El mayor reto que tiene Morena no es la oposición si no sobrevivir a sus grupos internos y al poder que estos concentran.
Morena puede convertirse en una calca de lo sucedido con el PRD y sus tribus que desatendieron el proyecto y dividieron, de acuerdo con su número de afiliados, las candidaturas y los cotos de poder. Esa pugna terminó por fragmentar al partido que no amplió su presencia territorial y se quedó peleando los espacios rentables; otro riesgo sería que se forme un grupo con fuerte presencia como la Corriente Democrática del PRI, su escisión significó el declive que costaría una década después perder la Presidencia de la República, es muy pronto para que esto suceda con el partido guinda, pero de no corregir sus errores su trabajo territorial podría verse mermado por las divisiones internas que tendrá.
Morena es un partido-movimiento, así nació y la construcción discursiva de mantenerse como antisistema le ha permitido no ceder la agenda a la oposición. El gran error que se está cometiendo es impulsar la afiliación masiva de 10 millones de ciudadanos que únicamente se convertirán en cuotas de poder con las cuales los grupos al interior estirarán y aflojarán la liga de las candidaturas en las elecciones siguientes.
Morena debe lograr institucionalizarse basándose en un proyecto que vaya más allá de la imagen de López Obrador. Es cierto que el expresidente es el puente entre el partido y la sociedad. El discurso que él construyó sigue siendo el pegamento que unifica al partido, pero su figura y su presencia a través de Andy López Beltrán pude no ser suficiente para que se logren imponer las tribus al interior del partido.
Morena y su futuro dependen de la Dra. Claudia Sheinbaum quien encabeza el partido-movimiento y debería buscar institucionalizarlo. Generando una organicidad basada en su proyecto de gobierno, tendría que aspirar a ser transexenal, donde no solo se priorice la línea social sino también la cultural, económica y científica.
Reglamentar el partido pasa por generar nuevos cuadros. Morena tiene las mayorías necesarias para prescindir de los políticos impresentables, para renovarse y presentar, a partir del 2027, una nueva generación que empiece con la renovación gradual dentro del partido. Esto sería lo óptimo, pero será imposible si se piensa que hoy los viejos cuadros políticos utilizan su poder político y económico para afiliar masivamente y tener los números a su favor para cuando venga la repartición de las candidaturas.
La Presidenta ha mandado un mensaje fuerte con la reforma que prohíbe el nepotismo y la reelección, corta así la posibilidad de que se perpetúen los políticos de siempre, pero el reto es institucionalizar al partido en torno a un proyecto de nación y no a una persona.
Falta ver cómo viene la reforma electoral que terminará de mermar a la oposición y darle posibilidad a Morena de equivocarse sin riesgo de perder el poder.
Claudia Sheinbaum tiene una aprobación que roza el ochenta por ciento, esta legitimidad le permite hacer cambios en su gabinete y en el Congreso colocando perfiles que le ayuden a redefinir los equilibrios al interior de Morena y que se conviertan en un filtro para cuadros políticos e impulsen la creación de la transición generacional que necesita el partido si es que se pretende rebasar la pugna interna que podría terminar por asimilarlo con el PRI que nunca se percató que al interior estaba su principal oposición.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…