaran. Su acción solo los empéñese porque mientras el país avanza en un sentido diferente ellos siguen siendo los mismos.
Me parece que se tendría que valorar que solo la Suprema Corte de Justicia, el Tribunal de Disciplina Judicial y la Salas Superior y Regional del Tribunal Electoral sean electas por el voto de la ciudanía y que sean menos el número de candidaturas: los mejores –por preparación y experiencia– y los que aprueben un examen de conocimientos jurídicos, según el cargo al que aspiren, que sea aplicado por las mejores universidades de nuestro país. Estos mismos requisitos se deberían de tomar para elegir a los jueces y magistrados, aunado a un auténtico servicio profesional de carrera. Todos ellos sujetos a un código estricto de ética que garantice sea separado de su cargo todo aquel que cometa actos de corrupción.
Habrá que dar la oportunidad para observar si quienes llegan transforman el Poder Judicial, pero mientras tanto hay que ir pensando en las reformas pertinentes para tener una auténtica impartición de justicia en México.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…